Filosofía,

Yo mismo

noviembre 05, 2014 Uchutenshi 0 Comments


En ocasiones creo «percibír» una entidad a la que llamo «yo», ésto tras atender a ciertas «impresiones» sucesivas que también percibo, es decir; los estímulos externos. Empero, ese sujeto personal que Descartes parece dar por descartado, no lo percibo nunca.

     Cuando penetro íntimamente en lo que Hume llamó «yo mismo», suelo encontrarme —al igual que Hume— con una u otra percepción concreta, como el frío o el calor, así como una u otra pasión concreta, como el placer y el dolor —maestros exigentes a los que estamos sometidos, decía el viejo Platón—. Pero nunca puedo percibír un «yo mismo», sin encontrarme siempre, con una percepción o pasión. Sin embargo ¿quién o qué realiza esta interesante comprobación? Sin duda no es la percepción o la pasión. Una cosa es notar que tengo frío o calor, o que siento placer o dolor y, otra es «darme cuenta» que lo estoy percibiendo.

     De ésto no se sigue que el «yo» sea una ilusión, acaso es una deficiencia del lenguaje. La proposición «yo», no es el nombre de algúna cosa concreta, cómo tampoco lo es el «aquí» o el «ahora». ¿Acaso creemos que hay un sitio fijo y determinado en el espacio, llamado «aquí»? o ¿Creemos que hay un «momento temporal» concreto e intersubjetivo llamado «ahora»? Cuando afirmo que «yo pienso, percibo, siento, existo», estoy afirmando que «se piensa, se percibe, se siente, se existe» en un lugar fijo y determinado —«aquí»—, y en un momento temporal, concreto e intersubjetivo —«ahora»—.

     El alevoso Kant podría afirmar que la proposición «yo pienso» puede acompañar a todas mis representaciones mentales, pero lo mismo podría decirse del «aquí» y el «ahora». Sabemos empero, que en física no hay tal cosa como un tiempo absoluto o un espacio absoluto y, sin embargo, algo estoy diciendo al hablar así; sería abusivo suponer que esas proposiciones descubren una entidad fija, estable y duradera, es decír; permanente e inmutable.

     Uno de los citados problemas se presenta cuando suponemos que a las proposiciones le debe corresponder algo en el mundo, sustantivo y tangible —aquí rompo relaciones con mi viejo amigo Witt—, cuando en la praxis no sucede así; muchas proposiciones no designan sino posiciones, relaciones o principios abstractos. Otro absurdo lingüístico consiste en considerar a los verbos (como el ser y existir) como nombres de «acciones» y buscar por lo tanto, el sujeto que las realiza. Si afirmo «yo existo», el verbo —infinitivo— existir se me representa como si señalase algún tipo de acción concreta, como ocurre cuando digo «yo paseo» o «yo como». Lo mismo sucede con el infinitivo «ser». Estos problemas son producto de nuestro lenguaje y, la filosofía acaso, tendría la obligación de aclarar estos galimatías antes de pretender establecer sistemas doctrinales.

     En conclusión, puedo afirmar que los problemas ontológicos son «indecibles»; se nos presentan al no advertir que, en primer lugar, se había errado al plantearlos. Con todo, esta afirmación no es inconcusa.


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Filosofía,

A'Tuin

octubre 30, 2014 Uchutenshi 0 Comments



Hace no mucho tiempo se encontraba un sabio gurú indio dando una charla muy casual en Oxford sobre el universo. Aseguraba que el mundo está sostenido por un gran elefante que apoya sus patas sobre el lomo de una sabia y enorme tortuga. Una extrañada y curiosa señora le preguntó cómo se sostenía la tortuga; el sabio aclaró que se apoya sobre una ciclópea araña. La señora insistió, indagando sobre el sostén de la araña y el guru —algo cabreado— afirmó que se mantiene firme sobre una roca colosal. Como es de esperar, la señora volvió a cuetionar el sósten de la colosal roca y, el gurú exasperado, sabio y mosqueado repuso a gritos: «¡Señora, le aseguro que hay rocas 'hasta abajo'!» El problema no era que el gurú fuese un indio sabio, y la señora una inquisidora inglesa, sino que aquel hablaba el lenguaje del mito y ésta tenía auténtica e impertinente curiosidad filosófica.

     Algo similar le sucedió a un inminente físico, quien  explicaba a unos periodistas —con la mejor voluntad divulgadora—, la teoría de la gran explosión como origen físico del universo. Impaciente, uno de ellos le interrumpió: «Vale, muy bien pero, ¿existe o no existe Dios?».

     El lector advertirá el flagrante error del periodista al confundir entre campos de conocimiento distintos; uno hablaba de ciencia el otro de mitología. Y esto sucede más veces de lo que me gustaría aceptar; Dios no es un principio físico, así como un principio físico no pertenece a la teología y ésta no pertenece a la mitología. En matemáticas por ejemplo, se exige exactitud, mientras que el rigor en el razonamiento es lo ùnico que se puede esperar de los asuntos éticos y políticos —según señaló Aristóteles en su Ética a Nicómaco—. Así, el filósofo debe advertír y saber diferenciar las distintas áreas de conocimiento, para no caer en flagrantes errores como la dama inglesa o el despistado periodista.



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Lewis Carroll,

Los dos relojes de Carroll

octubre 30, 2014 Uchutenshi 0 Comments




¿Qué es mejor, un reloj que está a la hora una vez al año o, uno que lo está dos veces al día?

     «El segundo», respondes «incuestionablemente». Muy bien, ahora atiende.

     Tengo dos relojes: uno no anda en absoluto y el otro se atrasa un minuto al día, ¿cuál preferirías? «El que se atrasa», contestas «sin duda alguna». Ahora observa; el que se atrasa un minuto al día tiene que perder doce horas, o setecientos veinte minutos antes de que esté de nuevo en punto; por consecuencia, sólo está a la hora una vez cada dos años, mientras que el otro lo está evidentemente, tantas veces cuantas vuelva la hora que él indica; lo que ocurre dos veces al día. Así que te has contradicho una vez.

     —¡Ah!, pero —dices— ¿de qué sirve que sea puntual dos veces al día, si no puedo saber a qué hora lo soy?

     Vale, supongamos que el reloj marca las ocho en punto, ¿no ves acaso que el reloj estará a la hora cuando dan las ocho en punto? En consecuencia, cuando sean las ocho en punto, tu reloj estará a la hora.

     «Sí, eso lo veo», respondes. Muy bien, entonces te has contradicho dos veces; ahora sal del aprieto lo mejor que sepas y, no te contradigas otra vez si puedes evitarlo. Podría ser que siguieras preguntando: «¿Y cómo voy a saber cuándo son las ocho en punto? Mi reloj no va a decírmelo».

     Ten paciencia, tú sabes que cuando sean las ocho en punto tu reloj estará a la hora, muy bien, ésta es tu regla: mantén tus ojos fijos en el reloj y, en el momento preciso en que esté a la hora serán las ocho en punto.

      «Pero». Dirás, sin embargo, con eso habrá de bastar; mientras más arguyas, más irás alejándote del punto, así que será mejor que paremos.




Imagen de Mª Ángeles Gavira

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Literatura,

El señor ascohumano y yo

octubre 17, 2014 Uchutenshi 0 Comments


Me encontraba hundido en el sofá de la biblioteca mientras sostenía una plática con un señor de flacura insultante, era muy elegante, pero tal vez demasiado consciente de serlo, hablaba sobre filosofía —mal— y mientras me martirizaba con sus infamias, tenía el descaro de exigir seriedad; silenciando así, la tonadilla del cazador furtivo proveniente de mis labios.

     Me dirigí a la cantina, cogí una botella de vino apócrifo y me dedique a la loable tarea de vaciar el líquido con velocidad pentatlónica. Tras escuchar Der Freischütz —dos botellas y tres cigarros después— y fingir interés en el señor ascohumano, llegue a una inexorable resolución:

     Indubitablemente los que monopolizan la palabra no necesariamente «saben más», sino que hablan más: tienen la desgraciada costumbre de ladrar estupideces sin tregua.



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Arte,

Giuseppe Tartini, Sonata in G Minor Devil's Tril

octubre 17, 2014 Uchutenshi 0 Comments


Una noche soñé que hacía un trato con el Diablo por mi alma. Todo vino a mi mandato; el insólito sirviente anticipaba cada uno de mis deseos. Me asaltó de pronto la idea de prestarle mi violín y ver lo que podía hacer con él.

     Pero qué enorme fue mi asombro cuando le oí tocar con habilidad consumada una sonata de tan exquisita belleza que sobrepasaba el más audaz vuelo de mi imaginación. Me sentí arrebatado, transportado, encantado; mi aliento se suspendió; y desperté.

     Tomando el violín, procuré retener los sonidos que había escuchado. Pero fue en vano. La pieza que compuse entonces, la Sonata del Diablo, aunque la mejor que jamás haya escrito, ¡qué lejos está de la que oí en mi sueño!



