Uchutenshi
Tyrion entra a un burdel con un panal de miel y un burro. La Madame le pregunta:
—¿Qué podemos hacer por ti?
—Necesito una mujer para fornicar, porque la mía me ha dejado.
—¿Por qué te ha dejado? ¿Y cuál es el motivo de traer ese burro y aquel panal de miel?
—Mi mujer encontró al Genio de la botella, y este le concedió tres deseos: el primero consistio en tener una casa apta para una reina, así que le entregó el maldito panal.
La figura apergaminada de mi mujer le valió de cierta fama en Casterly Rock; su mayor anhelo residía en tener el mejor culo de todo Westeros, así que el Genio la gratificó con este estúpido burro.
—¿Y qué hay del último deseo?
—El incipiente pero acelerado apetito sexual que sentía mi mujer produjo el tercer y funesto deseo. Ella le exigió al Genio que mi pene colgase más allá de mi rodilla.
—Bueno, eso no es tan malo, ¿cierto?
—«¡No es tan malo!», dices. Yo solía medir 69 pulgadas.
El chiste que Tyrion nunca termina de contar
Tyrion entra a un burdel con un panal de miel y un burro. La Madame le pregunta:
—¿Qué podemos hacer por ti?
—Necesito una mujer para fornicar, porque la mía me ha dejado.
—¿Por qué te ha dejado? ¿Y cuál es el motivo de traer ese burro y aquel panal de miel?
—Mi mujer encontró al Genio de la botella, y este le concedió tres deseos: el primero consistio en tener una casa apta para una reina, así que le entregó el maldito panal.
La figura apergaminada de mi mujer le valió de cierta fama en Casterly Rock; su mayor anhelo residía en tener el mejor culo de todo Westeros, así que el Genio la gratificó con este estúpido burro.
—¿Y qué hay del último deseo?
—El incipiente pero acelerado apetito sexual que sentía mi mujer produjo el tercer y funesto deseo. Ella le exigió al Genio que mi pene colgase más allá de mi rodilla.
—Bueno, eso no es tan malo, ¿cierto?
—«¡No es tan malo!», dices. Yo solía medir 69 pulgadas.
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