Arte,

Estética

mayo 30, 2016 Uchutenshi 0 Comments



La formación de juicios críticos sobre arte es la disciplina que llamamos estética, si bien es relativamente nueva, sus temas de interés se remontan a la antigua Grecia, posteriormente en el siglo XVIII se agrupan bajo una misma disciplina. La estética moderna gravita en torno a dos intereses: las obras de arte y la experiencia estética.

    Respecto a los objetos denominados obras de arte, se suscitan cuestiones del tipo: ¿Puede definirse el «arte»? ¿Por qué son importantes estos objetos? ¿Cómo pueden representar el mundo las pinturas? ¿Cómo puede la música expresar emoción?

    En cuanto a esa experiencia específica llamada «experiencia estética», se advierte que no se reduce tan sólo a la apreciación del arte. Una experiencia estética es disfrute de una bella visión, de ahí que se suscite la pregunta sobre cómo puede definirse este tipo de experiencia y en qué se distingue de otras categorías experimentales.

La definición del arte 


La definición es indudablemente uno de los temas más recurrentes e importantes en la estética. Intentar definir las principales características del arte llevó a Collingwood y Croce a formular su «teoría de la expresión»; una obra de arte es la «expresión» de un sentimiento, y por tal expresión se entiende que la naturaleza del sentimiento se investiga y aclara teniendo en cuenta el material gráfico. Es una teoría que vincula el arte con el sentimiento y las emociones, que carece empero, de rigor o sustento suficiente para tomarla con demasiada seriedad. En primer instancia, porque jamás se define apropiadamente ese sentimiento al que se refiere Croce. También pretende explicar todas las artes bajo una misma teoría; así, lo común a la pintura, la poesía, la escultura, la danza y la música en tanto artes que facilitan el desarrollo y el estudio de las emociones.

    Todas las disputas en torno a la definición del arte no han sido solucionadas, ni lo serán por un largo tiempo. El debate empero —al igual que otros debates filosóficos—, si bien no ha llegado a una conclusión definitiva, contribuye a clarificar cuáles son los problemas y la naturaleza del arte. Lo mínimo que se puede esperar de esta discusión es saber por qué resulta tan complicada la definición del arte.

    Cuando Duchamp expuso su pala para quitar nieve, no «expresaba» esas emociones que defendió la teoría de Collingwood y, ciertamente, no manifestaba la habilidad artística de su creador, ni representaba algo en particular. Fuera cual fuera su presunta belleza, esta no se debía a Duchamp.

Experiencia estética


La Crítica del juicio de Kant ha ejercido una enorme influencia en la disciplina estética, al ser uno de sus temas centrales en la discusión, la experiencia estética. Kant planteó por primera vez la idea de que existe un especial placer desinteresado que se da en la apreciación de la belleza (ya sea en la naturaleza o en el arte) y que es distinto de otras formas de placer que buscan satisfacer los deseos. Kant se propuso demostrar que este tipo de reacción tiene un valor universal y, según su teoría, si una persona contempla una rosa o una pintura y tiene esta experiencia especial al contemplarlas, puede afirmar que la rosa o la pintura son bellas y esperar que los demás también lo consideren así.

     Kant eliminó otras reacciones posibles al apreciar algo bello, por ejemplo, que un objeto guste porque es útil, moralmente correcto, intelectualmente persuasivo o significativo desde el punto de vista político. Por lo tanto, acabó definiendo la contemplación estética como el hallazgo de algo satisfactorio al percibir, es decir, al escuchar o al observar algo, independiente de otros aspectos que no sea la propia percepción. Describió dicha experiencia de forma positiva como el libre juego de la imaginación y del entendimiento, lo que quiere decir que se estimula la capacidad de percepción y que no es necesario que haya un objetivo más allá de este estímulo para dar explicación de la satisfacción que se siente al contemplar los objetos propios de la naturaleza y/o el arte

Reacción individual y demanda pública


Encuentro particularmente interesante la tensión entre el aspecto individual (subjetivo) de la reacción estética y el carácter público (intersubjetivo) del juicio estético.