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Filosofía analítica,

Elegir lo que significa una palabra

octubre 09, 2014 Uchutenshi 0 Comments




—No sé qué quieres decir con «gloria», dijo Alicia. Humpty Dumpty sonrió con desdén.

      —Claro que no lo sabes, hasta que te lo diga... Cuando utilizo una palabra —dijo Humpty Dumpty en un tono casi despectivo— significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.

     Entre los diversos trabajos de Lewis Carroll, destacan las historias para niños que incluían ideas matemáticas y filosóficas. En este fragmento de «A través del espejo», Carroll ridiculiza la teoría  lockeana en la cual las palabras signican lo que el hablante quiera. Para utilizar un lenguaje de manera apropiada —dice Carroll—, el usuario debe reconocer que los significados de las palabras vienen parcialmente o totalmente determinados por una convención públicamente aceptada.

     Según Locke, el significado de una palabra viene determinado por los pensamientos («ideas») que posee el hablante y posiblemente también el oyente. Así, las palabras son etiquetas para la colección privada  de ideas que cada uno tiene; «La percepción del acuerdo o desacuerdo de dos ideas».

     Wittgenstein, al igual que Carroll, atacó esta noción lockeana de lenguaje privado por reduccionista. Para Wittgenstein, el significado de una palabra viene determinado por su uso, de modo que la comprensión es una habilidad para emplear la palabra. Así, todas las frases con significado pueden analizarse como palabras formadas por nombres que remiten a objetos simples y cada objeto simple tiene sólo un nombre. Un hecho es una compleja relación de objetos simples y una oración representa dicho hecho mediante la combinación de los nombres de los objetos a fin de describir la relación que hay entre ellos. Por lo tanto, el único uso del lenguaje es hacer constar hechos acerca de los objetos que están en el mundo. Cualquier intento de emplear el lenguaje para otro propósito —como pretenden hacer los juicios de valor o los metafísicos—, implica un esfuerzo incoherente por ir más allá  de los límites del sentido.

     Al intentar comprender el significado de una palabra; no debemos preguntarnos qué significa sino cómo se usa, y sacarla de ese juego de lenguaje es abusar del mismo. Supongamos que un frutero cuenta cinco manzanas, sería absurdo extraer la palabra «cinco» de este contexto («cinco manzanas») y preguntarnos a qué misterioso objeto no físico se refiere.

     Si nos preguntamos por el significado de una palabra en un lenguaje particular, lo que nos encontramos son más palabras de ese lenguaje; lo que significan —si es que significan algo—, sigue sin conocerse. Por lo tanto, cualquier hecho objetivo que determine lo qué significa una palabra debe estar fuera del lenguaje; sin embargo, la única vía para representar ese hecho sería a través del lenguaje mismo, así que, no puede estar fuera del lenguaje. En conclusión, no hay fundamentos metafísicos para el lenguaje.

     Algunos planteamientos —como los de Kant o Heidegger— intentan forzar el lenguaje más allá de sus límites; ya que la respuesta no proviene del hecho de formular preguntas respecto a problemas filosóficos, sino de advertir que se había errado al plantearlos.


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Filosofía,

Principio antrópico

octubre 09, 2014 Uchutenshi 0 Comments


¿Tenemos certeza sobre la naturaleza de «todo» el Universo? Es decir, podemos afirmar rotundamente que las propiedades conocidas en física —como las cuatro fuerzas fundamentales— se pueden aplicar a «todo» el Universo. O, por el contrario, sólo al Universo observable (o medible). No sería acaso posible que vivieramos en una «zona» del Universo en la cual las leyes de la física son como creemos que son, pero que de hecho, no suceda así en el resto del cosmos.

     Este tipo de interrogantes ha llevado a distintos pensadores —filósofos y físicos, concretamente—, a formualar el famoso «principio antrópico», como el realizado por Robert Dicke:

     Puesto que hay observadores en el universo, éste debe poseer las propiedades que permiten la existencia de tales observadores.

     Esta aparente perogrullada resulta más interesante de lo que se podría pensar a simple vista. Las aparentes causalidades o regularidades que observamos en el Universo, tienen que estar vínculadas a nuestra propia aparición en él, en tanto estudiosos y observadores de lo real. Si somos capaces de entender —en cierta medida— con objetividad, cómo es el mundo, es precisamente porque somos (formamos) parte de él; si por el contrario, fuesemos incompatibles con la información del mundo, no lo sabríamos, y por obviedad no nos preguntaríamos cómo es el mundo; ¡es como si no fueramos parte de él!

     Brandon Carter, también formuló o, para ser más preciso, replanteó el principio antrópico de una manera más «fuerte»:

     El universo debe estar constituido de tal forma en sus leyes y en su organización que no podría dejar de producir alguna vez un observador.

     Con esta reformulación del citado principio, resulta indudable que la existencia de los humanos en el universo es posible —porque de hecho existe—. Es como si las condiciones cósmicas fuesen de tal manera, que «necesariamente» permitan nuestra aparición en el Universo, y una vez aparecidos, nos permitan entenderlo objetivamente. De ordinario podría incluso decir, que en el «diseño universal» es necesaria la especie humana, exige nuestra aparición; o acaso nuestra aparición exige la del universo, con todo ésta es un conclusión constructivista.

     Este tipo de pensamiento le desagradaba —de sobremanera— a Montaigne, y a esta pretensión le dedico algunas palabras:

     ¿Quién le ha hecho creer —al hombre— que este admirable movimiento de la bóveda celeste, la luz eterna de esas luminarias que giran tan por encima de su cabeza, los movimientos admirables y terribles del océano infinito, han sido establecidos y se prosiguen a través de tantas edades para su servicio y conveniencia? ¿Se puede imaginar algo más ridículo que esta miserable y frágil criatura, quien, lejos de ser dueña de sí misma, se halla sometida a la injuria de todas las cosas, se llame a sí misma dueña y emperatríz del mundo, cuando carece de poder para conocer la parte más ínfima y no digamos para gobernar el conjunto.



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Epicuro,

Epicuro y la muerte

septiembre 23, 2014 Uchutenshi 0 Comments



En su famosa Carta a Meneceo, Epicuro pretende disuadirnos sobre la errada concepción que tenemos referente a la muerte, y cómo ésta no puede ser tan temible como suponemos.

     El Hades y sus jueces, los demonios y sus verdugos; son simplemente alegorías para atemorizar a los sencillos y cándidos, que no deben inquietar a alguien prudente —según el juicio de Epicuro—. En la muerte misma, empero, no hay algo que temer —debido a su propia naturaleza—, ya que jamás coexistimos con ella: mientras nos encontramos nosotros, no está la muerte; cuando llega la muerte, dejamos de estar nosotros. Es decir, según Epicuro, indubitablemente morimos, sin embargo, nunca estamos muertos.

     Lo verdaderamente temible, sería tener consciencia en la muerte, quedarse de algún modo «presente» sabiendo que ya hemos muerto; supuesto absurdissimum y contradictorio.



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Carta,

Carta a Meneceo (fragmento)

septiembre 23, 2014 Uchutenshi 0 Comments


Nadie por ser joven vacile en filosofar ni por hallarse viejo de filosofar se fatigue. Pues nadie está demasiado adelantado ni retardado para lo que concierne a la salud de su alma. El que dice que aún no le llegó la hora de filosofar o que ya le ha pasado es como quien dice que no se le presenta o que ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo: el uno para que, envejeciendo, se rejuvenezca en bienes por el recuerdo agradecido de los pasados, el otro para ser a un tiempo joven y maduro por su serenidad ante el futuro. Así pues, hay que meditar lo que produce la felicidad, ya que cuando está presente lo tenemos todo y, cuando falta, todo lo hacemos por poseerla

                                     
Epicuro: Carta a Meneceo http://goo.gl/eH608h

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Física,

Tiempo

septiembre 23, 2014 Uchutenshi 0 Comments


El tiempo es una magnitud física cuya unidad básica en el sistema internacional (SI) es el segundo (s).

     •segundo (símbolo: s). Unidad SI de tiempo definida como la duración de 9 192 631 770 períodos de la radiación correspondiente a la transición entre dos niveles hiperfinos del estado fundamental del átomo de cesio- 133.



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Filosofía,

Realidad cuántica

septiembre 08, 2014 Uchutenshi 0 Comments


La mecánica cuántica ha demostrado una gran capacidad de explicación sobre fenómenos vinculados a la materia y la energía. Sin embargo, pese a su evidente éxito, la teoría conlleva cierto número de problemas conceptuales y filosóficos. Uno de sus más eminentes artífices, Feynman, señaló en cierta ocasión: «mucha gente entiende la teoría de la relatividad de Einstein pero nadie entiende la mecánica cuántica.»

