Economía,

Índice de Libertad Económica

diciembre 17, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Existe una relación directa entre los países con mayor libertad económica y un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto. Heritage Foundation creó en 1995 el Índice de Libertad Económica (ILE), con el objetivo de registrar el desarrollo en las economías de mercado. La definición que nos proporcionan es la siguiente:

    «El derecho fundamental de todo ser humano de controlar su propio trabajo y propiedad. En una sociedad económicamente libre, los individuos son libres de trabajar, producir, consumir e invertir en todo lo que quieran.»

    Habría que añadir, acaso, la ausencia de coerción y restricción gubernamental. La metodología utilizada se basa en diez categorías distintas, a las cuales se les asigna una calificación entre 0 y 100, donde los valores más altos indican mayores niveles de libertad. Las diez categorías son las siguientes:


    •El Estado de derecho:


    1. Los derechos de propiedad
    2. Ausencia de corrupción

    •El Gobierno limitado:


    3. El gasto del gobierno
    4. Libertad fiscal

    •La eficiencia de los reguladores:


    5. Libertad de los negocios
    6. Libertad laboral
    7. Libertad monetaria

    •La apertura de los mercados:


    8. Libertad de comercio
    9. Libertad de inversión
  10. Libertad financiera

    Pdf: https://goo.gl/rRP3yI
Index: https://goo.gl/mv8SLK



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Agujeros Negros,

¿Nuestro universo se encuentra contenido dentro de un agujero negro?

noviembre 03, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Entre los principales problemas que tratamos en la teoría estándar del Big Bang se encuentra el de la singularidad y la inflación, sin mencionar la imposibilidad de conocer qué hubo «antes» de la gran explosión ya que, en rigor, no hay un «antes» proveniente de una singularidad donde, las leyes de la física, son nulas e ininteligibles. Las observaciones de Friedman (1888 - 1925) y Lemaître (1894 - 1966) dieron como resultado la teoría de la expansión del Universo, «confirmadas» por la constante de Hubble donde el desplazamiento al rojo de una galaxia, es proporcional a la distancia a la que se encuentra.

    Las interrogantes —sin respuesta— que nos surgen del modelo estándar son las siguientes:

    ¿Qué dio origen al Big Bang?, una singularidad claro, pero, ¿qué causó dicha singularidad?, ¿qué causó la inflación?, ¿de dónde proviene la energía oscura que aparentemente causa la expansión? Una posible explicación a la inflación y expansión del universo se encuentra en el hipotético y poco probable inflatón. Ante preguntas empero, sobre la energía oscura y la singularidad que originó la gran explosión, aparentemente no hay respuestas.

    Bajo estás interrogantes, Nikodem Poplawski (Ph.D. por la Universidad de New Haven) propone que nuestro universo se encuentra contenido dentro de un agujero negro. Según Poplawski —interpretando las ecuaciones de Einstein, y la conocida teoría de Einstein-Cartan-Kibble-Sciama—, la torsión generada por los fermiones, en el inicio de nuestro universo, adquiriría significado en un estado de gran densidad y masa como puede ser un agujero negro. En este escenario la torsión se manifiesta como una fuerza repulsiva que contrarresta la fuerza gravitacional proveniente de la curvatura espacio-tiempo. En un comienzo la atracción gravitatoria del espacio curvo superaría las fuerzas repulsivas de torsión, eventualmente la torsión sería más «fuerte» y evitaría que la materia se comprimiera en un punto de densidad infinita; posteriormente la materia alcanzaría un estado de densidad enorme pero finito. Así, la energía en un estado extremadamente denso, produciría las primeras partículas que pasarían a ser masa en el interior del agujero negro. El incremento de partículas de espín semientero se traduciría en mayores niveles de torsión del espacio-tiempo. La torsión de repulsión crearía un Big Bounce que explicaría la expansión y sugiere que vivimos «dentro» de un agujero negro que se encuentra en otro universo. O para ser más precisos, nos encontramos en un horizonte cauchy. En esta  teoría, la torsión («heredada» del universo padre) explicaría la flecha del tiempo, y la energía oscura.

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REFERENCIAS

Poplawsk, N. (2016). Non-parametric reconstruction of an inflaton potential from Einstein-Cartan-Sciama-Kibble gravity with particle production. NIKODEM POPLAWSKI. Obtenido. 2016, de http://math.newhaven.edu/poplawski/


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Albert Camus,

Departiendo con Paz. Encuentros II: Albert Camus

noviembre 03, 2016 Uchutenshi 0 Comments



La primera vez que vi a Camus fue en un homenaje a Antonio Machado, en París. Los oradores fuimos Jean Cassou y yo; María Casares recitó unos poemas. A la salida, terminando el acto, un desconocido de gabardina se me acercó para manifestarme calurosamente su aprobación por lo que yo había dicho. María Casares me dijo: es Albert Camus. Eran los años de su celebridad y yo era un poeta mexicano anónimo, perdido en el París de la postguerra. Su acogidWa fue muy generosa. Nos vimos después varias veces y juntos participamos, en 1951, en un mitin en celebración del 18 de julio, organizado por un grupo de anarquistas españoles y en el que participó también María Casares. Leí algunos capítulos de «L’Homme révolté» en revistas y él mismo me contó —por decirlo así— el argumento general de la obra. Discutimos mucho algunos puntos —por ejemplo, sus críticas a Heidegger y al surrealismo— y le previne que el capítulo sobre Lautréamont provocaría la cólera de Bretón. Así ocurrió. Creo que a todos nos dolió esa  escaramuza, sin excluir al mismo Bretón. Años después le oí  hablar de Camus con encomio.

En esos días Sartre estrenó «Le Diable et le Bon Dieu». Fui a una representación y me impresionó la justificación jesuítica de la «eficacia» revolucionaria que contiene esa obra. A los pocos días comí con Camus y le dije:

—Acabo de ver la pieza de Sartre y es una apología indirecta del estalinismo. Cuando aparezca el libro de usted, Sartre lo atacará.

Me miró con incredulidad y me respondió:

—Tengo sólo tres amigos en el mundo literario de París. Uno de ellos en Malraux. Me he alejado de él por su posición política. Al otro Sartre, me liga sobre todo una relación intelectual. El tercero, al que me une algo más que las ideas, es el poeta René Char, un amigo fraternal. Ninguno de los tres me atacará.

Me sorprendió su respuesta y le dije:

—Sí, Malraux nunca lo atacará. Se lo prohibe su estética heroica y teatral: sería un gesto indigno de su personaje. Char tampoco lo atacará: es un poeta y, esencialmente, coincide con usted, o usted con él. Pero Sartre es un intelectual y para él, a la inversa de Malraux, la vida de las ideas es la verdaderamente real (aunque en su filosofía pretenda lo contrario). Al hombre que ha escrito «Le Diable et le Bom Dieu révolté» tiene que parecerle una herejía lo que usted dice en «L’ Homme révolté» y condenará a la herejía y al hereje en el Tribunal filosófico...

No me creyó. Días después, la revista de Sartre desencadenó el ataque en su contra. Llamé por teléfono a María Casares:

—¿Cómo está Alberto?

Me contestó:

—Se pasea por la casa como un toro herido.

En Camus me encantó su amor, tan de hombre del Mediterráneo, por el sol y la belleza física, corporal. Para él los sentidos existían realmente y veía al mundo como un conjunto no sólo de signos sino de formas, formas que se podían ver, o leer, oír, tocar. Me inspiró admiración el temple de su carácter tanto como la claridad de su inteligencia y su generosidad. Amante de la libertad y solidario de las víctimas, pero irreductiblemente solitario. Un verdadero estoico, a la manera antigua. No enfrentó una ideología a la historia y sus desastres, como Sartre y Aragón, sino una lucidez. No fue un filósofo sino un artista, pero un artista que nunca renunció al pensamiento. Si la filosofía nos enseñaba a vivir y también a morir, si la filosofía no es sólo un saber, sino una sabiduría hay más sabiduría en los ensayos no filosóficos de Camus que en las disquisiciones de muchos filósofos.

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REFERENCIAS

Anthony Stanton, selección y montaje de textos de Octavio Paz; 1944-1964, Primera edición: periódico Reforma, 6 de abril de 1994, pp. 12D y 13D.


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Filosofía,

Teoría de la ideas

octubre 29, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Platón compara la experiencia humana con la de unos prisioneros que han pasado toda su vida encadenados en una caverna oscura. Tales prisioneros sólo pueden mirar enfrente y la única experiencia que tienen respecto de lo que está ocurriendo fuera de la caverna, son las formas que sobre la pared proyecta el resplandor de la hoguera situada detrás de ellos. Cuando uno de los prisioneros escapa y contempla por primera vez «la realidad», al regresar a la caverna los demás prisioneros no creen lo que él les cuenta. De modo análogo Platón considera que la filosofía es el proceso intelectual que permite huir del mundo de las apariencias para conocer la realidad del mundo de las ideas.