    Cuando una persona dice que un objeto o una obra es bello o artísticamente conseguido, lo único que está diciendo es que, por algún motivo, le gusta. Pero  en esa afirmación va implícito que los demás deberían estar de acuerdo y considerarlo también bello, en otras palabras, los juicios estéticos reivindican la objetividad. Hay dos aspectos que fomentan tal reivindicación. El primero es que a pesar de la influencia de la moda hay muchas obras a las que se le reconoce su importancia con el paso del tiempo. El escritor griego Longinos lo señaló así en «De lo Sublime»:

    «Cuando incluso hombres que difieren en sus costumbres, su vida, sus entusiasmos, sus edades, sus compromisos, están de acuerdo y mantienen idéntica opinión acerca de los mismos escritos [u obras de arte], entonces el veredicto unánime... de jueces tan discordantes hace que la fe en los pasajes [u obras] que admiramos sea sólida e indiscutible.»

    En segundo lugar, se puede utilizar el razonamiento intelectual para defender la pretensión de que los juicios estéticos poseen validez intersubjetiva. Así, ciertas características de un óleo pueden destacarse como evidencias de su excelencia artística; por ejemplo, se puede mostrar el equilibrio de la composición de una obra según la posición de las figuras representadas por la disposición de los rasgos del paisaje. Si bien tales singularidades no proporcionan pruebas irrefutables de que el juicio que alguien emite sobre una pintura sea correcto, si ofrecen razones objetivas para llegar al acuerdo. Sin embargo, ningún estudioso de la estética ha demostrado que cualquiera de estas posturas —reivindicar la objetividad del fundamento personal del juicio— pueda verse como falsa, aunque tampoco han podido mostrar el modo de superar el conflicto.

El valor del arte


Hay varios motivos por los que un óleo, una composición musical y otras manifestaciones artísticas puedan ser consideradas como valiosas; por ejemplo, pueden transmitir información, promover cierto tipo de conductas o, sencillamente, divertir y entretener, incluso se pueden considerar como productivas inversiones financieras. Estos son los motivos por los que una obra de arte puede tener un valor funcional, y hay muchas que deben su valor a estas causas; por ejemplo, ciertos objetos del arte religioso o retratos que cumplen funciones de este tipo. Las obras de arte empero, también pueden tener un valor intrínseco; es decir, se consideran valiosas por el tipo de experiencias sensitivas que proporcionan. Dichas experiencias son apreciadas por sí mismas y no por propósitos superiores o por el provecho ulterior que puedan proporcionar.

    Estas dos maneras de valorar una obra de arte no son necesariamente opuestas. El hecho de que cierta pintura sea un retrato, y pretenda por lo tanto guardar un parecido con el modelo y transmitir información acerca de él —puntos que indican la posición de un valor funcional—, no es óbice para que también tengan un valor intrínseco. Con todo, la adecuación a la función no es condición para que la pintura posea un valor intrínseco.

Neuroestética


Entre las teorías más sobresalientes encuentro relevantes las del neurólogo Ramachandran y el neurobiólogo Rizzolatti. Ramachandran
ha estudiado la amígdala donde reside uno de los núcleos emocionales de nuestro cerebro, ahí es donde se puede valorar el significado emocional de aquello que estamos observando. Ramachandran se enfocó en lo que sucede en el sujeto cognoscente cuando crea o admira una obra de arte, y de ahí lo bello y lo estético. Mostró a los sujetos de estudio distintas obras pictóricas que ellos habían considerado bellas. Para alcanzar la concepción de belleza de cada sujeto, se les ofrecía gran cantidad de obras pictóricas que eran clasificadas por cada uno de ellos como bella, neutra o fea. Posteriormente se repetía el proceso analizándolo con técnicas de resonancia magnética funcional. El resultado si bien no puede explicar en qué consiste la belleza, nos muestra las zonas de activación e incremento de la actividad neuronal ante la percepción de la belleza, los estímulos presentados a los sujetos estaban divididos en dos categorías: retratos y paisajes. Como se esperaba, Ramachandran advirtió que no existe un centro especializado en la belleza y otro en la fealdad.