Ondas y partículas


La esencia del problema es que entidades tales como el fotón y el electrón parecen comportarse como partículas individuales o como ondas según el experimento que se lleve a cabo. La concepción generalmente aceptada por los físicos y químicos es la que propuso Bohr: un electrón es una partícula, pero es preciso renunciar a describir detalladamente su trayectoria. Lo único que cabe decir es que la entidad en cuestión queda descrita por una expresión llamada «función de onda». El cuadrado de la función de onda en un punto mide la probabilidad de encontrar la entidad en dicho punto.

La paradoja EPR


La concepción de Bohr no fue del gusto de todos. A Einstein, por ejemplo, le incomodaba el indeterminismo inherente a la teoría. Sus objeciones se resumen en sus famosos comentarios: «Dios no juega a los dados» y «Dios es sutil pero no malicioso».

     Para refutar la teoría de Bohr, Einstein ideó el conocido experimento de Einstein, Podolsky y Rosen, el cual pone en escena a un fotón que súbitamente se convierte en un electrón y su antipartícula, el positrón. Debido a la conservación del momento angular, el espín del electrón debe ser igual y opuesto al espín del positron. Cuando las partículas se han separado varios kilómetros, se mide el espín del electrón; si éste apunta en cierta dirección, el espín del positrón debe apuntar en dirección opuesta. ¿Cómo «sabe» el positrón que la función de onda del electrón ha colapsado, dando una determinada dirección de espín? Esta es la famosa paradoja EPR.

     La respuesta de Bohr consiste en decir que las partículas siguen formando parte del mismo sistema, aunque se encuentren muy lejos la una de la otra, y que es la medida la que colapsa su función de onda. Einstein jamás aceptó esta interpretación ya que implicaba una interacción instantánea entre partículas, a la que llamó «acción fantasmal a distancia». Para él, los espines reales estaban determinados al formarse las partículas y la mecánica cuántica era sólo una aproximación a un mecanismo subyacente todavía no descubierto.

El teorema de Bell


En 1964, Bell publicó un artículo sobre la paradoja EPR; el espín del electrón tiene tres componentes perpendiculares dos a dos. Bell demostró que si el principio de realidad de Einstein es correcto, debe verificarse una desigualdad matemática entre los espines medidos en distintas direcciones. Años más tarde, se realizaron experimentos para averiguar si la desigualdad se cumple, el más concluyente fue llevado a cabo en 1982 por Alain Aspect; los experimentos de Aspect indican que Bohr estaba en lo cierto y Einstein se equivocaba. La realidad cuántica «implica» —al parecer— una extraña acción instantánea a distancia (entrelazamiento cuántico). Quiero señalar que la mecánica cuántica, por muy extrañas que sean sus predicciones, no es una metafísica estéril, sino por el contrario, una teoría basada en experimentos, que derivan en una física aplicada.

     A pesar de los avances conseguidos en mecánica cuántica, hay científicos y filósofos que todavía no estan de acuerdo acerca de la naturaleza de la realidad cuántica (me incluyo). Algunos sugieren la existencia de algún mecanismo «todavía no descubierto», otros piensan que nunca comprenderemos la realidad cuántica. Posiblemente —como sugirió John Haldane—, el Universo no sólo es más extraño que cuanto conocemos, sino también más extraño que cuanto podemos conocer.



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Filosofía,

El gato de Schrödinger

septiembre 08, 2014 Uchutenshi 0 Comments


El físico Erwin Schrödinger propuso un famoso experimento mental, con el fin de ridiculizar la interpretación de Bohr:

    En una caja provista de una tapadera hay un frasco con un material radiactivo. Al emitir éste una partícula, se activa un detector que libera gas venenoso. Se coloca un gato en la caja (nadie sabe por qué Schrödinger eligió un gato), al cabo de cierto tiempo hay una probabilidad del 5% de que la partícula haya sido emitida. En ese preciso instante, un observador mira dentro de la caja para averiguar qué ha sido del gato. Según Bohr, el gato no está vivo ni muerto mientras el observador no provoque el colapso de su función de onda levantando la tapadera de la caja, mirando en su interior. De hecho el experimento mental es falaz: la falacia del argumento consiste en un mal uso del término «observar» (una observación no requiere la presencia de una persona). El elemento importante de la teoría de Bohr es el acto de medir. La función de onda de la partícula colapsa cuando ésta interactúa con el detector, a partir de ese momento, la suerte del pobre gato está echada.

     Es necesario señalar que la superposición —en este caso del gato— sólo se presenta a nivel cuántico.


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Física

Espacio-tiempo

septiembre 08, 2014 Uchutenshi 0 Comments


En 1908, Hermann Minkowski demostró que en la relatividad especial, el espacio y el tiempo podían considerarse imbricados en una entidad única, que consistiría en el espacio-tiempo cuadrimensional.

     Para visualizar el espacio-tiempo de Minkowski se dibujan «diagramas de espacio-tiempo», que representan la totalidad del pasado y el futuro. Cada punto del diagrama representa un «suceso»: un punto del espacio en un instante dado. La historia entera de una partícula queda representada por una curva del diagrama, llamada «línea de universo» de la partícula. Una línea de universo es recta si la partícula se mueve uniformemente (a velocidad constante), y curva si lo hace de un modo no uniforme (acelerado).

     El cono de la imagen es el llamado «cono de luz» de origen 0 del espacio-tiempo. En el espacio-tiempo cuadrimensional de Minkowski, la distancia s al origen, llamada también «intervalo», viene dada por la ecuación:

     s² = t² - (x/c)² - (y/c)² - (z/c)²,

donde x, y, z son las tres coordenadas espaciales. El intervalo s se interpreta como el tiempo que transcurre para la partícula entre los sucesos O y P; se trata de un tiempo radicalmente distinto al de la mecánica newtoniana. En relatividad, cuando hay movimiento, el tiempo transcurrido es menor que t, resultado conocido como «dilatación de los tiempos». Esto significa que el tiempo transcurre tanto más lentamente cuanto más rápida es la partícula. Cuando la velocidad de la partícula es significativamente menor que la de la luz, el tiempo transcurrido es sólo ligeramente menor que t. Si la velocidad de la partícula es igual a la de la luz, entonces P se encuentra en el cono de luz y s = O.

     Otras magnitudes —además del tiempo—, tienen distintas propiedades en relatividad especial que en mecánica newtoniana. La contracción de Lorentz-Fitzgerald, o contracción de las longitudes, describe la contracción de un cuerpo en la dirección de su movimiento. Según la teoría especial de la relatividad, un objeto cuya longitud es (lo) cuando está en reposo respecto a un determinado sistema de referencia, tiene una longitud distinta l cuando se considera desde un sistema de referencia que se mueve con velocidad v con respecto al primero. Esta nueva l viene dada por:

     l = lo (1 - v²/c²)½

     La masa m, en cambio, aumenta con la velocidad. Su valor viene dado por:

     m = mo/ (1 - v²/c²)½

donde mo es la masa de la partícula en reposo, o «masa en reposo», y v es la velocidad de la partícula. Einstein demostró que cuando un cuerpo gana una energía E en razón de su movimiento, también gana una masa m igual a E/c². Asimismo, halló que, como consecuencia de la relatividad especial, la masa de un cuerpo es una medida de su contenido energético. Esto es lo que afirma la famosa ecuación:

     E = mc²

     Así, es posible generar gran cantidad de masa. Esto ocurre en las estrellas, en las armas nucleares y —de una forma más controlada— en la energía nuclear.


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García Márquez,

El coronel no tiene quien le escriba (fragmento)

septiembre 02, 2014 Uchutenshi 0 Comments


[…] La mujer se desesperó.

     —Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos.
   
     El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su  vida, minuto a minuto— para llegar a este instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:

     —Mierda.


Gabriel García Márquez
El coronel no tiene quien le escriba



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Historia,

Mitología

agosto 30, 2014 Uchutenshi 1 Comments


La palabra mitología viene del latín mythologĭa —derivada del griego mythos y logos—. Según el DRAE, el vocablo mitología tiene dos acepciones distintas:

     1. conjunto, colección de mitos.
     2. estudio, de los mitos.

