Uchutenshi

El chiste que Tyrion nunca termina de contar

agosto 19, 2017 Uchutenshi 0 Comments



Tyrion entra a un burdel con un panal de miel y un burro. La Madame le pregunta:

—¿Qué podemos hacer por ti?

—Necesito una mujer para fornicar, porque la mía me ha dejado.

—¿Por qué te ha dejado? ¿Y cuál es el motivo de traer ese burro y aquel panal de miel?

—Mi mujer encontró al Genio de la botella, y este le concedió tres deseos: el primero consistio en tener una casa apta para una reina, así que le entregó el maldito panal.

La figura apergaminada de mi mujer le valió de cierta fama en Casterly Rock; su mayor anhelo residía en tener el mejor culo de todo Westeros, así que el Genio la gratificó con este estúpido burro.

—¿Y qué hay del último deseo?

—El incipiente pero acelerado apetito sexual que sentía mi mujer produjo el tercer y funesto deseo. Ella le exigió al Genio que mi pene colgase más allá de mi rodilla.

—Bueno, eso no es tan malo, ¿cierto?

—«¡No es tan malo!», dices. Yo solía medir 69 pulgadas.




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Literatura,

Balada del viejo marinero

agosto 18, 2017 Uchutenshi 1 Comments


Coleridge es considerado, junto a Wordsworth, el poeta lakista más destacado, fue un romántico excepcional que contaba con una prosa envidiable la cual solía potenciar cuando escribía bajo los efectos del opio; su poema del viejo marinero aportó una fuerte impronta al género gótico. El poema explora los efectos psicológicos que tiene el relato del marinero sobre sus oyentes y la crisis filosófica del protagonista. El marinero es un arquetipo del vacío, la desesperación y la angustia que sienten algunos hombres respecto a la vida, tiene una carga filosófica muy fuerte y representa los sentimientos e inquietudes del propio Coleridge. El ralato comienza con el marinero asaltando una celebración matrimonial, la presencia del viejo produce rechazo y temor. Nuestro protagonista sin embargo, está condenado a contar su historia:

—¡Miedo me das, Anciano Marinero!
Miedo me da tu mano descarnada;
eres alto, escuálido y curtido
como la arena en ondas de las playas,
¡Miedo me dan tus relucientes ojos!
¡Miedo me da tu renegrida mano descarnada!

—No temas, Invitado, no, no temas: este cuerpo logró no sucumbir a la desgracia. Solo, solo, completa y absolutamente solo: solo sobre un mar más que infinito, sin que ningún santo se apiadara del dolor de mi alma en agonía. Tantos hombres, tantos y tan hermosos, Y todos ellos muertos reposaban mientras miles de seres repugnantes como yo, sin razón alguna vivían. Miré hacia el putrefacto mar, y al instante retiré de nuevo la mirada; miré hacia el puente y la cubierta fantasma donde yacían cientos de muertos. Y miré al cielo e intenté rezar pero en cuanto una plegaria había surgido un susurro maligno vino y me secó no sólo el corazón, también el alma.

Ella era la pesadilla,
la Muerte en Vida,/
que espesa de frío la
sangre del hombre.

Samuel Taylor Coleridge, «Balada del viejo marinero».

Ilustración (20 de 38) de Gustave Doré para la edición de 1876. «I Watched the Water-Snakes».

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