    Platón adujo que, por ejemplo, mientras que las cosas cuadradas —una mesa, una forma en la arena, una ventana— pueden variar, la propiedad de la cuadratura permanece inmutable, por lo tanto, la cuadratura es más real que las cosas cuadradas. En consecuencia Platón asigna el más alto grado de realidad a las ideas, las cuales expresan todas las características inmutables del cosmos. Así, existe la idea de hombre, la idea de divinidad, la idea de mesa, etcétera. La idea es la que confiere a una cosa sus propiedades individuales (por ejemplo la «cuadratura» es lo que hace que una figura sea cuadrada) y los seres humanos reconocen las instancias individuales porque conocen la idea. Así, al saber lo que significa «cuadratura», puede reconocerse una figura determinada como cuadrada.

    Platón reconoce la relatividad del conocimiento sensible conforme al aserto de Protágoras, pero encuentra que es insuficiente para fundar una filosofía de la virtud. Las opiniones no suministran el saber que la virtud exige, ya que se originan de los estados cambiantes del sujeto y objeto, poco importa que, incluso, sean el producto de una rigurosa reflexión y justificación de tales percepciones; el referido saber tiene un origen y objeto de conocimientos muy diversos, del mundo objetivo y sus mudables hechos. Platón comparte durante su evolución filosófica el postulado protagórico, a saber; no hay ciencia, sólo percepciones de valor relativo: la filosofía tiene como objeto de investigación un mundo «inmaterial» que debe existir frente al mundo de los objetos, del mismo modo como el conocimiento (espistemée) existe frente al de la mera opinión subjetiva e individual (doxa). Este sistema tiene flagrantes problemas y ha recibido grandes críticas a causa de la imprecisa explicación de cómo las ideas, alejadas de la humanidad (ya que Platón las situaba en un lugar alejado llamado cielo platónico), podían desempeñar la gran función que este les asignaba, el propio Platón en el Parménides desarrolla el célebre argumento del tercer hombre que se da en los siguientes términos:

    Supongamos que en su primera cita con Sócrates, Platón quisiera confirmar que Sócrates era, en efecto, un hombre. Según la teoría platónica de las ideas, ese conocimiento solo puede alcanzarse comparando a Sócrates con la idea de hombre, la cual expresa todos los atributos esenciales de un hombre. ¿Cómo podría Platón, empero, saber que la idea de hombre empleada en este sentido era, en sí misma, un hombre? Una vez más, según la teoría platónica, este conocimiento sólo puede alcanzarse con una idea, por lo tanto es preciso que exista otra idea —un «tercer hombre»— para que se identifique la idea de hombre. Este argumento (absurdo) pone en evidencia la necesidad de un número infinito de ideas de hombre, ya que cada nueva idea precisa de otra nueva para establecer su identidad y así ad infinitum.

    La semejanza correlativa que existe entre distintos objetos es producto de la «imitación» (inmutable de un determinado modelo); Parménides advierte empero, si esto es así, la semejanza correlativa existente entre los objetos y el modelo que imitan, debería tener su significado contenido en un tercer modelo al que imiten tanto la Idea como los objetos, y así indefinidamente. En la «participación» empero, el problema no encuentra solución. No se explica si los objetos contienen la idea (toda) o solo una parte aproximada de ella. En el primer planteamiento se advierte la necesidad de la existencia de un número de ideas equivalente a los objetos, algo que contradice la no heterogeneidad de Ideas; en el segundo planteamiento los objetos participan únicamente de una fracción de la Idea, algo que contradice el principio de la indivisibilidad de las Ideas. Sobra decir que en el Parménides, Sócrates fue incapaz de encontrar solución a las interrogantes expuestas por el eleata. La relación en ambos casos es p↔q para determinar empero, la veracidad del enunciado, es preciso una tercer variable o bien recurrir a la causa sui.


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Filosofía,

La fenomenología del espíritu de Hegel (fragmento).

octubre 29, 2016 Uchutenshi 1 Comments



Esto es lo que sucede cuando Un Gran Oscuro habla sobre El Gran Oscuro.

RESUMEN.
Advertencia, el siguiente contenido puede causar trastornos neurológicos al sistema nervioso central y periférico. Se han reportado casos de ictus, vértigo, insomnio y trastornos del ritmo circadiano. Se recomienda discreción.

ABSTRACT.
Warning, the following content can cause neurological disorders to the central and peripheral nervous system. There have been reports of stroke, dizziness, insomnia and circadian rhythm disorders. Reader discretion is advised.

Martin Heidegger, La fenomenología del espíritu de Hegel (fragmento).

Consideración preliminar.

La «Fenomenología del Espíritu» quiere ser comprendida por nosotros, esto es, estar en nosotros de una manera realmente efectiva en tanto ciencia, tomando tal palabra con la significación de la ciencia que es el sistema mismo como saber absoluto. Este debe llegar a sí mismo. Por eso el final de la obra lo configura esa breve sección DD, cuyo encabezamiento es: «El saber absoluto». Si solo al final el saber absoluto es de una manera total él mismo, saber que sabe, y si es esto al devenir tal, en tanto llega a sí mismo, pero solo llega a sí mismo en tanto el saber se deviene otro, entonces en el inicio de su andadura hacia sí mismo, todavía no debe estar en y consigo mismo. Todavía debe ser otro y, es más, incluso sin todavía haber devenido otro. El saber absoluto debe ser otro al inicio de la experiencia que la conciencia hace consigo, experiencia que, más aún, no es otra que el movimiento, la historia donde acontece el llegar-a-sí-mismo en el devenir-se-otro.

    Al inicio de su historia, el saber absoluto debe ser otro que al final. Ciertamente, pero esa alteridad no quiere decir que en el inicio el saber en modo alguno todavía no fuese saber absoluto. Bien al contrario, justamente en el inicio ya es saber absoluto, pero saber absoluto que todavía no ha llegado a sí mismo, que todavía no ha devenido otro, sino que solo es lo otro. Lo otro: él, el absoluto, es otro, es decir, es no absoluto, es relativo. El no-absoluto no es todavía absoluto. Pero este todavía-no es el todavía-no del absoluto, es decir, lo no-absoluto no es de alguna manera y a pesar de ello sino precisamente porque es absoluto, porque es no-absoluto: este no, en razón del cual lo absoluto puede ser relativo, pertenece al absoluto mismo, no es diferente de él, es decir, no yace a su lado, extinto y muerto. La palabra «no» en «no-absoluto» en modo alguno expresa algo que siendo presente para sí yaciese al lado del absoluto, sino que el no alude a un modo del absoluto.

    Así pues, si en su fenomenología el saber debe hacer consigo la experiencia en la que experimenta lo que no es y lo que justamente en ello es con él, entonces ello solo puede ser así si el saber mismo que hace (cumple) la experiencia, de alguna manera ya es saber absoluto.

    En esto radica algo decisivo para la posible claridad y seguridad en la posterior comprensión de la obra. Dicho de una manera negativa: de antemano nada comprendemos si ya desde el inicio no sabemos en el modo del saber absoluto. Ya desde el inicio debemos haber renunciado no solo en parte sino completamente a la actitud del sentido común y a todos los denominados criterios naturales, justamente para poder darnos cuenta y volver a cumplir cómo el saber relativo se rinde, llegando de verdad a sí mismo como saber absoluto. Nosotros —y es algo que se desprende de lo hasta aquí dicho— siempre tenemos que estar de antemano un paso más allá de lo que en cada ocasión es expuesto y cómo ello es expuesto, en particular respecto al paso que de momento debe ser dado por la exposición de lo expuesto. Pero para Hegel esta anticipación es posible porque se trata de una anticipación en la dirección del saber absoluto, el cual justamente ya desde el inicio es de una manera propiamente dicha el saber sapiente que cumple la Fenomenología.

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Heidegger, M. La fenomenología del espíritu de Hegel (1992). Madrid: Alianza Editorial.


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Matemáticas,

Teorema de Pitágoras

octubre 19, 2016 Uchutenshi 3 Comments


Un teorema fundamental sobre triángulos rectángulos dice que en todo triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Este postulado, uno de los más conocidos en matemáticas, se atribuye a Pitágoras de Samos (c. 580-500 a. J. C.), aunque es probable que el no lo demostrara,  ya que antes de su época se utilizaban casos especiales del teorema para construir ángulos rectos. Se sabe, por ejemplo, que los constructores de las pirámides egipcias trataban ángulos rectos formando triángulos de lados iguales a 3, 4 y 5 unidades de longitud[1]. Las medidas se llevaban a cabo con cuerdas provistas de nudos a distancias regulares por los agrimensores[2].

    La forma más sencilla para demostrar el teorema de Pitágoras consiste en construir un gran cuadrado con otro menor dentro de él, de tal forma que los vértices de este toquen los lados del primero. Así quedan formados cuatro triángulos rectángulos (v. ilustr.). Si la hipotenusa de los triángulos rectángulos es igual a c y los catetos son iguales a a y b, el lado del cuadrado mayor es igual a a + b y del cuadrado menor igual a c. El área del cuadrado mayor es igual al área del cuadrado menor más la suma de las áreas de los cuatro triángulos rectángulos. Así:

    (a + b)² = c² + 4(1/2 ab).

    Por lo tanto:

    a² + b² + 2ab = c² + 2ab
    a² + b² = c².