     La raíz griega que da el verbo λέγω (légo) y el sustantivo λόγος (lógos) significa reunir, recoger, juntar, etcétera; así como decir, hablar, racionar. Homero en su obra Odisea1 utiliza el verbo μυθολογεύω (mythologévo), con el sentido de contar un relato. En oposición a lógos, la palabra
mythos pasa a designar el relato tradicional, fabuloso y acaso engañador (Píndaro lo emplea en tal sentido), en contraste con el relato razonado y objetivo. Según Aristóteles2: «el mito es el principio y como el alma de la tragedia.»
     A través de los mitos la humanidad ha pretendido interpretar los acotencimientos trascendentales. Los mitos por lo general tratan sobre el origen del mundo, las acciones de los dioses, el objeto de la vida y el significado de la muerte. Los mitos estan profundamente enraizados en el primitivo desarrollo de las sociedades humanas y pertenecen a una tradición oral más que escrita. Según algunos estudiosos del tema, existen determinados mitos que tienen como origen acontecimientos reales; la historía bíblica del diluvio, y sus antecedentes en la antigua literatura sumeria, pueden tener su origen en las inundaciones periódicas del río Éufrates, mientas que el mito griego de Teseo y el Minotauro de Creta, cabe relacionarlo con el deporte acrobático minoico (aquel en que los jóvenes cretences saltaban sobre los lomos del toro). También se ha relacionado la leyenda de la atlántida con los minoicos.
     A menudo la versión literaria de un mito se convierte en su forma más divulgada. Los numerosos mitos retomados por Ovidio en las «metamorfosis» son claro ejemplo de ello. En conclusión, se puede establecer una división entre los «mitos vivos» (como el cristianismo o diversas tradiciones amerindias) y las narraciones mitológicas que han sido tratadas ampliamente en la literatura y el arte como cuentos populares: relatos de acontecimientos mágicos o sobrenaturales que se vuelven a contar básicamente como una ficción.

Antiguo Egipto


La vida egipcia  estaba impregnada de ritos y símbolos religiosos, el propio faraón, en su doble papel de rey y sumo sacerdote, era considerado como el divino «hijo del sol» y encarnación de Horus, dios del cielo. El ritmo de la vida, era establecido por el dios del sol Ra en el viaje diario que su nave realizaba a través del cielo, y por su ayudante Thot, gran mago y dios de la luna.
     Si bien existen innumerables testimonios de la precencia de una mitología egipcia, tanto en el arte como en la literatura, hasta una fase relativamente tardía, resulta difícil identificar mitos coherentes característicos. Algunos autores extranjeros, como Plutarco, intentaron crear versiones «clásicas» de las narraciones mitológicas egipcias. Para ello utilizaron como modelo los mitos de la antigua literatura griega, la mitología egipcia empero, es más compleja de lo que estas versiones sugieren. Las principales deidades variaban de una localidad a otra, y en diferentes momentos los faraones estuvieron asociados a determinados dioses supremos. El clero realizó algunos intentos para racionalizar y codificar las creencias religiosas, en el siglo XIV a.C. el faraón Ajnatón (reinante entre 1379-1362 a.C.) introdujo una religión monoteísta centrada en el dios del sol, Atón. Sin embargo, esta religión fue suprimida tras la muerte de Ajnatón y se reinstauró un sistema politeísta centrado en el rival del dios Atón; el dios del viento, Amón.
     Los antiguos dioses egipcios fueron identificados con determinados animales, que según creían, albergaban el alma del dios: el chacal estaba asociado a Anubis, un primitivo dios de los muertos; el halcón a Horus, dios del cielo; el mandril o el ibis a Thot, gran mago y dios de la luna y la escritura; y el gato a Bastet (o Bast), diosa de la fertilidad que protegía el grano —muy importante para los antiguos egipcios— de los roedores. Con frecuencia estos dioses se representaban en forma de humanos y cabeza de los animales asociados, y se distinguían mediante determinados atributos que indicaban sus poderes.
     Los antiguos egipcios con frecuencia adoraban las deidades como una trinidad de padre, madre e hijo. En Heliópolis —centro del culto de Ra—, la creencia se centraba en una enéada (un grupo familiar de nueve deidades): Ra (originariamente Atón), creador y dios del sol se fecundó a sí mismo y dio a luz a Shu, dios del aire, y a Tefnut, diosa de la humedad. Estas deidades se perdieron en el abismo primigenio y Ra envió en su búsqueda a su divino Ojo; cuando volvieron a unirse, las lágrimas derramadas por Ra se convirtieron en los primeros seres humanos: Shu y Tefnut, que formaron al dios de la tierra Geb y la diosa del cielo Nut, que a su vez dieron origen a dos pares de mellizos: Isis y Osiris, y Set y Neftis. Entre los principales mitos egipcios de la enéada, se narra sobre los intentos de Set por destruir a su hermano Osiris, y de qué manera Isis rescató a su esposo/hermano y cómo, recomponiendo los trozos de su cuerpo, creó la primera momia. Finalmente, Set es derrotado por el hijo de Isis y Osiris —Horus—, que entonces sucede a Ra como jefe de los dioses (famosos por ser representados con cabeza de halcón). En Tebas se rendía culto a la trinidad compuesta por Amón, Mut y Khon; cuando el Imperio medio Tebas se convirtió en la capital, Amón fue asociado al dios sol y se convirtio en Amón-Ra, rey de los dioses.


Geb, en la zona inferior, con Shu y Nut.


Próximo oriente antiguo


Mesopotamia. La más antigua civilización que floreció en Mesopotamia estaba localizada en la región de Sumer, en el actual sur de Iraq. La mitología y literatura sumerias ejercieron un enorme influjo sobre las posteriores civilizaciones babilónica y asiria, en cuyas bibliotecas reales se conservó gran parte de la tradición sumeria. Alguna obras, como la epopeya de Gilgameš o el poema de la creación recitado en la fiesta de Año Nuevo babilónico, son de origen sumerio. El poema de Gilgameš fue descubierto en 1872, está inscrito en doce tablillas y narra las hazañas de Gilgameš, rey semidivino de Uruk. Contiene un relato de un gran diluvio (al igual que el del viejo Noé) el relato tiene varias versiones; la más antigua data de 1700 a.C. Una temprana imagen cósmica, que se repite constantemente en el arte mesopotámico, es la del «árbol de la vida», nutrido por entes sobrenaturales que surge del abismo acuoso de materia no creada (apsu) para unir la tierra con los cielos.
     Un mito sumerio de la creación narra cómo la diosa primigenia Nammu, alumbró al dios del cielo An y a la diosa de la tierra Ki, que a su vez engendraron a los «grandes dioses». El dios del aire Enlil, asociado con el aliento o espíritu, ordenó el mundo y proporcionó al hombre los materiales para vivir. El dios Enki (o Ea) representó un papel similar: estaba asociado con la sabiduría y las propiedades fertilizantes del aire, así como a la creación de los seres humanos, destinados a servir a los dioses. Entre otras deidades importantes del panteón mesopotámico merecen citarse a Ninhursag, diosa madre y diosa de la tierra, y a su hijo Nin-Urta.
La diosa Ištar (o Inanna) era objeto de un importante culto. Era la reina del cielo que presidía el amor sexual y la guerra. Su padre era Anu, un dios celeste (sustituido tiempo después por Enlil en su papel de rey de los dioses), su esposo era el dios de la vegetación Tammuz (o Dumuzi). Un mito relata el descenso de Ištar a los infiernos, del cual será liberada a condición de que deje un rehén, Ištar elige para esta misión a su esposo Tammuz, que a partir de ese momento debe pasar la mitad del año en los infiernos, tiempo durante el cual (el periodo de la estación calurosa) las plantas se secan y la vitalidad desaparece de la tierra. El duelo de Ištar por la «muerte» peiódica de Tammuz era el centro de un ritual de lamentación extendido por todo Próximo oriente.
     En el sur de Mesopotamia, el control del agua por medio de sistemas de regadío siempre tuvo una importancia capital, y los dioses estuvieron íntimamente relacionados con el poder de las aguas. En el mito del diluvio (que figura en las epopeyas de Atrahasis y Gilgameš) Enlil decide destruir la vida humana enviando un diluvio, Enki sin embargo, ordena a un sobreviviente elegido (conocido como Atrahasis en el primer poema, Utnapištim en el último), que construya una nave para salvarse a sí mismo, a su familia y sus animales.
     La figura del legendario héroe Gilgameš, seguramente se inspiró en un antiguo gobernante sumerio. En las distintas versiones de la epopeya, es un rey de Uruk e hijo semidivino de la diosa Ninsum. Gilgameš en conjunto con el hombre salvaje Enkidu, participa en una aventura que culmina con la derrota del gigante maligno Humbada, guardián de los bosques de cedros del fin del mundo. Después de la muerte de Enkidu y tras una serie de hazañas fantásticas, Gilgameš se encuentra con Utnapištim, para su pesar, no logra alcanzar la anhelada inmortalidad.


Figura de Gilgamesh del palacio de Sargon II (Museo del Louvre).


