Filosofía,
Sobre Metafísica: De los paralogismos
La metafísica tradicional tiene un concepto trascendente del alma.
Se le puede caracterizar, según Kant, desde un cuádruple punto de vista: Desde el punto de vista de la relación lógica, el alma es una sustancia, idéntica a sí misma, invariable y eterna; desde el punto de vista de la cualidad, es simple, no puede morir por disolución; desde el punto de vista de la cantidad es, en cuanto a los distintos tiempos en que existe, numéricamente unidad (no pluralidad); desde el punto de vista de la modalidad, está en nexo con los posibles objetos en el espacio.
Para llegar a esta concepción del alma, la metafísica tradicional cae en falsas argumentaciones, en paralogismos. Los cuales expongo a continuación.
1) Paralogismo de la sustancialidad
El sujeto absoluto (nunca predicado) es sustancia.
El alma, el yo, de todo hecho de conciencia, es sujeto absoluto.
Luego, el alma, el yo, es sustancia.
El paralogismo reside en que la premisa menor no está demostrada (sofisma de suposición). En efecto, como se ha mostrado en la lógica trascendental, la categoría de sustancia puede aplicarse únicamente a objetos empíricos. Más allá de éstos, ninguna categoría tiene validez. Que el yo perdure, por sí mismo, sin nacer ni morir, no está probado. El alma es sujeto, pero no sujeto absoluto. En otros términos: el error consiste en hacer una sustancia de lo que es sólo la condición para conocer una sustancia.
2) Paralogismo de la simplicidad
Simple es aquello en lo que no concurren dos o más elementos.
El alma, el sujeto pensante, es simple.
Luego, el alma, el sujeto pensante, no consta de dos o más elementos.
De nuevo la premisa menor no está probada. Se llega a ella, pasando con equívoco de un juicio analítico a uno sintético. Es cierto que el acto del yo pensante (no lo pensado) es siempre algo simple: el ser consciente. Empero, partir de ahí y declarar que una realidad no empírica, el alma la cual está por debajo de las representaciones, es simple y, por lo tanto, indisoluble, es formular un juicio sintético, el cual viola el uso empírico de la categoría de la realidad. El cogito ergo sum, de Descartes, es una deducción tautológica, ya que el cogito (sum cogitans), premisa de la inferencia, es un aserto de existencia.
3) Paralogismo de la personalidad
Quien tiene conciencia de la identidad numérica de sí mismo en el tiempo,
es una persona.
El alma, el sujeto pensante, tiene tal conciencia.
Luego, el alma, el sujeto pensante, es una persona.
Kant advierte el error de este paralogismo en que la proposición de identidad de sí mismo en los cambios temporales, es nada menos que el concepto de identidad. Por lo tanto, aplicar a continuación dicho concepto a un sujeto pensante es distinto; ya que implica el considerar al sujeto, al yo, como objeto de experiencia; lo que no es posible, ya que el yo trascendental en cuanto tal, jamás será objeto. En otros términos: la categoría de la unidad (personalidad), como toda categoría, es condición a priori de conocimiento, el cual únicamente tiene validez en la experiencia.
4) Paralogismo de la identidad exterior
La existencia de las cosas que sólo producen percepción, es dudosa.
Los fenómenos exteriores son de tal existencia.
Luego, esos fenómenos son dudosos.
Aquí se entiende el idealismo subjetivo, y para refutarlo, hay que hacer una distinción entre éste, y el dualismo cartesiano, el cual acepta la realidad del yo y del no-yo. Es inobjetable la distinción entre el yo que percibe, y las cosas percibidas; empero —señala Kant— ¿es posible pensar sin un contenido de conciencia, ello es, sin objetos? Esto es lo que no puede mostrar el idealismo subjetivo, ya que trasciende las condiciones de toda experiencia posible.
El error común de los paralogismos de la psicología racional reside en inferir, sin fundamento, la esencia y existencia sustancial del alma fuera de toda experiencia real; en concluir, en otros términos, que puedo tener conciencia sobre mi, más allá de la experiencia y sus condiciones (categorías) empíricas.
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