    También es válido el recíproco del teorema de Pitágoras, según el cual si a² + b² = c², donde c es la longitud del lado mayor de un triángulo y a y b son las longitudes de sus otros dos lados, entonces el triángulo es rectángulo.

    Existen diversas ternas de números {a, b, c}  que satisfacen la relación a² + b² = c². La más simple es {3, 4, 5}; otras son {5, 12, 13}, {8, 15, 17} y {7, 24, 25}. Si {a, b, c} es una de tales termas, entonces también lo es {ka, kb, kc}, donde k es un entero positivo cualquiera[3].


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[1] El ángulo recto se formaba entre los lados de longitudes iguales a 3 y 4, ya que 3² + 4² = 5².

[2] En la antigüedad los agrimensores eran conocidos como «tendedores de cuerdas», eran el equivalente al topógrafo actual; destinados a la delimitación de superficies y a la medición de áreas.

[3] Esta última terna puede representarse por un triángulo rectángulo cuyos lados son iguales a k veces los lados a, b, c del triángulo original y cuyos ángulos son iguales a los de este.



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Filosofía,

Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal (Máximas e interludios)

octubre 17, 2016 Uchutenshi 0 Comments


En toda filosofía hay un punto en el que entra en escena la «convicción» del filósofo o, para decirlo con palabras de un antiguo «misterio»:

Ha llegado un asno
Hermoso y muy fuerte. (8)


Cuando la memoria nos recuerda que uno ha sido el sujeto actuante en una determinada acción, el orgullo contesta con severidad que eso es mentira; sin embargo, al final, el orgullo somete a la memoria. (68)

Si uno tiene carácter, también tiene una experiencia típica y propia, que retorna siempre. (70)

"El sabio como astrónomo". Mientras adviertas y sientas a las estrellas más arriba de tu cabeza, no posees aún la mirada de la sabiduría. (71)

Lo que hace al humano superarse, no es la intensidad  de un sentimiento elevado, sino la duración del mismo. (72)

Quien alcanza su ideal, justo por ello va más allá de él. (73)

Es terrible morir de sed en medio del mar. ¿Necesitan ustedes salar su verdad tanto que ya siquiera les puede servir... para apagar la sed? (81)

¡Es tan frío, tan helado que al tocarlo nos quemamos los dedos! ¡Toda mano que lo sostiene se espanta! Y justo por ello más de uno lo tiene por ardiente. (91)

Cuanto más abstracta sea la verdad que quieres mostrar, más necesidad tendrás de concentrar todos tus sentidos en ella. (128)

Toda credibilidad , toda buena conciencia, toda evidencia de verdad procede de los sentidos. (134)

Todo lo que rodea a un héroe se convierte en tragedia; en torno a mi, Dios el drama satírico; y en torno a Dios... ¿No se volverá, tal vez, "mundo"? (150)

La objeción, la travesura, la desconfianza jovial, el gusto por la burla son signos de salud. Toda forma de absoluto pertenece al dominio de la patología. (154)


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Posmodernismo,

¿Qué tan posmoderno eres?

octubre 15, 2016 Uchutenshi 2 Comments



El posmodernismo es una realidad fatídica y seduce incluso a las mentes mas rigurosas. Descubre qué tan posmo eres, con este breve cuestionario.





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Epistemología,

Epistemología

octubre 15, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Cuando hablamos de epistemología suele haber un acuerdo generalizado sobre su objeto de estudio que tiene que ver con el conocimiento y cómo lo adquirimos. M. R. Ceberio y Paul Watzlawick la definen de la siguiente manera:

    «[...] el término epistemología deriva del griego episteme que significa conocimiento, y es una rama de la filosofía que se ocupa de todos los elementos que procuran la adquisición de conocimiento e investiga los fundamentos, límites, métodos y validez del mismo»¹.

    Es importante advertir la diferencia entre gnoseología —cuyo objeto de estudio es el conocimiento en general— y la epistemología que se interesa por el conocimiento científico².
    A continuación expongo temas de interés para el desarrollo de una epistemología —entendida como teoría de la ciencia e investigación— conforme a las tendencias filosóficas y avances científicos contemporáneos³.

1.Las ciencias formales.

Lógica y matemáticas. Con frecuencia se hace referencia a la lógica y a las matemáticas como (ejemplos de) ciencia. ¿En qué sentido son (estas disciplinas) ciencias? ¿Cómo podemos conocer las verdades lógicas y matemáticas? ¿A qué verdad apelan? ¿Cuál es la relación entre las matemáticas y la ciencia empírica?

2.La descripición científica.

¿Qué es lo que constituye una descripción científica adecuada? ¿Cuál es la lógica de la formación de los conceptos que intervienen en dicha descripción?

   3.La explicación científica.

¿Qué es lo que se quiere decir cuando se afirma que la ciencia explica? ¿Qué es una explicación científica? ¿En qué consiste? ¿Existen otro tipo de explicaciones? En caso afirmativo, ¿cómo están relacionados estos tipos de explicación con la explicación científica?

4.Predicción.

Se afirma que la ciencia predice. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se relacionan la predicción y la explicación? ¿Cuál es la relación entre estas dos últimas y la prueba científica?

5.Causalidad y leyes.

La ciencia explica por medio de leyes. ¿Qué son las leyes científicas? ¿Cómo ayudan a explicar? Excesivas leyes son conocidas como leyes causales. ¿Hay leyes que no sean causales? En caso afirmativo, ¿qué son estas?

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¹ «La construcción del universo. Conceptos introductorios y reflexiones sobre epistemología, constructivismo y pensamiento sistémico», Barcelona, Herder, 1998,

² Filosofía de la Ciencia, Filosofía de la mente, Teoría de la Ciencia, Teoría de conocimiento, Teoría de la Investigación Científica, etcétera.


³ Versión de una propuesta original de Klemke, Hollinger y Kline en su «Introductory Readings in the Philosophy of Science», 1980.





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Filosofía analítica,

Tractatus logico-philosophicus (Prólogo)

octubre 15, 2016 Uchutenshi 0 Comments


Posiblemente sólo entienda este libro quien ya haya pensado alguna vez por sí mismo los pensamientos que en él se expresan o pensamientos  parecidos. No es, pues, un manual. Su objetivo quedaría alcanzado si procurara deleite a quien, comprendiéndolo, lo leyera. El libro trata los problemas filosóficos y muestra —según creo— que el planteamiento de estos problemas descansa en la incomprensión de la lógica de nuestro lenguaje. Cabría acaso resumir el sentido entero del libro en las palabras: lo que si quiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar. El libro quiere, pues, trazar un límite al pensar o, más bien, no al pensar, sino la expresión de los pensamientos: porque para trazar un límite al pensar tendríamos que poder pensar ambos lados de este límite (tendríamos, en suma, que poder pensar lo que no resulta pensable).

    Así pues, el límite sólo podrá ser trazado en el lenguaje, y lo que reside más allá del límite será simplemente absurdo.

    En qué medida coincida mi empeño con el de otros filósofos es cosa que no quiero juzgar. Lo que aquí he escrito, ciertamente, no aspira en particular a novedad alguna; razón por la que, igualmente, no aduzco fuentes: me es indiferente si lo que he pensado ha sido o no pensado antes por otro.

    Quiero mencionar simplemente que debo a las grandes obras de Frege y a los trabajos de mi amigo Bertrand Russell buena parte de la incitación a mis pensamientos.

    Si este trabajo tiene algún valor, lo tiene en un doble sentido. Primero, por venir expresados en él pensamientos, y este valor será tanto más grande cuanto mejor expresados estén dichos pensamientos. Cuanto más se haya dado en el clavo. En este punto soy consciente de haber quedado muy por debajo de lo posible. Sencillamente porque para consumar la tarea mi fuerza es demasiado escasa. Otros vendrán, espero, que lo hagan mejor.

    La «verdad» de los pensamientos aquí comunicados me parece, en cambio, intocable y definitiva. Soy, pues, de la opinión de haber solucionado definitivamente, en lo esencial, los problemas. Y, si no me equivoco en ello, el valor de este trabajo se cifra, en segundo lugar, en haber mostrado cuán poco se ha hecho con haber resuelto estos problemas.

L. W.
Viena, 1918


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Amor,

Kitsch, amor y letras

octubre 11, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Hace no mucho tiempo mantenía un agradable y estéril debate sobre surrealismo y metafísica con André Breton y Jonathan Barnes. Nos encontrábamos en el Bar La Ópera, donde Pancho Villa disparó en la época revolucionaria. Acontecimiento que aplaudía Breton con particular alegría. En un momento de lucidez, muy frecuente en él, sentenció:

    «Un filósofo a quien yo no entienda es un cerdo».

    Barnes añadió:

    «Los astrónomos no debaten con los astrólogos»

    Los tres celebramos y vitoreamos la verdad tras esas palabras. Después de todo —señalé—, los filósofos que monopolizan la palabra y se valen de una retórica oscura y opaca no necesariamente «saben más», sino que hablan más; tienen la desgraciada costumbre de ladrar estupideces sin tregua. Cada pérfida reflexión filosófica que gruñen se repite una y otra vez; encuentro una notoria diferencia entre el mundo teórico de la filosofía barata y la vida real. La desapacible y repelente vida real; que incluye la codicia, el odio, la corrupción y la muerte. Hastiado y confuso celebro la fruición por beber. ¡Salud!