    Rizzolatti por su parte, tiene como estudio la experiencia estética y si esta es enteramente subjetiva. A través de la fMRI se mostró a distintos sujetos de estudio esculturas pertenecientes al Arte Clásico y del Renacimiento. Se mostraban dos tipos de piezas: imágenes de las obras originales y versiones con la proporción modificada. Los estímulos eran mostrados con tres peticiones: la observación, el juicio estético y el juicio de la proporción. Entre los resultados más interesantes del estudio encontramos que la observación de las esculturas originales en relación a las modificadas producía una activación de la zona de la ínsula derecha así como otras áreas concretas del cerebro. La activación de esta zona era particularmente fuerte ante la tarea de observación. Cuando los sujetos juzgaban las esculturas como bellas, se activaba la parte derecha de la amígdala. De esta investigación se entiende que el sentido de la belleza está mediado por dos procesos no mutuamente excluyentes: uno basado en la activación de determinadas neuronas corticales y de la ínsula, entendiendo esto como percepción objetiva de la belleza; el otro, basado en la activación de la amígdala, encargada de las experiencias emocionales del sujeto, entendiendo esto dentro de la percepción subjetiva de la belleza.

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BIBLIOGAFÍA

Benedetto Croce, La estética como ciencia de la expresión y lingüística general (1902).
Robin George Collingwood, Essays in the Philosophy of Art (1964).
Immanuel Kant, Crítica del juicio (1790).
Ramachandran V. S. & Hirstein W., The Science of Art: a Neurological Theory of Aesthetic Experience (1999)
Ramachandran V. S. Hirstein W. Journal of Consciousness Studies (1999).
Giacomo Rizzolatti, The Golden Beauty: Brain Response to Classical and Renaissance Sculptures (2007).


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Matemáticas

Conversión a decimal

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments


Cualquier número escrito en una base distinta de diez puede ser convertido a la forma decimal expresándolo como suma de potencias de la base. Por ejemplo, el número binario 11001111 es igual a:

(1 x 27) + (1 x 26) + (0 x 25) + (0 x 24) +
(1 x 23) + (1 x 22) +
(1 x 21) + (1 x 20)

esto es:

(1 x 128) + (1 x 64) + (0 x 32) +
(0 x 16) + (1 x 8) + (1 x 4) + (1 x 2) +
(1 x 1)

así  queda 128 + 64 + 0 + 0 + 8 + 4 + 2 + 1 = 207 en el sistema decimal.

El número hexadecimal (en base 16) 1A9D (en decimal,  A es 10 y D es 13) se expresa como:

(1 x 163) + (10 x 162) + (9 x 161) +
(13 x 160) = (1 x 4096) + (10 x 256) +
(9 x 1) + (13 x 1) = 4096 + 2560 + 144 + 13 =
6813 en la forma decimal.

El proceso opuesto, la conversión de la forma decimal a cualquier otra base, se realiza descomponiendo el número en grupos apropiados; factorización.



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Filosofía analítica,

Refutalidad popperiana (introducción)

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Popper señaló que había una asimetría lógica entre las tareas de confirmación o verificabilidad y refutación o falsabilidad, ya que confirmar una generalización de carácter universal requiere una infinitud de instancias, mientras que sólo se necesita una para refutarla. Por lo tanto, no cabe esperar nunca confirmar de manera total una hipótesis científica, aunque sí se puede esperar refutarla. Según Popper, las hipótesis científicas no son meros instrumentos, sino que aspiran a describir cómo es el mundo, y gracias la refutabilidad de las hipótesis se puede, como mínimo, evitar los errores y, más aún, se puede llegar a conclusiones positivas.