Siria y Pelestina. Mientras que Babilonia adaptó la mitología sumeria, los habitantes de Siria y Palestina (pueblos del grupo semítico) desarrollaron un marco mitológico distinto. En fenicia —conjunto de ciudades estado de la costa siria 1000-330 a.C.— el culto se centraba en la diosa Baalat (señora) y el dios Baal (señor). Baal era un dios de la tormenta, «jinete de las nubes», hijo de El (principal dios de los cananeos, habitantes de Palestina antes de la llegada de los israelitas) y rival del dios del mar Yam. En su lucha por la supremacía, Baal venció a Yam con la ayuda de dos mazas mágicas. La principal diosa fenicia era Astarté, diosa de la fertilidad, equivalente a la mesopotámica Ištar. Astarté también figura en el mito egipcio de Osiris, en el cual ayuda a Isis a buscar al asesino de su esposo Set, hijo del dios de la tierra Geb y de la diosa del cielo Nut.
     El sacrificio que hacían los fenicios a Baal, es una alegoría al conflicto entre Baal (dios de la tormenta) y Astarté (diosa de la fertilidad) con Mot —dios de la muerte y esterilidad—, simbolizaban el proceso natural de muerte y renacimiento de la vegetación en la tierra.
     Baal solía considerarse como principal rival del dios israelita Yahvé, que en las escrituras hebreas —influenciadas por las mesopotámicas y posteriormente por las palestinas— comparte algunos rasgos de la naturaleza vengativa de Baal, aplastando a sus enemigos y garantizando la victoria a los seguidores. Yahvé aparece como un dios personal, cuya presencia es sentida por los fieles de modo individual. Esta situación tiene pocos paralelismos en las mitologías antiguas, sin embargo, la historia del Génesis tiene sorprendente semejanza con los mitos sumerios, en particular con el episodio del diluvio y el arca; además, el jardín del Edén recuerda la paradisíaca «tierra lejana» donde el inmortalizado Utnapištim reside después de salvarse del cataclismo del diluvio.


Baal de Ugarit (Siria). En poder del Museo del Louvre (Francia).


Persia. La antigua mitología persa rendía culto a la primitiva deidad suprema Mitra —cuyo nombre significa contrato o alianza—, la cual representaba el orden social y la guerra; el poder solar de Mitra estaba simbolizado por su cuádriga de oro. Posteriormente la deidad Mitra fue sustituida por Ahura-Mazdā, el cual habló por medio de un profeta; Zaratustra, que dio origen a los gāthās (himnos), que son considerados los más antiguos de las escrituras zoroástricas —el Avesta—, las cuales afirman que Ahura-Mazdā es el único dios. La antigua mitología persa cuenta la oposición entre Ahura-Mazdā; dios de la sabiduria, la luz y el fuego; el espíritu Hostil Angra-Mainyu y el espíritu benéfico Spenta-Mainyu; nos muestra cómo la naturaleza original de ambos espíritus; buena y mala respectivamente (Angra-Mainyu y Spenta-Mainyu), no está predeterminada, sino que es resultado de su libre elección entre la dicotomía sobre la verdad y la mentira.
     El mazdeísmo (en ocasiones denominado parsismo) conserva algunas de las prácticas del primitivo hinduismo (período védico), como el uso del fuego el cual es considerado sagrado —atar—, y la veneración de las fuerzas de la naturaleza. También creen en el juicio final, el cielo y el infierno, creen en un salvador (sawśyant) que resucitará a los muertos y en la vida eterna. Creencias que influyeron en el islamismo, judaísmo y el cristianismo. Posteriormente los romanos adoptaron el culto al dios Mitra, lo cual contribuyo, e influencio al desarrolo del catolicismo como lo conocemos actualmente.


Investidura de Ardashir, Papakan, por parte de Azhura Mazda.


Mitología germánica


Al tiempo que se desintegraba el imperio romano, entre los siglos III y V d.C., los pueblos germánicos emigraban a las tierras situadas en el norte de Europa. En Escandinavia el cristianismo no logró imponerse hasta una época relativamente tardía, y la mitología germánica pagana aperece de modo evidente en la literatura medieval de estas regiones. El relato más coherente de la mitología germánica procede de la literatura islandesa medieval de los vikingos (pueblos de las ensenadas). La denominada Edda prosaica (c. 1222-1223) es una compilación poética que recoge varios mitos antiguos.
     El mito germánico de la creación habla de un abismo primigenio, el Ginnungagap, que se extendía desde la tierra del hielo hasta la tierra del fuego. El agua que discurría por el abismo primigenio se convirtio en hielo, el cual fue derretido por los vientos; las primeras gotas de este hielo derretido dieron forma al gigante Ymir. Del cuerpo de Ymir surgieron los gigantes, y los primeros humanos. Ymir fue alimentado por una vaca, Audumla, que lamió el hielo del cuerpo de Ymir, para así, engendrar a Buri. Su hijo Bor, tuvo tres hijos: Odín, Vili y Ve, quienes mataron a Ymir y crearon el mundo actual: el mar se originó a partir de su sangre, el cielo de su cráneo y la tierra de su cuerpo.
     Un motivo central de la mitología germánica es la lucha entre los dioses de Asgard y los gigantes de hielo. Asgard estaba conectada con la tierra de los hombres —Midgard— por un puente en forma de arco iris, al igual que con el Valhalla, una gran sala en la que Odín acogía las almas de los héroes muertos. El universo asgardiano era considerado como una isla en la que yergue el gran árbol del mundo; Yggdrasil, el cual se encuentra rodeado por un océano en el que habita la Gran Serpiente Cósmica. En el mito de la batalla de Ragnarök, aparece Odín, rey de los dioses, asociado a la magia y la guerra; su consorte Frigg y su hijo Balder; así como los gemelos de la fertilidad Freyr y Freyja; el dios del trueno Thor; y el tramposo Loki. El cual, tras asesinar al hijo de Odín; Balder, escapa a la tierra de los gigantes de hielo (descendientes de Ymir, asesinado por Odín y sus hermanos) para guiarlos en la batalla contra los dioses. En el conflicto final, Odín es devorado por el lobo Fenrir; por su parte, Thor y la Gran Serpiente Cósmica, tras una larga batalla, se destruyen mutuamente. Finalmente el mundo es consumido primeramente por las llamas y posteriormente por el océano. Al final de la destrucción el mundo surge nuevamente purificado y poblado por nuevos humanos.


Los dioses nórdicos eran entidades finitas, y únicamente a través de las manzanas de Iðunn, podían llegar a vivir hasta el Ragnarök. Imagen de J. Penrose, 1890.


África


La mitología africana comprende distintas tradiciones, aunque algunos rasgos son comunes, ya que fueron difundidos a través de la migración de pueblos, el comercio o la conquista. La celebración de la sexualidad es fundamental en gran parte del arte y la religión africanos, que hacen énfasis en la fertilidad, la procreación y en los linajes legendarios de veneradas figuras ancestrales o «héroes culturales» (héroes responsables del establecimiento de normas de la sociedad humana). Uno de los mencionados héroes es Lebe, venerado por el pueblo dogon de África occidental; después de su muerte y renacimiento trajo la sabiduría y el orden social al mundo humano. Con frecuencia se cree que los reyes son de origen divino; así, el rey zulú tiene poder sobre las lluvias gracias a su antepasado celestial, un hijo de dios, exiliado por haber robado la vaca blanca de su padre. Asi mismo, las representaciones de «tramposos» están muy extendidas, ya sea en forma de animal o en la persona de Eshu (o Elegba). Para los yoruba de Nigeria, Eshu es un maligno creador de problemas, pero también es un guardián; en el reino de Dahomey, en África occidental, es considerado como mensajero de los dioses, capaz de de entender todos los idiomas. Eshu es un vigoroso espíritu del cambio y la transformación, que frecuentemente se representa con un caracterítico tocado, de forma fálica.
Muchos mitos africanos de la creación comparten los conceptos del huevo cósmico o la serpiente primigenia, de cuyo cuerpo surgió la propia tierra y las criaturas vivas.
     En un mito dogon, el huevo cósmico se abre para producir espíritus llamados Nommo, que a continuación crean el mundo y la humanidad. Las relaciones entre los primeros humanos y los dioses se expresan en mitos de torres; en un relato del pueblo luba, de Zaire, la humanidad —habiendo irritado a los dioses—, es expulsada del cielo y es enviada a la tierra, donde la vida resulta tan desagradable que los humanos construyen una gran torre de madera, con objeto de regresar a los cielos. Para dar a conocer que han concluido su trabajo, los constructores celebran haciendo sonar tambores y flautas, llamando así a los dioses para que los dejen volver a los cielos, sin embargo esta acción molesta nuevamente al rey de los dioses de Zaire, y finalmente destruye la torre, impidiendo así, que los humanos retornen al cielo primigenio.


Máscara yoruba representando al dios  guardián; en el reino de Dahomey: Eshu.