    —¡SALUD!

    —¡SALUD!

    Discutimos por horas temas más importantes que aquejan a la sociedad: partidos políticos, los músicos de jazz, libre mercado, los clubes de fútbol, la juventud sin valores y, principalmente, las mujeres. Después de todo, no existe algo tan potencialmente peligroso, como un hombre enamorado de una mujer; si esto sucede, únicamente puede hacer tres cosas: amarla, sufrir por ella, o convertirla en literatura.

    La infancia de Barnes transcurrió sin mayores contratiempos en el pequeño pueblo de Much Wenlock, Inglaterra. Fue en esta breve pero entrañable etapa, en la que adquirió el gusto por la historia y la filosofía. Su abuela Margaret solía contarle viejas historias que alimentaban su imaginación. Ese día, mientras los tres discutíamos sobre los peligros del amor, Barnes recordó un viejo relato que le contó su difunta abuela:

    En el lejano año de 1355, el que sería conocido como el rey Pedro I de Portugal, se enamoró de Inés; hermosa dama de compañía de su esposa, Constanza. Finalmente se casaron en secreto. Para evitar que la hermosa muchacha fuese coronada, el padre de Pedro ordenó asesinarla, la orden fue ejecutada limpiamente y la bella Inés abandonó el mundo de los mortales. Pedro se entero de la afrenta, por lo que se levanto en armas y le declaro la guerra a su padre; el monarca de Portugal, Alfonso IV. La batalla duró cuarenta días con sus noches, Pedro salió victorioso y,  finalmente, se convirtió en monarca de Portugal. Una vez instaurado en el poder, Pedro I coronó al cadáver de su difunta amante; fue ataviado con vestimentas reales, sentado en el trono y nombrado «Reina de Portugal». Durante el mandato del monarca los nobles del reino fueron obligados a brindarle homenaje a Inés, como señal de fidelidad y vasallaje.

    El breve relato de Barnes confirmó nuestras sospechas sobre los peligros del amor y me recordó una vieja historia que leí en el periódico local:

    En el año de 1927, Carl von Cosel, médico destacado de cincuenta años de edad, abandonó su ciudad natal en Dresde, Alemania, para hacer una nueva vida en Key West, Florida. Una vez instalado, comenzó a trabajar en el Hospital de la Marina de los Estados Unidos como radiólogo y patólogo. La vida le sonrió, después de todo, Cosel fue dotado de gran inteligencia y extraordinario talante; instalo un pequeño taller en su casa donde construyó numerosos inventos y equipo militar al que afectuosamente llamaba «Condesa Elaine». Todo marchaba espléndidamente hasta que, en abril de 1930, una paciente cambiaría su vida.

    Maria Elena Milagro de Hoyos, una bella joven cubana de veintiún años de edad que había sido diagnosticada con tuberculosis. Cosel quedó totalmente enamorado de la joven, se obsesiono e intento todo tipo de tratamientos para salvarle la vida; desde pociones alquímicas hasta descargas eléctricas. Elena murió trece meses después, contaba con veintidós años de edad. Devastado por la muerte de su amada, el médico se ofreció a pagar el funeral y construyó un mausoleo diseñado por él mismo, con un ataúd lleno de sustancias metálicas tales como formaldehído para preservar el buen estado del cadáver.

    Durante las siguientes noches el médico comenzó a visitar el sarcófago de Elena, este gastaba las horas «conversando» con su difunta musa. Cosel mantuvo esta actividad por doce semanas hasta que, finalmente, el médico logró escuchar la voz de su amada. Elena le pidió ser retirada de la prisión en la que se encontraba. A partir de ese momento la obsesión por resucitar a Elena hizo que Cosel cometiera locuras de inverosímil concepción: el médico fijó los huesos del cuerpo con ganchos de alambre y cuerdas de piano, llenó de trapos mojados con sustancias alquímicas los órganos ya deshidratados de Elena. Reparó su piel con cera, seda y yeso, sustituyendo sus ojos por unos de vidrio para así recrear el hermoso rostro de su amada. Días después Cosel celebró una ceremonia de matrimonio. Mantuvo esta relación por siete años, hasta que fue descubierto por las autoridades y despojado del objeto de su deseo.

    —Otro caso menos evidente pero no por ello menos cuestionable —señaló Breton— es el de un profesor de filosofía y su joven y vulnerable alumna. En este particular el objeto amado no era una mujer, sino un hombre —la mujer que decide entregar su corazón a un hombre —intervino Barnes— busca un compañero leal, mantiene la relación bajo el signo del respeto y la paridad personales.

    —Razón te daría, querido amigo —masculló Breton, con evidente malestar facial—, pero esta relación no fue mantenida bajo el signo del respeto y la paridad personales porque, como escribe Dostoievski, para nosotros cuentan sólo las personas que amamos, mientras que las que nos aman es como si no existieran:

    «Tú serás quien eres. Y lo mismo seré yo», le escribía Heinrich Blücher a Hannah Arendt poco antes de casarse con ella. Blücher la amaba, pero ella tenía la desgracia de amar a Heidegger y probablemente no fue el genuino y libre amor como el que demostraba esa carta de Blücher escrita en septiembre de 1936. Heidegger, uno de los maestros más importantes de la filosofía del siglo XX, empezaba a seducir a la alumna de diecinueve años elogiando su inteligencia y su alma, ofreciéndose como un guía paterno para ayudarla a permanecer fiel a sí misma, asegurando comprender las inefables inquietudes de su juventud y pidiéndole que comprendiera la tremenda soledad de su vida ascéticamente sacrificada al estudio y a la conciencia.

    Heidegger es un ejemplo de cómo se pueden simular —incluso con uno mismo— sentimientos aparentemente atormentados y bastante útiles para tiranizar a los demás, poniéndolos al servicio de la pretendida hipersensibilidad de uno; es así que inicia una penosa historia de amor. Tras una primera fase pasional, después transformada en una tierna amistad, la historia se prolongó a lo largo de toda la vida de ambos, con grandes vacíos e interrupciones ligadas a trágicos acontecimientos históricos como la llegada del nazismo, el exilio de la judía Hannah, la Segunda Guerra Mundial, la Alemania dividida y abochornada obligada a ajustar cuentas con su pasado y con los horrores del exterminio. Martin Heidegger y Hannah Arendt fueron y continúan siendo dos protagonistas del «terrible siglo Veinte», dos personalidades cuya grandeza y cuyo significado no pueden ser menoscabados por una relación sentimental en la que la única grandeza fue la valentía de Hannah Arendt y sobre todo la fidelidad de su afecto, que no logró borrar ni el tiempo ni los espantosos lutos y delitos acaecidos en aquella época. Es sobre Heidegger —por supuesto el más grande de los dos, una figura central en la historia de la civilización— sobre quien este avatar arroja una luz ora torva ora mezquina, entrelazándose a su compromiso con el nazismo.

    Las pruebas eran contundentes y los tres consentimos jamás enamorarnos, por más atractivo que nos pudiera parecer. Continuamos bebiendo hasta el amanecer y, finalmente, abandonamos «La Ópera». Nos despedimos con entusiasmo y nos dirigimos a la salida, jamás nos volvimos a ver. Después de todo no somos sino despojos expelidos en los márgenes delincuentes de esta ciudad asfixiada...


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Filosofía analítica,

Kripkenstein y el escepticismo (introducción)

septiembre 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments



En sus Investigaciones filosóficas —parágrafo 201— Wittgenstein nos dice:

     «Nuestra paradoja era esta: una regla no podría determinar ningún curso de acción porque todo curso de acción puede hacerse concordar con la regla...»

     Por su parte, Kripke plantea el problema de seguir una regla en el contexto de la paradoja previamente citada. Por lo que Witt termina afirmando —según Kripke— un escepticismo moderado. Lo que supondría una nueva forma de escepticismo filosófico:

     «La "paradoja" es probablemente el mayor problema en Las Investigaciones filosóficas. Inclusive alguien que cuestionara las conclusiones referentes al lenguaje privado y la filosofía de la mente, las matemáticas y la lógica que Wittgenstein extrae de su problema, bien podría considerar el problema mismo como una importante contribución a la filosofía. Puede considerársele como una nueva forma de escepticismo filosófico.» [1]

    La premisa escéptica se plantea mediante dos postulados:

     1. No es posible disponer de algún método, hecho o estado mental directamente accesible que permita justificar las pautas correctamente.

    2. Cualquier empleo que hagamos de la proposición S en T, [2] se puede concordar con el uso de S en T. [3] No hay modo alguno de asegurar la consistencia de la función lingüística en determinado periodo.

    Donde "S" es el nombre de una sensación y "T" un tiempo dado.

    S→T
    T→S
    S↔T

    El escepticismo no es irrebatible, sino manifiestamente absurdo, cuando quiere dudar allí donde no puede preguntarse. Porque solo puede existir duda donde existe una pregunta y una pregunta solo donde existe una respuesta.

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NOTAS
[1] KRIPKE, Saul. «Wittgenstein: Reglas y lenguaje privado», p.17.