    Si se ha sometido una hipótesis a pruebas severas pero no se ha conseguido refutarla, entonces es racional aceptar dicha hipótesis como momentáneamente verdadera, ya que siquiera entonces puede afirmarse con total seguridad que sea verdad, porque la hipótesis, según Popper, no ha sido probada sino «corroborada». Popper también afirma que la ciencia pretende producir hipótesis temerarias y, por ende, relativamente fáciles de refutar, puesto que si no se refutan, se habrán obtenido conocimientos nuevos sobre el mundo. La irrefutabilidad, tal como el la analiza, no es una prueba de la fuerza de la teoría científica, sino una prueba de su gran debilidad.

    La concepción que Popper tiene de la ciencia parece eludir algunas objeciones que se habían hecho a la inducción; sin embargo, comparte con el enfoque positivista un territorio que está estrechamente relacionado con tales objeciones, las cuales, a su vez, puede hacerse contra Popper. Ese territorio común es creer que se puede trazar una distinción entre los contenidos de una teoría científica y la descripción inmediata de la evidencia en la que se basa dicha teoría. Uno de los principios fundamentales tanto de Popper como de los positivistas es que la evidencia necesaria puede aparecerse de un modo completamente «neutral» entre las teorías científicas; por lo tanto, la tarea de los científicos es buscar cuál es la teoría que se ajusta mejor a la evidencia. Dicha opinión, sigue ejerciendo influencia en la concepción popular de la ciencia.

    Yo insistiría en el argumento de que no hay una forma neutral de describir la evidencia necesaria para elaborar teorías científicas, no hay una evidencia que sea independiente de una teoría. En otras palabras, la percepción que tiene del mundo cualquier persona está «cargada de teoría», de forma que no es posible una confrontación completamente imparcial con la «pura» experiencia. Además, los científicos tienden a contemplar la ciencia como un conjunto de conocimientos mutuamente interdependientes, en un holismo. Eso significa que los términos utilizados en una teoría científica sólo poseen sentido en el contexto de esa teoría. Asimismo, una teoría holística tiene propensión a cambiar el significado de su terminología cuando se enfrenta a una evidencia contraria; por lo tanto, no se puede refutar una teoría por el hecho de que se haya la falsedad de una de sus afirmaciones, ya que no se puede tomar esa afirmación como separada del resto del conjunto que integra la teoría.





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Filosofía,

Querer decir más de lo que se dice

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments


El filósofo H. P. Grice realizó un estudio sobre cómo utiliza la gente el lenguaje para comunicar más de lo que dice. Aseguraba que todas las conversaciones se rigen según cuatro máximas:

    1) Cantidad: no dar una información excesiva ni escasa;
    2) Calidad: no decir lo que es falso o dudoso;
    3) Relación: atenerse a lo relevante;
    4) Maneras: no ser oscuro, ambiguo o prolijo.

    Estas reglas se pueden romper de cuatro maneras:

    a) violando una regla, por ejemplo mintiendo;
    b) decidiendo no adoptar una regla, por ejemplo diciendo que no se está en posición de proporcionar más información;
    c) enfrentándose a un conflicto entre dos reglas, como cuando no se puede dar información suficiente para ser útil sin decir cosas de las que no se está seguro;
    d) incumpliendo una regla de forma ostensible.

    Un ejemplo famoso de incumplimiento de una regla se refiere a un profesor de filosofía al que una empresa le pidió que diera referencias de uno de sus alumnos. Se limitó a escribir: "Tiene una caligrafía muy bonita." El empresario supondría que el profesor había omitido mencionar las capacidades intelectuales del alumno con el fin de no tener que decir algo negativo sobre él, de modo que daba referencias sin proferir ninguna palabra desagradable. Ahí una prueba que en la praxis, todo esquema filosófico, como el del citado Grice, nos compromete y resulta poco o nada útil.