América del norte


Una gran variedad de creencias y prácticas religiosas caracteriza la tradiciones mitológicas de distintos pueblos nativos norteamericanos. Los rasgos comunes comprenden una clara distinción entre los mitos sagrados que aún tienen vigencia —que únicamente pueden ser comunicados a los «iniciados»—, y los cuentos populares, que cabe divulgar con fines didácticos o de entretenimiento. Los mitos norteamericanos con frecuencia establecen un vínculo entre los humanos y los animales; la creación y el origen, son especialmente importantes en estas trdiciones. La figura del «tramposo» está muy extendida en los pueblos nativos norteamericanos, en ocasiones asociada a la forma de un animal: el cuervo en la costa noroeste, el coyote en el suroeste; en la mitología navajo, el coyote es un creador que entrega semillas procedentes del mundo subterráneo a la humanidad.
     La distinción entre lo sagrado y lo profano es ajena a la tradición nativa norteamericana y, por consiguiente, todos los aspectos de la vida pueden tener un significado mítico. El contacto directo con el mundo de los espíritus se logra mediante una «búsqueda de visiones», periodo en el cual el ayuno y la oración en solitario, con frecuencia se ve recompensado por la visión de un espíritu guardián individual, generalmente bajo la forma de animal, principalmente de un ave. El espíritu guardián puede elegir a un individuo para que se convierta en chamán, un mediador entre los hombres y los espíritus, el cual representa el papel de adivino o profeta.
     La creación del mundo a menudo es atribuida al «gran espíritu», como Kitchi Manitú en la región de los Bosques y Wakan Tanka en las Praderas. Una figura frecuente es el «buzo de tierra», un animal —frecuentemente una tortuga— que saca barro del fondo del mar para crear la tierra. El pueblo Inuit (del Ártico) tradicionalmente adoraba a tres grandes espíritus; el mar, la luna y el aire, que eran a la vez suministradores y castigadores. Se pensaba que el espíritu del mar era una joven que había sido arrojada al mar después de que fracasase su matrimonio forzado con un perro. Previamente el perro le cortó los dedos, los cuales se transformaron en focas y otros animales marinos. Asi, convertida en el espíritu del mar, la joven es acompañada por su marido-perro y su padre, formando un grupo de temibles y poderosas deidades. La creencia en la inmortalidad, la transmigración y el renacimiento del alma es muy fuerte en la culrura Inuit. Entre los objetos que representan animales «benefactores», con frecuencia figura un diminuto rostro humano, el cual simboliza el alma del animal.


Ceremonia Navajo, para los iniciados.


Caribe


El área integrada por las islas de las Antillas y el noroeste de América del Sur, guarda un estrecho parentesco mitológico, tal como puede constatarse en las crónicas del misionero dominico del siglo XVI, fray Ramón Pané, en los «Diarios de viaje de Cristobal Colón» y la investigación etnológica y arqueológica contemporánea.
     Los pueblos agrícolas y ceramistas del tronco arawak continental —matriz de las culturas antillanas—, emigraron de la masa continental del sur,  hacia las islas del Caribe entre los siglos I y III d.J.C. La religión de las culturas del Caribe era politeísta, sus espíritus tutelares eran los cemíes. Cada curandero, behique o chamán tenía su cemí o cemíes particulares, que eran representados en petroglifos y figuras con expresión feroz. Los chamanes se comunicaban a través de los cemíes con sus antepasados muertos, en diversas ceremonias en las cuales inhalaban cohoba (un polvo alucinógeno), también fumaban tabaco, elementos asociados a las práticas chamánicas de curación y comunicación sagrada. Estos grupos creían en la inmortalidad, consideraban que en la carne y los huesos de los muertos quedaban impregnadas sus virtudes, de modo que era posible transmitirlas a los vivos por medio de la ingestión, practicando un canibalismo ritual.
     Distintos elementos del mundo animal y vegetal entrelazan los mitos de origen de esta región; la tortuga hembra aparece asociada a la fertilidad y constituye la esencia femenina. Entre los wai-wai y los desana —de la familia lingüística caribe—, la tortuga es considerada un núcleo generativo, como una madre primordial. Para los taínos —grupo del área insular que dejo una gran impronta cultural en el Caribe (Haití, República Dominicana, Puerto Rico y Cuba)—, la primera mujer surge de una tortuga que nació en la espalda de Deminán Caracaracol (nombre que significa sarnoso); la mujer, a su vez, unida a Deminán y sus hermanos gemelos —entes originales—, crea la primera generación de humanos después de un gran diluvio.
El árbol de jobo y el pájaro carpintero, son otros actores míticos de suma importancia; en un mito de origen cúbeo, Kuwai, esculpió una mujer del árbol de jobo, la figura de madera sin embargo, carecía de género, el cual fue provisto por la labor persistente del pájaro carpintero Koneko, con la finalidad que respondiese al «impulso» por el cual se la creó.


Pictografía en la Cueva del Hoyo de Sanabe, República Dominicana.
1. Bayamanaco inhalando cohoba. Luego escupirá la espalda de Deminán provocándole una gran hinchazón.
2. Deminán con la espalda encorvada.
3. Uno de los hermanos ayuda a Deminán a liberarse de de su joroba.
4. La tortuga emergió de la joroba Deminán, luego que los hermanos le abrieran la espalda.


Mesoamérica


Mesoamérica es el referente histórico-cultural con el que el arqueólogo Paul Kirchholf designó una región geográfica vinculada a la época anterior a la conquista española, ámbito en el que se desarrollaron varias de las más refinadas civilizaciones agrícolas y urbanas de la antigüedad americana, ubicado entre la parte media de México y América Central. Las fuentes fundamentales para conocer la mitología del mundo mesoamericano se encuentran en los materiales arqueológicos, la vasta memoria iconográfica existente, los documentos escritos por los cronistas de los siglos XVI y XVII, los códices —concebidos como testimonios pictográficos de las tradiciones prehispánicas—, distintas recolecciones de la tradición oral, así como trabajos antropológicos sobre diversos grupos étnicos contemporáneos, que permiten establecer patrones comparativos y observar la vitalidad del horizonte cosmogónico indígena, incluso en ciertas prácticas católicas actuales.
     Los mitos mesoamericanos contienen el soporte espiritual del complejo político-religioso de los pueblos de la región, permitiendo configurar, con asombrosa consistencia, una cierta unidad religiosa, principalmente a partir de aspectos mitológicos nucleares resistentes al cambio. El panteón mesoamericano ha sido visto como reflejo de su sociedad, en la cual, las unidades políticas y étnicas, la división del trabajo y las jerarquías, tienen su contraparte divina. Se trata de un sistema politeísta en el que los dioses representan distintos elementos de la naturaleza, actividades y agrupamientos humanos, ejes de su civilización.


Mosaico de diversos rasgos característicos en Mesoamérica.


Olmecas. Una de las tradiciones culturales más tempranas y con mayor expansión territorial en Mesoamérica es la olmeca, desarrollada aproximadamente entre 1200 y 600 a.J.C., en el periodo formativo. El término olmeca (en náhuatl, «gente del país del hule») se utilizaba en la época para designar a los habitantes de la región del Golfo. Los principales centros olmecas fueron San Lorenzo (Veracruz) y La Venta (Tabasco). Los centros ceremoniales fueron los asentamientos más complejos de la cultura olmeca. Actuaron como ciudades en el orden social, político, económico y religioso. El vestigio más caracterítico de la cultura olmeca es la construcción de grandes monumentos de piedra, altares y estelas de basalto. Son típicas las facciones de las cabezas, esculturas de piedra y figuras de jade o cerámica, en las que destacan como rasgo específico gruesos labios.
     Las representaciones esenciales de su panteón religioso, tal como sucede en toda Mesoamérica, son las deidades zoomorfas y antropomorfas. En el centro de su mitología figura el jaguar humanizado, representado por un hombre-jaguar o un niño-jaguar, al que en algunas expresiones iconográficas se le dota de cejas conformadas con plumas de aves y una lengua bífida de serpiente; imagen simbólica que impregnará el imaginario mesoamericano, y figura emblemática que remite al misterio primario del mundo, la vida y la muerte.


Cabeza Olmeca, en el museo nacional de antropología, México.


Mayas. Los orígenes de la civilización maya y sus conexiones con la olmeca se encuentran en el centro de Izapa, en las tierras altas de Guatemala. Cronológicamente es el antecesor del período clásico de la arqueología mesoamericana. Durante este período, la civilización mesoamericana alcanzó su esplendor (600 d.J.C.) y desarrolló al máximo el arte y el calendario; también fue la época de mayor duración y crecimiento de las principales ciudades mayas. Los mitos mayanses, pese a la destrucción de cientos de sus textos durante la conquista y la colonia españolas, y a las enormes limitaciones para interpretar su escritura jeroglífica, en gran medida han sobrevivido por la acción de los mayas coloniales, quienes en respuesta a la dominación, reescribieron secretamente los fundamentos de la religión y la historia de las veintiocho etnias que forman la familia mayanse. Los dioses representados en bajorrelieves y códices, muestran un buen grado de correspondencia entre las deidades de los mayas del siglo XVI con las de otros pueblos mesoamericanos. Se han identificado los dioses de la lluvia, de la sal, del maíz, del comercio, del inframundo, etcétera. Estos dioses adquirian forma humana o de animal. También tenín caráter sagrado los entes inanimados y las sustancias del mundo natural, personificadas en cabezas de animales.
     El «Popol Vuh» escrito en un intrincado lenguaje simbólico por los quichés de Chichicastenango, Guatemala, aproximadamente en 1551, contiene un mito de origen del mundo en el que se integran relatos que reconstruyen la cosmogonía de los grupos de las tierras altas: cuando sólo había cielo y mar en la oscuridad, los dioses creadores, llamados Gucumatz (serpiente emplumada del agua), decidieron que al amanecer debería aparecer el hombre, disponiendo el origen de la vida, lo que se realizó en las tres creaciones. La orden la dio el «Corazón del cielo», Huracán, un dios triple asociado al rayo.
     Los textos coloniales conocidos como «Libros del Chílam Balam», testimonio de los mayas yucatecos, son recopilaciones realizadas por indigenas principales de la península que, en un tono profético en virtud de una concepción ciclica del tiempo, basan su sabiduría en el hecho de que los acontecimientos se repiten una y otra vez, como un eterno retorno. Los mayas a partir de un ordenamiento de las cuatro secciones del cosmos (sur, oriente, norte y poniente), relatan las destrucciones y creaciones del mundo.