[2] WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones filosóficas, I, p. 202.

[3] KRIPKE, Saul. Wittgenstein: Reglas y lenguaje privado, pp. 11, 17 y 20.



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Pseudociencia,

Psicoanálisis, un timo

septiembre 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments


El curioso caso de la adicción a las teorías y prácticas freudianas que sufría la mayoría de los psiquiatras, psicólogos y filósofos se ha terminado. Muchos de ellos ya han descubierto que el psicoanálisis como método de tratamiento simplemente no funciona y no es superior a la falta de tratamiento. Las teorías freudianas se han sometido a pruebas experimentales y se han encontrado muchas deficiencias; la gran mayoría de los estudios han dado resultados negativos y aquellos que han obtenido resultados positivos están sujetos a fuertes críticas. Se ha encontrado que las propias explicaciones de Freud sobre sus esfuerzos terapéuticos y la historia de su vida son poco fiables, poco seguras y carentes de verdad.

    Se está reconociendo cada vez más ampliamente que Freud hizo retroceder a la psicología y a la psiquiatría unos cincuenta años y evitó el desarrollo de teoría y métodos de tratamiento considerados científicos. Muy pocas veces en la historia de ciencia de un hombre, aclamado como un genio, ha hecho tanto daño a la disciplina en la que trabajó.

—Hans J. Eysenck

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Enlaces de utilidad sobre el tema:

http://www.funveca.org/revista/pedidos/product.php?id_product=428

http://www.ansiedadyvinculos.com.ar/porquefalla.htm

http://mail.fac.org.ar/pipermail/cardtran/2007-April/000907.html

http://www.lanacion.com.ar/738572-el-psicoanalisis-va-a-desaparecer-dice-mikkel-borch-jacobsen

https://goo.gl/rYTdZY



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Dostoyevski,

Los hermanos Karamasov

septiembre 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments


Dios no les había dado hijos. Es decir, les dio uno que murió a edad temprana. Grigori adoraba a los niños y no se avergonzaba de demostrarlo. Cuando Adelaida Ivanovna huyó, Grigori recogió a Dmitri, que entonces tenía tres años, y durante un año lo cuidó como una madre, encargándose incluso de lavarlo y de peinarlo. Años después tomó a su cuidado a Iván y a Alexei, lo que le valió un bofetón, como he referido ya. Su propio hijo sólo le proporcionó la alegría de la espera durante el embarazo de Marta Ignatievna. Apenas vio al recién nacido, se sintió apenado y horrorizado, pues la criatura tenía seis dedos. Grigori guardó silencio hasta el día del bautizo. Para no decir nada, se fue al jardín, donde estuvo tres días cavando. Cuando llegó el momento del bautizo, algo había pasado por su imaginación. Entró en el pabellón donde se habían reunido el sacerdote, los invitados y Fiodor Pavlovitch, que era el padrino, y manifestó que en modo alguno debía bautizarse al niño. Lo dijo en voz baja, lentamente y mirando al sacerdote con expresión estúpida.

    —¿Por qué? ‑preguntó el religioso, entre asombrado y divertido.

    —Porque... es un dragón —balbuceó Grigori.

    —¿Cómo un dragón?

    Grigori estuvo unos momentos callado.

    —La naturaleza ha sufrido una confusión —murmuró vagamente pero con acento firme, para demostrar que no quería extenderse en explicaciones.

    Hubo risas y, naturalmente, el niño fue bautizado. Grigori oró con fervor junto a la pila bautismal, pero mantuvo su opinión acerca del recién nacido. Aunque no se opuso a nada, durante las dos semanas que vivió la enfermiza criatura, él apenas la miró: afectaba no verla y estaba siempre fuera de la casa. Pero cuando el niño murió a consecuencia de un afta, él mismo lo colocó en el ataúd y lo contempló con profunda angustia. Luego, cuando la fosa volvió a quedar llena de tierra, se arrodilló y se inclinó hasta el suelo. Jamás volvió a hablar del difunto, y Marta Ignatievna sólo lo nombraba cuando su marido estaba ausente.

    La mujer observó que, tras la muerte del niño, Grigori se interesaba por las cosas divinas. Leía Las argucias con frecuencia, solo y en silencio, después de ponerse sus grandes gafas de plata. Raras veces, en la Cuaresma a lo sumo, leía en voz alta. Tenía predilección por el libro de Job. Se procuró una recopilación de las homilías y los sermones del santo padre Isaac el Sirio y los leyó obstinadamente durante varios años. No logró comprenderlos, pero seguramente por esta razón los admiraba más. Últimamente prestó oído a la doctrina de los Kblysty y se informó a fondo sobre ella preguntando al vecindario. Le impresionó profundamente, pero no se decidió a adoptar la nueva fe. Como es natural, todas estas lecturas piadosas aumentaban la gravedad de su fisonomía.

    Tal vez era un hombre inclinado al misticismo. Como hecho expresamente, la llegada al mundo y la muerte de su hijo de seis dedos coincidieron con otro hecho sobremanera insólito a inesperado que dejó en él «un recuerdo imborrable», según su propia expresión. La noche que siguió al entierro del niño, Marta Ignatievna se despertó y creyó oír el llanto de un recién nacido. Tuvo miedo y despertó a su marido. Grigori prestó atención y dijo que más bien parecían «gemidos de mujer». Se levantó y se vistió. Era una tibia noche de mayo. Salió al pórtico y advirtió que los gemidos llegaban del jardín. Pero por la noche el jardín estaba cerrado con llave por el lado del patio y sólo se podía entrar en él por allí, ya que estaba rodeado por una alta y sólida empalizada. Grigori volvió a la casa, encendió una linterna, cogió la llave y, sin hacer caso del terror histérico de su mujer, seguro de que su hijo le llamaba, pasó en silencio al jardín. Una vez allí se dio cuenta de que los lamentos partían del invernadero que había no lejos de la entrada. Abrió la puerta y quedó atónito ante el espectáculo que se ofrecía a su vista: una idiota del pueblo que vagaba por las calles y a la que todo el mundo conocía por el sobrenombre de Isabel Smerdiachtchaia acababa de dar a luz en el invernadero y se moría al lado de su hijo. La mujer no dijo nada, por la sencilla razón de que no sabía hablar... Pero todo esto requiere una explicación.

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Fiódor Dostoyevski, Los hermanos Karamazov: Primera Parte: Libro III



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Literatura

El secreto de los heterónimos, Bernanrdo Soares

septiembre 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments



—Toda buena conversación debe ser un monólogo de dos… Debemos, al final, no poder tener la seguridad de si hemos conversado realmente con alguien o si hemos imaginado totalmente la conversación… Las mejores y más íntimas conversaciones, y sobre todo las menos moralmente instintivas, son aquellas que los novelistas mantienen entre dos personajes de sus novelas… Por ejemplo…

—¡Por el amor de Dios! Seguro que no iba a citarme un ejemplo… Eso sólo se hace en las gramáticas; no sé si recuerda que hasta nunca los leemos.

—¿Ha leído alguna vez una gramática?

—Yo, nunca. Siempre he tenido una aversión profunda a saber cómo se dicen las cosas… Mi única simpatía, en las gramáticas, era para las excepciones y para los pleonasmos… Escapar a las reglas y decir cosas inútiles resume bien la actitud esencialmente moderna. ¿No es así como se dice?

—Absolutamente… Lo más antipático que hay en las gramáticas (¿ya se ha fijado en la deliciosa imposibilidad de que estemos hablando de este asunto?), lo más antipático que hay en las gramáticas es el verbo, los verbos… Son las palabras que dan sentido a las frases… Una frase decente debe poder tener siempre varios sentidos… ¡Los verbos! Un amigo mío que se suicidó —cada vez que mantengo una conversación un poco larga suicido a un amigo— había tratado de dedicar toda su vida a destruir los verbos…

—¿Por qué se suicidó?

—Espere, todavía no lo sé… Pretendía descubrir y fijar la manera de no completar las frases sin parecer hacerlo. Solía decirme que buscaba el microbio de la significación… Se suicidó, claro está, porque un día se dio cuenta de la responsabilidad enorme que iba a echarse encima. La importancia del problema acabó con su cerebro… Un revólver…

—Ah, no… Eso de ninguna manera… ¿No ve que no podía ser un revólver?… Un hombre de esos nunca se pega un tiro en la cabeza… Usted se entiende poco con los amigos que nunca ha tenido… Es un defecto grande, ¿sabe?… Mi mejor amiga: una chica deliciosa que yo he inventado.

—¿Se llevan bien?

—Hasta donde es posible… Pero esa chica, no se imagina…

Las dos criaturas que estaban a la mesa de té no mantuvieron con seguridad esta conversación. Pero estaban tan arregladas y bien vestidas que era una pena que no hablasen así…



Fotografía, «TWINS», por Veronika Bures.