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Descartes,

Rene Descartes

mayo 23, 2016 Uchutenshi 0 Comments



Todo el sistema de Descartes se construye sobre el principio inconmovible del «cogito ergo sum». Piedra angular de esta construcción es la idea de Dios. Existe un ser del cual —aunque exterior a nosotros—, precisa afirmar su existencia con la seguridad de las ideas «claras» y «distintas»: Dios.

     Dos argumentos de la existencia de Dios da Descartes. El primero lo toma de San Anselmo. El segundo, de la limitación de los hombres como seres finitos, para poseer por sí mismos la idea de lo infinito (argumento claramente falaz). De nada —dice Descartes—, no puede provenir nada. En base a eso Descartes deduce (falazmente): «la causa no puede contener menos realidad o perfección que el efecto». Descartes encontraba en el mismo, la idea de Dios como la de un ser infinitamente perfecto, pero como Descartes era finito e imperfecto, no podría haber producido dicha idea de Dios. «Dios mismo ha sembrado en el hombre la idea de lo Infinito».

     De la ontología cartesiana conocemos conceptos como sustancia, atributo y modo. Sustancia para Descartes es aquello que de tal manera existe, que no necesita otra cosa para su existencia. Descartes admite que sólo Dios es sustancia, stricto sensu. En sentido más amplio llama sustancia a todo lo que —únicamente— necesita de la cooperación divina para su existencia; sin la fuerza creadora y conservadora de la divinidad, las sustancias finitas no existirían o se reducirían a la nada. La sustancia es conocida por sus propiedades, la propiedad fundamental que expresa la «esencia» del objeto y que puede concebirse por sí sola (sin presuposición de otras propiedades), se llama «atributo».

     Descartes distingue entre Dios, como sustancia infinita —res infinita—, y dos clases de sustancia finitas; espíritu y cuerpo. El atributo del espíritu es el pensar —res cogitans—. En eso se manifiesta su esencia; nunca está por lo tanto, sin pensar. El atributo del cuerpo es la extensión —res extensa—, debido a que sin ella no es posible cuerpo alguno.

     Descartes entiende por «modos» o «accidentes» aquellas propiedades de las sustancias que presuponen la existencia de atributos. El sentir, el querer, el anhelar, el imaginar, el juzgar, son «modos del pensamiento» (es decir, modificaciones de la conciencia). La figura, la posición, los movimientos (del espacio) son, por el contrario, «modos de la extensión».

     La filosofía de Descartes parte de un enfoque en primera persona por una sencilla razón, a saber; defender el dualismo, argumento de gran significación en la filosofía cartesiana debido a que desde tal perspectiva, puede tener un conocimiento total e infalible de los contenidos mentales. El «je pense, donc je sois», es para Descartes únicamente el punto metódico de partida, en base a ello, plantea todo su sistema.

     Permanece cierto en toda duda que yo pienso, que soy una cosa pensante («une chose qui pense») —dice Descartes—. Esto no lo adquiere por medio de un silogismo, sino por la «luz natural» de su razón, por una «representación clara y distinta» («perception claire et distincte»). Todo esto da lugar a la famosa «duda metódica»:

     Advertí luego, que queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: 'yo pienso, luego soy', era tan firme y segura que los más audaces argumentos de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando [...]

     Indubitablemente dicho argumento es falaz. Recordemos que el principal argumento cartesiano a favor del dualismo gira en torno al postulado de que la mente es una sustancia cuya propiedad esencial es el pensamiento —res cogitans—, mientras que el cuerpo es una sustancia cuya propiedad esencial es ocupar un espacio —res extensa—. Descartes escribió que tenía una concepción clara del cuerpo y la mente como sustancias distintas, y que Dios puede hacer realidad todo aquello que se puede concebir con claridad, de lo que se deduce; el cuerpo y la mente son distintos.