Kukulkán es el nombre maya de Quetzalcóatl, personaje importante en el período posclásico de los mayas, en el libro sagrado Popol Vuh se le conoce como "Gukumatz".


Aztecas. La cultura azteca representa la culminación del desarrollo mesoamericano. En realidad no fueron el pueblo más avanzado, sino el último cronológicamente. El nombre azteca se ha adjudicado a los mexica, pero designa a los siete pueblos que salieron del mítico lugar de Aztlán. La cultura azteca tuvo su fuente religiosa en la tradición nahua, fue la más poderosa en Mesoamérica en los dos siglos que precedieron a la conquista, y alcanzó su máxima expresión urbana en Tenochtitlan.
     En el pensamiento de los pueblos del área mesoamericana, el tronco cultural nahua es axial, su concepción dual del universo está inmersa en todos los estratos de la cosmovisión de las sociedades de la región. Ometéotl («señor dos») representa esa doble naturaleza, dualidad y unidad de contrarios que es indisoluble: hombre y mujer, día y noche, cielo y tierra; es el origen del destello creador que da la vida y se dice —atendiendo algunas crónicas coloniales—, que es una omnipresencia que observa todo desde su lugar, el Omeyocan, arriba de los trece cielos. Ometéotl no interviene directamente en los asuntos humanos; como resultado de su desdoblamiento en la pareja creadora Ometecuhtli Omecíhuatl, principio masculino-femenino, engendró cuatro hijos que simbolizan la dualidad de su lucha cósmica: Tlatlauhqui Tezcatlipoca (espejo que ahuma, de color rojo), Yayauhqui Tezcatlipoca (espejo que ahuma, de color negro), Quetzalcóatl (serpiente de plumas de quetzal) y Maquizcóatl o Huitzilopochtli (serpiente brazalete o colibrí del sur), a quien los aztecas hicieron su principal deidad.
     Presidido por la acción de los dioses creadores Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, el mito de origen de la Tierra fue entendido como la superación de un caos original, representado por Tlaltecuhtli o Tlaltéotl, bestia salvaje definida como «señora de la Tierra», a quien sometieron aquéllos, transformados en serpientes, dividiéndola en dos partes. De una mitad hicieron la Tierra, y la otra fue elevada para formar el cielo.

Quetzalcóatl en el Códice Borgia


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1. canto 12, verso 450
2. Poética 1450b

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Existencialismo,

La náusea

julio 02, 2014 Uchutenshi 0 Comments


Antoine Roquentin, inicia su desvelo literario esperando que las palabras plasmadas no vayan a socavar los hechos al ser escritos. Joven de treinta años, dedicado afanosamente al trabajo y a constantes viajes, producto de éste. Roquentin decide hacer una investigación sobre la vida de Monsieur Rollebon, temerario del siglo XVIII. razón que lo conduce de París hacia Bouville, lugar en cuya biblioteca se encontraba la más completa información acerca de este histórico personaje.
Sus días transcurrían en la biblioteca de la ciudad, entregado por completo a la investigación de Rollebon, y a paseos casuales por la misma, deteniéndose en algún parque o café para inspirar su pensamiento y cuestionar su planteamiento sobre su existencia; su lugar de preferencia era el Café Mably, sitio que frecuentaba, donde se dedicaba al análisis de sus propietarios, visitantes, objetos, etcétera.
El tiempo que dedicaba a la observación, acaso reflexión,era sempiterno, toda pequeña figura u objeto servían para que Roquentin pudiese exponer sus sensaciones y afirmar que cada uno de estos existen a pesar de sí mismos; cada hombre, actividad o falta de la misma y hasta la misma idea de la vida producían en el hombre un sentimiento de profundo asco que perturbaba todo su cuerpo, algo que denominaba «La náusea», describiendo esta impresión como una repulsión a la cotidianeidad, banalidad e hipocresía de la sociedad, causándole el deseo «dulcemente insidioso de enfermarse».
Cierto día en la biblioteca, conoce al Autodidacta, hombre de grandes conocimientos, entregado pasionalmente a la lectura, con quien mantiene una relación no cercana a la amistad, que sin embargo permitía de ciertos encuentros; un almuerzo fue la única ocasión en la que estos pudieron hablar, compartir su ideología y discutir a causa de la misma.
Finalmente Roquentin —tras algunas vicisitudes— regresa al hotel en Bouville, ahí se despide de todo lo que constituyó su vida, sus rutinarios días. En la biblioteca tuvo la oportunidad de encontrarse con el Autodidacta, finalmente entiende que el humanismo de este, no era más que sensualidad y deseo por los hombres.
un aspecto fundamental en la filosofía de ‪#‎Sartre‬, expuesta en La náusea a través de su personaje central Roquentin, es la intención de mostrar la vida en sus más lúgubres colores y la insípida obscenidad que hace afirmar a éste, que hasta la misma idea de la vida le causa el deseo de la náusea.
Link de descarga: http://goo.gl/gFMiHJ


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Filosofía analítica,

La paradoja de Russell

julio 02, 2014 Uchutenshi 0 Comments


El filósofo y matemático Bertrand Russell advirtió en 1901 que el conjunto § definido como "el conjunto de todos los conjuntos que no pertenecen a sí mismos" da lugar a una paradoja. Si § pertenece a sí mismo, entonces, por definición, no puede pertenecer a sí mismo; y viceversa. Una paradoja similar es la conocida "paradoja del barbero":

En un lejano poblado de un antiguo emirato, vivía un barbero llamado As-Samet; diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en escamondar pies y poner sanguijuelas. Cierto día, el emir advirtió la falta de barberos en el emirato, por lo cual ordenó que los barberos unicamente afeitaran a aquellas personas que no pudiesen hacerlo por sí mismas. El barbero As-Samet se presento ante el emir para afeitarlo, y este le contó sus angustias:
     —En mi pueblo soy el único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!, ya que si lo hago, puedo afeitarme a mí mismo, por lo tanto ¡no debería afeitarme! pero, si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero yo soy el único barbero de allí!
     El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió feliz por siempre.

Ahora, supongamos que existe un conjunto cuyos elementos son todos los conjuntos normales;
será el conjunto Ň.

     Si Ň es normal, pertenecerá a sí mismo, Ň; por ser Ň el conjunto de todos los conjuntos normales. El conjunto Ň, empero, al ser normal, no puede contenerse a sí mismo como elemento, por lo que Ň no puede pertenecer a Ň. Si por el contrario Ň es singular, Ň no pertenece a Ň. En este supuesto, Ň no es un elemento de sí mismo, es decir, Ň cumple la definición de conjunto normal, y por tanto Ň es normal, es decir, Ň pertenece a Ň, por lo cual, si Ň pertenece a Ň, podemos demostrar que Ň no pertenece a Ň, y viceversa.



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Epistemología,

Menón o de la virtud

julio 02, 2014 Uchutenshi 0 Comments


El Menón aborda el tema de la naturaleza de la virtud y la posibilidad de enseñarla. Pero pronto se introducen en el diálogo inéditos problemas ¿Qué es el conocimiento en general? En el alma —dice Platón—, existen ideas, bien que en latencia, como adormecidas. El hombre conoce, llega a ser consciente de las ideas cuando evoca a éstas, las despierta, y ello ocurre gracias a cierta innata capacidad anímica.
   
     El recurso en tal delicada tarea, es el diálogo. Aquí se hace ver que toda verdadera educación es suceso personal, activo, merced al cual el educando inventa la adecuada respuesta a una pregunta bien formulada. El conocer es un proceso; tiene grados. Una cosa es la mera opinión; otra, la verdad, el conocimiento. El verdadero conocer requiere definiciones claras, precisas; clasificaciones pertinentes, rigurosas. Con ocasión de estos tópicos, Platón, como se advierte, medita sobre esenciales problemas de la lógica y de la teoría del conocimiento.