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Uchutenshi

El debate es estéril y anecdótico

septiembre 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments


Recuerdo con particular melancolía aquellas tardes cálidas de otoño; mientras contemplaba los árboles semidesnudos un vientecillo anodino golpeó mi rostro y lo comprendí, fue una revelación de buten:

    los debates son estériles, sea en la academia, el mejor café de la ciudad o el foro más respetable de la red social menos respetable. A causa de esta revelación sobrenatural comprendí el absurdo que significa el encuentro intelectual y la confrontación, la indubitable verdad detrás de estas lineas son el principal motivo que me llevan a no abordar los temas con la seriedad que esperan debería adoptar, a diferencia de los espíritus más rigurosos que celebran —con justificada razón— las publicaciones que invitan a la reflexión e, incluso a la catarsis, yo las encuentro anecdóticas. Confieso empero que, en extrañas ocasiones, me encuentro con algo digno de exultación.


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Arte,

Estética

mayo 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments



La formación de juicios críticos sobre arte es la disciplina que llamamos estética, si bien es relativamente nueva, sus temas de interés se remontan a la antigua Grecia, posteriormente en el siglo XVIII se agrupan bajo una misma disciplina. La estética moderna gravita en torno a dos intereses: las obras de arte y la experiencia estética.

    Respecto a los objetos denominados obras de arte, se suscitan cuestiones del tipo: ¿Puede definirse el «arte»? ¿Por qué son importantes estos objetos? ¿Cómo pueden representar el mundo las pinturas? ¿Cómo puede la música expresar emoción?

    En cuanto a esa experiencia específica llamada «experiencia estética», se advierte que no se reduce tan sólo a la apreciación del arte. Una experiencia estética es disfrute de una bella visión, de ahí que se suscite la pregunta sobre cómo puede definirse este tipo de experiencia y en qué se distingue de otras categorías experimentales.

La definición del arte 


La definición es indudablemente uno de los temas más recurrentes e importantes en la estética. Intentar definir las principales características del arte llevó a Collingwood y Croce a formular su «teoría de la expresión»; una obra de arte es la «expresión» de un sentimiento, y por tal expresión se entiende que la naturaleza del sentimiento se investiga y aclara teniendo en cuenta el material gráfico. Es una teoría que vincula el arte con el sentimiento y las emociones, que carece empero, de rigor o sustento suficiente para tomarla con demasiada seriedad. En primer instancia, porque jamás se define apropiadamente ese sentimiento al que se refiere Croce. También pretende explicar todas las artes bajo una misma teoría; así, lo común a la pintura, la poesía, la escultura, la danza y la música en tanto artes que facilitan el desarrollo y el estudio de las emociones.

    Todas las disputas en torno a la definición del arte no han sido solucionadas, ni lo serán por un largo tiempo. El debate empero —al igual que otros debates filosóficos—, si bien no ha llegado a una conclusión definitiva, contribuye a clarificar cuáles son los problemas y la naturaleza del arte. Lo mínimo que se puede esperar de esta discusión es saber por qué resulta tan complicada la definición del arte.

    Cuando Duchamp expuso su pala para quitar nieve, no «expresaba» esas emociones que defendió la teoría de Collingwood y, ciertamente, no manifestaba la habilidad artística de su creador, ni representaba algo en particular. Fuera cual fuera su presunta belleza, esta no se debía a Duchamp.

Experiencia estética


La Crítica del juicio de Kant ha ejercido una enorme influencia en la disciplina estética, al ser uno de sus temas centrales en la discusión, la experiencia estética. Kant planteó por primera vez la idea de que existe un especial placer desinteresado que se da en la apreciación de la belleza (ya sea en la naturaleza o en el arte) y que es distinto de otras formas de placer que buscan satisfacer los deseos. Kant se propuso demostrar que este tipo de reacción tiene un valor universal y, según su teoría, si una persona contempla una rosa o una pintura y tiene esta experiencia especial al contemplarlas, puede afirmar que la rosa o la pintura son bellas y esperar que los demás también lo consideren así.

     Kant eliminó otras reacciones posibles al apreciar algo bello, por ejemplo, que un objeto guste porque es útil, moralmente correcto, intelectualmente persuasivo o significativo desde el punto de vista político. Por lo tanto, acabó definiendo la contemplación estética como el hallazgo de algo satisfactorio al percibir, es decir, al escuchar o al observar algo, independiente de otros aspectos que no sea la propia percepción. Describió dicha experiencia de forma positiva como el libre juego de la imaginación y del entendimiento, lo que quiere decir que se estimula la capacidad de percepción y que no es necesario que haya un objetivo más allá de este estímulo para dar explicación de la satisfacción que se siente al contemplar los objetos propios de la naturaleza y/o el arte

Reacción individual y demanda pública


Encuentro particularmente interesante la tensión entre el aspecto individual (subjetivo) de la reacción estética y el carácter público (intersubjetivo) del juicio estético.

    Cuando una persona dice que un objeto o una obra es bello o artísticamente conseguido, lo único que está diciendo es que, por algún motivo, le gusta. Pero  en esa afirmación va implícito que los demás deberían estar de acuerdo y considerarlo también bello, en otras palabras, los juicios estéticos reivindican la objetividad. Hay dos aspectos que fomentan tal reivindicación. El primero es que a pesar de la influencia de la moda hay muchas obras a las que se le reconoce su importancia con el paso del tiempo. El escritor griego Longinos lo señaló así en «De lo Sublime»:

    «Cuando incluso hombres que difieren en sus costumbres, su vida, sus entusiasmos, sus edades, sus compromisos, están de acuerdo y mantienen idéntica opinión acerca de los mismos escritos [u obras de arte], entonces el veredicto unánime... de jueces tan discordantes hace que la fe en los pasajes [u obras] que admiramos sea sólida e indiscutible.»

    En segundo lugar, se puede utilizar el razonamiento intelectual para defender la pretensión de que los juicios estéticos poseen validez intersubjetiva. Así, ciertas características de un óleo pueden destacarse como evidencias de su excelencia artística; por ejemplo, se puede mostrar el equilibrio de la composición de una obra según la posición de las figuras representadas por la disposición de los rasgos del paisaje. Si bien tales singularidades no proporcionan pruebas irrefutables de que el juicio que alguien emite sobre una pintura sea correcto, si ofrecen razones objetivas para llegar al acuerdo. Sin embargo, ningún estudioso de la estética ha demostrado que cualquiera de estas posturas —reivindicar la objetividad del fundamento personal del juicio— pueda verse como falsa, aunque tampoco han podido mostrar el modo de superar el conflicto.

El valor del arte


Hay varios motivos por los que un óleo, una composición musical y otras manifestaciones artísticas puedan ser consideradas como valiosas; por ejemplo, pueden transmitir información, promover cierto tipo de conductas o, sencillamente, divertir y entretener, incluso se pueden considerar como productivas inversiones financieras. Estos son los motivos por los que una obra de arte puede tener un valor funcional, y hay muchas que deben su valor a estas causas; por ejemplo, ciertos objetos del arte religioso o retratos que cumplen funciones de este tipo. Las obras de arte empero, también pueden tener un valor intrínseco; es decir, se consideran valiosas por el tipo de experiencias sensitivas que proporcionan. Dichas experiencias son apreciadas por sí mismas y no por propósitos superiores o por el provecho ulterior que puedan proporcionar.

    Estas dos maneras de valorar una obra de arte no son necesariamente opuestas. El hecho de que cierta pintura sea un retrato, y pretenda por lo tanto guardar un parecido con el modelo y transmitir información acerca de él —puntos que indican la posición de un valor funcional—, no es óbice para que también tengan un valor intrínseco. Con todo, la adecuación a la función no es condición para que la pintura posea un valor intrínseco.

Neuroestética


Entre las teorías más sobresalientes encuentro relevantes las del neurólogo Ramachandran y el neurobiólogo Rizzolatti. Ramachandran
ha estudiado la amígdala donde reside uno de los núcleos emocionales de nuestro cerebro, ahí es donde se puede valorar el significado emocional de aquello que estamos observando. Ramachandran se enfocó en lo que sucede en el sujeto cognoscente cuando crea o admira una obra de arte, y de ahí lo bello y lo estético. Mostró a los sujetos de estudio distintas obras pictóricas que ellos habían considerado bellas. Para alcanzar la concepción de belleza de cada sujeto, se les ofrecía gran cantidad de obras pictóricas que eran clasificadas por cada uno de ellos como bella, neutra o fea. Posteriormente se repetía el proceso analizándolo con técnicas de resonancia magnética funcional. El resultado si bien no puede explicar en qué consiste la belleza, nos muestra las zonas de activación e incremento de la actividad neuronal ante la percepción de la belleza, los estímulos presentados a los sujetos estaban divididos en dos categorías: retratos y paisajes. Como se esperaba, Ramachandran advirtió que no existe un centro especializado en la belleza y otro en la fealdad.

