Existencialismo,
Aflicción
Me encuentro desolado, yermo y abatido. Miro hacia abajo: un color profundo, azul oscuro. Mi cuerpo estaba inmerso en sus propios pensamientos. Lindo modo de morir, pensé, viendo el mar azul. Comenzó a llover, el agua estaba fría, pero no lo suficiente para traerme de vuelta. La lluvia terminó para ceder su paso a un silencio extrañamente tranquilizador. Encendía un cigarrillo mientras pensaba en el repentino óbito de una querida amiga. Bocanada tras bocanada, su recuerdo me abrazaba con desoladora tristeza. Mi existencia era pesarosa; la displicencia, abulia y apatía embullian mi ser. Mi mirada brumosa contemplaba el vaivén del mar ennegrecido, el color se adueñaba de todo; figuras geométricas atacaban mi imaginación, para posteriormente ceder su paso a esa sensación de malestar generalizado, era el comienzo de un mareo que aguraba patológico.
Deliberación, bocanada larga, un trago, otro pensamiento vacío; cada pérfida reflexión se repite una y otra vez, mi juicio actual es simple masturbación mental; encuentro una notoria diferencia entre el mundo teórico de la meditación barata y la vida real... la desapacible y repelente vida real, que incluye la codicia, el odio, la corrupción y la muerte. Me despierto embriagado de dolor, ojeroso, con el cuerpo doliente y el alma abatida; hastiado y confuso celebro la fruición por beber.
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