Enlace de descarga: http://goo.gl/OW9LfD

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Mazdeísmo,

Zoroastrismo o Mazdeísmo

junio 16, 2014 Uchutenshi 0 Comments



El zoroastrismo o mazdeísmo (en ocasiones
llamado parsismo) es una religión que cuenta
con más de 2500 años, lo que la convierte en
una de las religiones vigentes más antiguas. El
mazdeísmo conserva algunas prácticas del
primitivo hinduismo (periodo védico), como el
uso del fuego y la veneración a las fuerzas de
la naturaleza. Esta religión debe su nombre al
de su fundador, Zaratustra (conocido entre los
griegos como Zoroastro), que, en opinión de los
estudiosos, vivió en Irán (Persia) en el siglo VI
a.C. El zoroastrismo fue la religión nacional de
los tres imperios preislámicos que hubo en
Irán (Persia) entre 645 a.C. y 636 d.C., y con
la conquista árabe de Irán, en el siglo VIII
d.C., se convirtió en una religión minoritaria
en su país de origen. Un gran número de estos
mágico-fieles huyeron a la India, donde son
conocidos como pãrsi ("persas"). La mayor
parte de esta pequeña comunidad mágica se
haya en la India (principalmente en Bombay) y
Pakistán, aunque en Irán aún residen algunos
despistados.

El mazdeísmo afirma que el profeta Zaratustra
(Zoroastro) tuvo una revelación divina que le
llevó a proclamar su fé en un único Dios (les
suena familiar [?]): Ahura Mazdã, el Señor de la
sabiduría. El mazdeísmo se basa en el
enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas, el
"espíritu hostil" (Angra-Mainyu, con frecuencia
llamado Ahrimán) y el "espíritu
benéfico" (Spenta-Mainyu). La naturaleza
buena o mala de los dos espíritus no está
predeterminada, sino que es el resultado de su
elección entre la verdad y la mentira. El mal,
finalmente, es derrotado por Ahura Mazdã.
Las escrituras zoroástricas —el Avesta—
contienen infinidad de textos; los más
antiguos son los gãthãs ("himnos") atribuidos
a Zoroastro. Los gãthãs afirman que Ahura
Mazda es el único dios (familiar?). Los rituales
si bien no son muy mencionados en los
escritos de Zoroastro, en la actualidad ocupan
un lugar importante.

El fuego en el mazdeísmo, representa un papel
destacado, pero no se le rinde culto en sí
mismo. La luz en forma de un fuego sagrado es
el símbolo de Ahura Mazdã. Representa la
presencia de Dios en la creación. En los
lugares de culto zoroástrico el fuego sagrado
(atar) se mantiene continuamente encendido
en una urna. Sólo los sacerdotes ritualmente
purificados pueden entrar en el santuario
interior.

En la ceremonia de iniciación, conocida como
naojot ("nuevo nacimiento"), se entrega al
incauto niño una camisa sagrada (sudra) e hilo
(kusti), que el iniciado debe llevar puesto en
torno a la cintura, como metáfora para seguir
la senda de la rectitud.

La fiesta de Año Nuevo señala la llegada de la
primavera y simboliza la renovación anual de
la vida y la derrota del mal. En la fiesta de
fravardigãn tienen lugar ceremonias especiales
por las almas de los difuntos. Se invoca a los
espíritus guardianes de los muertos: los
fravashis.

Los mazdeístas no incineran ni entierran a sus
difuntos, se los comen (es broma), ya que
consideran que tanto el fuego como la tierra
son "puros" y por lo tanto no deben ser
contaminados. Los muertos se abandonan y
exponen en grandes torres circulares conocidas
como dakhmas ("torres del silencio"), donde
los buitres devoran su carne (no es broma).

Los adeptos al zoroastrismo creen en el juicio
final, el cielo y el infierno, en un salvador
(sawśyant) que resucitará a los muertos y en la
vida eterna. Es evidente que estas creencias
influyeron en el judaísmo, el cristianismo y el
islamismo.



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Filosofía,

Teatro Cartesiano

mayo 21, 2014 Uchutenshi 0 Comments


David Hume, en cierta ocasión inquirió: «Por mi parte, cuando entro más íntimamente en lo que llamo mí mismo (myself) siempre tropiezo con alguna percepción particular de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. En ningún momento puedo nunca cogerme a mí mismo sin una percepción, y nunca puedo observar nada excepto la percepción. Cuando desaparecen mis percepciones por algún tiempo, como cuando estoy profundamente dormido, durante tal tiempo estoy insensible a mí mismo y puede en verdad decirse que no existo.»

     El filósofo estadounidense Daniel Dannett, llamó a este proceso el «Teatro Cartesiano», es decir, una especie de quimera en la cual, en alguna parte del cerebro existe un lugar donde todos los sucesos mentales convergen y son experimentados.

      El cerebro no es un órgano pasivo, receptor de información, sino que el acto de la percepción es un proceso activo en el que el cerebro tiene «mucho que decir». Si tomamos el ejemplo de la visión, lo que constatamos es que cuando miramos a un árbol, por ejemplo, la luz que se refleja en sus hojas son radiaciones electro-magnéticas que inciden sobre los fotorreceptores de la retina del ojo produciendo una cascada de reacciones químicas que se traducen en impulsos nerviosos que, tras un recorrido, llegan a la corteza visual donde estos impulsos se integran y procesan. En la corteza los datos sufren un proceso complicado que detecta la forma, los patrones, los colores y el movimiento; luego el cerebro lo integra para formar un todo coherente. De pronto aparece la imagen de un árbol en nuestra mente, lo que supone un auténtico misterio. Esa imagen la genera nuestra mente. En esta descripción se habla de una realidad que la mente no crea, y que se encuentra fuera de ella, es decir; las ondas electromagnéticas. Éstas son transformadas en impulsos nerviosos mediante las reacciones químicas que se desencadenan en los órganos sensoriales al incidir en ellos. Estos impulsos nerviosos tampoco son generados por la mente, sino por el contrario, son concebidos como los datos a partir de los cuales la mente crea, en su interior —y de acuerdo con sus propios criterios de interpretación—, una imagen, una representación de la realidad.
     Asimismo se afirma que sólo conocemos nuestras propias creaciones. Pero no se repara en que la concepción de la realidad como ondas electromagnéticas es una teoría, es decir, una imagen científica de nuestra mente; una creación tanto o más artificial que los sonidos, los colores, los sabores, etcétera. Por lo tanto, lo que es presentado como una simple descripción, una «constatación» del proceso de la percepción, en realidad es el producto de correlacionar dos imágenes, dos «puntos de vista», el científico y el introspectivo, otorgando inexplicablemente al primero el valor de realidad y al segundo el de apariencia. Tal yuxtaposición presupone lo que se pretende demostrar: que la mente carece de realidad; la cual explica el carácter repentino y misterioso de la aparición de la imagen mental, así como la naturaleza ambigua de la mente.


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Filosofía analítica,

Tractatus (Aforismos)

mayo 21, 2014 Uchutenshi 0 Comments


Los siete aforismos principales contenidos en el Tractatus son los siguientes:

1. El mundo es todo lo que acaece.

2. Lo que acaece, el hecho, es la existencia de estados de cosas.

3. La representación lógica de los hechos es el pensamiento.

4. El pensamiento es la proposición con sentido.

5. La proposición es una función veritativa de proposiciones elementales (la proposición elemental es una función veritativa de sí misma).

6. La forma general de la proposición es: [¬p,¬X, N ¬(X)]. Esta es la forma general de la proposición.

7. Sobre lo que no se puede hablar, hay que callar.

El componente nuclear y originario es el análisis de la proposición o del lenguaje (3-6) y la aplicación de sus resultados al análisis,  a su vez, de los lenguajes científicos: lógico, matemático, científico-natural (6.1-6.4), con un intermedio en el que expresa su idea de la función de la filosofía dentro de este sistema (4.11-4.12), idea que especificará metodológicamente al final del libro (6.53).

     El análisis lógico que se ha hecho del lenguaje (proposición), de su ámbito de sentido (ciencia) y de la propia actividad crítico-lingüística o lógico-analítica (filosofía) aboca a una consideración del polo metafísico u ontológico del lenguaje: el mundo. Se trata por consiguiente, de analizar —lógicamente también— el mundo y el intermediario epistemológico entre lenguaje y mundo: la figura (2.1-3), con un inciso —epistemológico también— sobre el pensamiento (3-3.1).

     Se cuenta así, con un componente lógico y otro metafísico-espistemológico, junto con una caracterización general del quehacer filosófico. Discursivamente Witt se nos presenta en cuatro formas, siendo éstas: la Metafísica, Epistemología, Lógica y la Teoría de la Ciencia.

Link de descarga: http://goo.gl/KBenlz


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