    Rizzolatti por su parte, tiene como estudio la experiencia estética y si esta es enteramente subjetiva. A través de la fMRI se mostró a distintos sujetos de estudio esculturas pertenecientes al Arte Clásico y del Renacimiento. Se mostraban dos tipos de piezas: imágenes de las obras originales y versiones con la proporción modificada. Los estímulos eran mostrados con tres peticiones: la observación, el juicio estético y el juicio de la proporción. Entre los resultados más interesantes del estudio encontramos que la observación de las esculturas originales en relación a las modificadas producía una activación de la zona de la ínsula derecha así como otras áreas concretas del cerebro. La activación de esta zona era particularmente fuerte ante la tarea de observación. Cuando los sujetos juzgaban las esculturas como bellas, se activaba la parte derecha de la amígdala. De esta investigación se entiende que el sentido de la belleza está mediado por dos procesos no mutuamente excluyentes: uno basado en la activación de determinadas neuronas corticales y de la ínsula, entendiendo esto como percepción objetiva de la belleza; el otro, basado en la activación de la amígdala, encargada de las experiencias emocionales del sujeto, entendiendo esto dentro de la percepción subjetiva de la belleza.

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BIBLIOGAFÍA

Benedetto Croce, La estética como ciencia de la expresión y lingüística general (1902).
Robin George Collingwood, Essays in the Philosophy of Art (1964).
Immanuel Kant, Crítica del juicio (1790).
Ramachandran V. S. & Hirstein W., The Science of Art: a Neurological Theory of Aesthetic Experience (1999)
Ramachandran V. S. Hirstein W. Journal of Consciousness Studies (1999).
Giacomo Rizzolatti, The Golden Beauty: Brain Response to Classical and Renaissance Sculptures (2007).


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Matemáticas

Conversión a decimal

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments


Cualquier número escrito en una base distinta de diez puede ser convertido a la forma decimal expresándolo como suma de potencias de la base. Por ejemplo, el número binario 11001111 es igual a:

(1 x 27) + (1 x 26) + (0 x 25) + (0 x 24) +
(1 x 23) + (1 x 22) +
(1 x 21) + (1 x 20)

esto es:

(1 x 128) + (1 x 64) + (0 x 32) +
(0 x 16) + (1 x 8) + (1 x 4) + (1 x 2) +
(1 x 1)

así  queda 128 + 64 + 0 + 0 + 8 + 4 + 2 + 1 = 207 en el sistema decimal.

El número hexadecimal (en base 16) 1A9D (en decimal,  A es 10 y D es 13) se expresa como:

(1 x 163) + (10 x 162) + (9 x 161) +
(13 x 160) = (1 x 4096) + (10 x 256) +
(9 x 1) + (13 x 1) = 4096 + 2560 + 144 + 13 =
6813 en la forma decimal.

El proceso opuesto, la conversión de la forma decimal a cualquier otra base, se realiza descomponiendo el número en grupos apropiados; factorización.



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Filosofía analítica,

Refutalidad popperiana (introducción)

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Popper señaló que había una asimetría lógica entre las tareas de confirmación o verificabilidad y refutación o falsabilidad, ya que confirmar una generalización de carácter universal requiere una infinitud de instancias, mientras que sólo se necesita una para refutarla. Por lo tanto, no cabe esperar nunca confirmar de manera total una hipótesis científica, aunque sí se puede esperar refutarla. Según Popper, las hipótesis científicas no son meros instrumentos, sino que aspiran a describir cómo es el mundo, y gracias la refutabilidad de las hipótesis se puede, como mínimo, evitar los errores y, más aún, se puede llegar a conclusiones positivas.

    Si se ha sometido una hipótesis a pruebas severas pero no se ha conseguido refutarla, entonces es racional aceptar dicha hipótesis como momentáneamente verdadera, ya que siquiera entonces puede afirmarse con total seguridad que sea verdad, porque la hipótesis, según Popper, no ha sido probada sino «corroborada». Popper también afirma que la ciencia pretende producir hipótesis temerarias y, por ende, relativamente fáciles de refutar, puesto que si no se refutan, se habrán obtenido conocimientos nuevos sobre el mundo. La irrefutabilidad, tal como el la analiza, no es una prueba de la fuerza de la teoría científica, sino una prueba de su gran debilidad.

    La concepción que Popper tiene de la ciencia parece eludir algunas objeciones que se habían hecho a la inducción; sin embargo, comparte con el enfoque positivista un territorio que está estrechamente relacionado con tales objeciones, las cuales, a su vez, puede hacerse contra Popper. Ese territorio común es creer que se puede trazar una distinción entre los contenidos de una teoría científica y la descripción inmediata de la evidencia en la que se basa dicha teoría. Uno de los principios fundamentales tanto de Popper como de los positivistas es que la evidencia necesaria puede aparecerse de un modo completamente «neutral» entre las teorías científicas; por lo tanto, la tarea de los científicos es buscar cuál es la teoría que se ajusta mejor a la evidencia. Dicha opinión, sigue ejerciendo influencia en la concepción popular de la ciencia.

    Yo insistiría en el argumento de que no hay una forma neutral de describir la evidencia necesaria para elaborar teorías científicas, no hay una evidencia que sea independiente de una teoría. En otras palabras, la percepción que tiene del mundo cualquier persona está «cargada de teoría», de forma que no es posible una confrontación completamente imparcial con la «pura» experiencia. Además, los científicos tienden a contemplar la ciencia como un conjunto de conocimientos mutuamente interdependientes, en un holismo. Eso significa que los términos utilizados en una teoría científica sólo poseen sentido en el contexto de esa teoría. Asimismo, una teoría holística tiene propensión a cambiar el significado de su terminología cuando se enfrenta a una evidencia contraria; por lo tanto, no se puede refutar una teoría por el hecho de que se haya la falsedad de una de sus afirmaciones, ya que no se puede tomar esa afirmación como separada del resto del conjunto que integra la teoría.





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Filosofía,

Querer decir más de lo que se dice

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments


El filósofo H. P. Grice realizó un estudio sobre cómo utiliza la gente el lenguaje para comunicar más de lo que dice. Aseguraba que todas las conversaciones se rigen según cuatro máximas:

    1) Cantidad: no dar una información excesiva ni escasa;
    2) Calidad: no decir lo que es falso o dudoso;
    3) Relación: atenerse a lo relevante;
    4) Maneras: no ser oscuro, ambiguo o prolijo.

    Estas reglas se pueden romper de cuatro maneras:

    a) violando una regla, por ejemplo mintiendo;
    b) decidiendo no adoptar una regla, por ejemplo diciendo que no se está en posición de proporcionar más información;
    c) enfrentándose a un conflicto entre dos reglas, como cuando no se puede dar información suficiente para ser útil sin decir cosas de las que no se está seguro;
    d) incumpliendo una regla de forma ostensible.

    Un ejemplo famoso de incumplimiento de una regla se refiere a un profesor de filosofía al que una empresa le pidió que diera referencias de uno de sus alumnos. Se limitó a escribir: "Tiene una caligrafía muy bonita." El empresario supondría que el profesor había omitido mencionar las capacidades intelectuales del alumno con el fin de no tener que decir algo negativo sobre él, de modo que daba referencias sin proferir ninguna palabra desagradable. Ahí una prueba que en la praxis, todo esquema filosófico, como el del citado Grice, nos compromete y resulta poco o nada útil.



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Descartes,

Rene Descartes

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Todo el sistema de Descartes se construye sobre el principio inconmovible del «cogito ergo sum». Piedra angular de esta construcción es la idea de Dios. Existe un ser del cual —aunque exterior a nosotros—, precisa afirmar su existencia con la seguridad de las ideas «claras» y «distintas»: Dios.

     Dos argumentos de la existencia de Dios da Descartes. El primero lo toma de San Anselmo. El segundo, de la limitación de los hombres como seres finitos, para poseer por sí mismos la idea de lo infinito (argumento claramente falaz). De nada —dice Descartes—, no puede provenir nada. En base a eso Descartes deduce (falazmente): «la causa no puede contener menos realidad o perfección que el efecto». Descartes encontraba en el mismo, la idea de Dios como la de un ser infinitamente perfecto, pero como Descartes era finito e imperfecto, no podría haber producido dicha idea de Dios. «Dios mismo ha sembrado en el hombre la idea de lo Infinito».

     De la ontología cartesiana conocemos conceptos como sustancia, atributo y modo. Sustancia para Descartes es aquello que de tal manera existe, que no necesita otra cosa para su existencia. Descartes admite que sólo Dios es sustancia, stricto sensu. En sentido más amplio llama sustancia a todo lo que —únicamente— necesita de la cooperación divina para su existencia; sin la fuerza creadora y conservadora de la divinidad, las sustancias finitas no existirían o se reducirían a la nada. La sustancia es conocida por sus propiedades, la propiedad fundamental que expresa la «esencia» del objeto y que puede concebirse por sí sola (sin presuposición de otras propiedades), se llama «atributo».

     Descartes distingue entre Dios, como sustancia infinita —res infinita—, y dos clases de sustancia finitas; espíritu y cuerpo. El atributo del espíritu es el pensar —res cogitans—. En eso se manifiesta su esencia; nunca está por lo tanto, sin pensar. El atributo del cuerpo es la extensión —res extensa—, debido a que sin ella no es posible cuerpo alguno.

     Descartes entiende por «modos» o «accidentes» aquellas propiedades de las sustancias que presuponen la existencia de atributos. El sentir, el querer, el anhelar, el imaginar, el juzgar, son «modos del pensamiento» (es decir, modificaciones de la conciencia). La figura, la posición, los movimientos (del espacio) son, por el contrario, «modos de la extensión».

     La filosofía de Descartes parte de un enfoque en primera persona por una sencilla razón, a saber; defender el dualismo, argumento de gran significación en la filosofía cartesiana debido a que desde tal perspectiva, puede tener un conocimiento total e infalible de los contenidos mentales. El «je pense, donc je sois», es para Descartes únicamente el punto metódico de partida, en base a ello, plantea todo su sistema.

     Permanece cierto en toda duda que yo pienso, que soy una cosa pensante («une chose qui pense») —dice Descartes—. Esto no lo adquiere por medio de un silogismo, sino por la «luz natural» de su razón, por una «representación clara y distinta» («perception claire et distincte»). Todo esto da lugar a la famosa «duda metódica»:

     Advertí luego, que queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: 'yo pienso, luego soy', era tan firme y segura que los más audaces argumentos de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando [...]

     Indubitablemente dicho argumento es falaz. Recordemos que el principal argumento cartesiano a favor del dualismo gira en torno al postulado de que la mente es una sustancia cuya propiedad esencial es el pensamiento —res cogitans—, mientras que el cuerpo es una sustancia cuya propiedad esencial es ocupar un espacio —res extensa—. Descartes escribió que tenía una concepción clara del cuerpo y la mente como sustancias distintas, y que Dios puede hacer realidad todo aquello que se puede concebir con claridad, de lo que se deduce; el cuerpo y la mente son distintos.

     Con este argumento Descartes cae en la famosa falacia del hombre enmascarado; el hecho de que se pueda dudar de la existencia del cuerpo pero no de la mente, no implica que sean entidades distintas. El argumento cartesiano se da en los siguientes términos:

    1. Estoy seguro de que tengo una mente.

    2. No estoy seguro de que tenga un cuerpo.

    3. Por lo tanto, mi mente es distinta de mi cuerpo.

    Puede advertirse, con indubitable claridad, que este argumento es una falacia si lo comparamos con el siguiente:

    1. Sé quién es mi padre.

    2. No se quién es este hombre enmascarado.

    3. Por lo tanto, este hombre enmascarado no es mi padre.

Sin mencionar que desde un punto de vista objetivo, no se puede realizar afirmaciones válidas acerca de las propiedades esenciales de la materia; el dualismo cartesiano crea demasiados problemas, uno de ellos es la cuestión de las otras mentes (la mía la de vosotros, etcétera), planteada primeramente por Berkeley. Si el cuerpo y la mente son entidades lógicamente separadas, no puede haber ninguna prueba desde premisas físicas, que el resto de seres humanos posea una mente; si se parte de la perspectiva cartesiana, la única cosa del mundo que tiene una mente consciente es él, Descartes.

     Otro de los problemas que nos planteamos es que el dualismo cartesiano deja un elemento de misterio en la relación de la mente con la materia. Los acontecimientos mentales (por ejemplo el dolor) son causa de acontecimientos físicos, pero también son causados por dichos acontecimientos físicos (por ejemplo cortarse con un cuchillo). Por lo tanto, los científicos no sólo deben referirse a los objetos físicos, como los átomos y los electrones, sino también a los acontecimientos mentales, como el dolor y los razonamientos. Sin embargo, parece que no hay necesidad de hacerlo, ya que todo hecho físico puede ser justificado a partir de otros hechos físicos, sin recurrir a los conceptos mentales. De modo que, o bien los hechos mentales no son causalmente activos —perspectiva conocida como «epifenomenalismo— o tienen tanto aspectos físicos como mentales, algo que contradice la afirmación de Descartes.




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Filosofía analítica,

Sophos

mayo 02, 2016 Uchutenshi 0 Comments





Entre los colegas filósofos es frecuente tropezar con un nutrido grupo con alma de poeta, es decir; confunden la creación literaria con el rigor filosófico. Excesivos ejemplos de este padecimiento lo encontramos de Descartes a Kant; de Hegel a Sartre y, de Foucault a Žižek.

    Una filósofa contemporánea —no muy brillante— nos dice lo siguiente:

    «El discernimiento filosófico es la fuente por excelencia de toda transformación profunda. Solo se transforma lo que se comprende con radicalidad, es decir, aquello en lo que se detiene la luz de la conciencia plena.»

    Quiero suponer que si el Sócrates platónico estuviese con vida, le preguntaría a la brillante Mónica Cavallé, ¿qué es esa «transformación profunda» de la que te jactas conocer? ¿A qué te refieres con «la luz de la conciencia plena»? ¿Cuál es el método para llegar a un discernimiento filosófico fiable? Esto si antes no pregunta «qué es el discernimiento filosófico» y, sobre sus atributos y propiedades; lo mismo valdría para «la compresión radical» que Cavallé menciona tan descuidadamente. Ejemplos de este género sobran, como podremos ver a continuación:

    «El acontecimiento es precisamente aquello que no puede ser creado, lo que nos sorprende.»

    Esto lo menciona Žižek a en su libro «Acontecimiento», en donde nos expone la idea del «acontecer», del «advenimiento». Žižek empero, nunca explica qué es el acontecer. El esloveno —indubitablemente—, es un poeta.

    Al intentar comprender el significado de una palabra; no debemos preguntarnos qué significa sino cómo se usa, y sacarla de ese juego de lenguaje es abusar del mismo. Algunos planteamientos —como los de Hegel o Heidegger— intentan forzar el lenguaje más allá de sus límites; ya que la respuesta no proviene del hecho de formular preguntas respecto a problemas filosóficos, sino de advertir que se había errado al plantearlos. El valor de verdad de una proposición no es un problema de análisis lógico sino un problema de experiencia; en consecuencia, sólo tienen sentido las proposiciones verificables, sea o no posible su verificación actual.

    A continuación expongo temas de interés que deberían ocupar —no delimitar— el quehacer filosófico.¹


1. Las ciencias formales


Lógica y matemáticas. Con frecuencia se hace referencia a la lógica y a las matemáticas como (ejemplos de) ciencia. ¿En qué sentido son (estas disciplinas) ciencias? ¿Cómo podemos conocer las verdades lógicas y matemáticas? ¿A qué verdad apelan? ¿Cuál es la relación entre las matemáticas y la ciencia empírica?


2. La descripición científica


    ¿Qué es lo que constituye una descripción científica adecuada? ¿Cuál es la lógica de la formación de los conceptos que intervienen en dicha descripción?

3. La explicación científica


    ¿Qué es lo que se quiere decir cuando se afirma que la ciencia explica? ¿Qué es una explicación científica? ¿En qué consiste? ¿Existen otro tipo de explicaciones? En caso afirmativo, ¿cómo están relacionados estos tipos de explicación con la explicación científica?

4. Predicción


    Se afirma que la ciencia predice. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se relacionan la predicción y la explicación? ¿Cuál es la relación entre estas dos últimas y la prueba científica?

5. Causalidad y leyes


    La ciencia explica por medio de leyes. ¿Qué son las leyes científicas? ¿Cómo ayudan a explicar? Excesivas leyes son conocidas como leyes causales. ¿Hay leyes que no sean causales? En caso afirmativo, ¿qué son estas?

Postulados


    1. Lo real es cognoscible.
    2. El mundo es exterior al sujeto cognoscente y tiene existencia por si mismo.
    3. Todo lo existente es material.
    4. Nuestro conocimiento de lo real no es perfecto.
    5. El conocimiento más fiable sobre lo real es el que se obtiene a través de la aplicación del método científico.
    6. El conocimiento científico es indirecto.
    7. Las teorías científicas pueden mejorarse..
    8. Todo lo existente es un sistema o componente de un sistema.
    9. Todo sistema posee propiedades generales que sus componentes no poseen.
    10. Todo sistema es independiente de otro sistema, pero esta independencia es una forma de imbricación con lo existente.

    Los postulados dfienden la tesis ontológica del realismo científico, también se advierte un guiño a la tesis gnoseológica de inteligibilidad; realismo ontológico porque se distingue entre «las cosas»; objetos concretos, materiales y los hechos que a ellos acaece; y los constructos —objetos conceptuales— que los representan, es decir, datos, modelos hipótesis, teorías, abstracciones, etcétera.

    Es importante señalar que la ciencia no prueba la existencia de lo real, sino que, por el contrario, lo da por supuesto. Nuestro conocimiento sobre lo real es incompleto porque se construye sobre modelos seleccionados de los hechos de interés, es decir, las variables que se tienen en cuenta para describir un determinado modelo son únicamente algunas posibilidades de las muchas que puede haber; obedecen a un paradigma y nuestras limitantes tecnológicas ciertamente son un impedimento —de momento— para mejorarlo. No se puede afirmar empero, que sea un conocimiento directo, es decir; una teoría científica se refiere de manera inmediata a un modelo idealizado de un sistema —cuyo comportamiento se pretende describir, explicar y predecir— y no a lo real en sí. Las teorías si bien no son perfectas, pueden mejorarse, es decir, hay proposiciones fácticas aproximadamente verdaderas y, toda aproximación a la verdad, es perfectible.

_____ 
¹Klemke, Hollinger & Kline (1980). Introductory Readings in the Philosophy of Science. Buffalo, N.Y.: Prometheus Books.



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