     Con este argumento Descartes cae en la famosa falacia del hombre enmascarado; el hecho de que se pueda dudar de la existencia del cuerpo pero no de la mente, no implica que sean entidades distintas. El argumento cartesiano se da en los siguientes términos:

    1. Estoy seguro de que tengo una mente.

    2. No estoy seguro de que tenga un cuerpo.

    3. Por lo tanto, mi mente es distinta de mi cuerpo.

    Puede advertirse, con indubitable claridad, que este argumento es una falacia si lo comparamos con el siguiente:

    1. Sé quién es mi padre.

    2. No se quién es este hombre enmascarado.

    3. Por lo tanto, este hombre enmascarado no es mi padre.

Sin mencionar que desde un punto de vista objetivo, no se puede realizar afirmaciones válidas acerca de las propiedades esenciales de la materia; el dualismo cartesiano crea demasiados problemas, uno de ellos es la cuestión de las otras mentes (la mía la de vosotros, etcétera), planteada primeramente por Berkeley. Si el cuerpo y la mente son entidades lógicamente separadas, no puede haber ninguna prueba desde premisas físicas, que el resto de seres humanos posea una mente; si se parte de la perspectiva cartesiana, la única cosa del mundo que tiene una mente consciente es él, Descartes.

     Otro de los problemas que nos planteamos es que el dualismo cartesiano deja un elemento de misterio en la relación de la mente con la materia. Los acontecimientos mentales (por ejemplo el dolor) son causa de acontecimientos físicos, pero también son causados por dichos acontecimientos físicos (por ejemplo cortarse con un cuchillo). Por lo tanto, los científicos no sólo deben referirse a los objetos físicos, como los átomos y los electrones, sino también a los acontecimientos mentales, como el dolor y los razonamientos. Sin embargo, parece que no hay necesidad de hacerlo, ya que todo hecho físico puede ser justificado a partir de otros hechos físicos, sin recurrir a los conceptos mentales. De modo que, o bien los hechos mentales no son causalmente activos —perspectiva conocida como «epifenomenalismo— o tienen tanto aspectos físicos como mentales, algo que contradice la afirmación de Descartes.




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Filosofía analítica,

Sophos

mayo 02, 2016 Uchutenshi 0 Comments





Entre los colegas filósofos es frecuente tropezar con un nutrido grupo con alma de poeta, es decir; confunden la creación literaria con el rigor filosófico. Excesivos ejemplos de este padecimiento lo encontramos de Descartes a Kant; de Hegel a Sartre y, de Foucault a Žižek.

    Una filósofa contemporánea —no muy brillante— nos dice lo siguiente:

    «El discernimiento filosófico es la fuente por excelencia de toda transformación profunda. Solo se transforma lo que se comprende con radicalidad, es decir, aquello en lo que se detiene la luz de la conciencia plena.»

    Quiero suponer que si el Sócrates platónico estuviese con vida, le preguntaría a la brillante Mónica Cavallé, ¿qué es esa «transformación profunda» de la que te jactas conocer? ¿A qué te refieres con «la luz de la conciencia plena»? ¿Cuál es el método para llegar a un discernimiento filosófico fiable? Esto si antes no pregunta «qué es el discernimiento filosófico» y, sobre sus atributos y propiedades; lo mismo valdría para «la compresión radical» que Cavallé menciona tan descuidadamente. Ejemplos de este género sobran, como podremos ver a continuación:

    «El acontecimiento es precisamente aquello que no puede ser creado, lo que nos sorprende.»

    Esto lo menciona Žižek a en su libro «Acontecimiento», en donde nos expone la idea del «acontecer», del «advenimiento». Žižek empero, nunca explica qué es el acontecer. El esloveno —indubitablemente—, es un poeta.

    Al intentar comprender el significado de una palabra; no debemos preguntarnos qué significa sino cómo se usa, y sacarla de ese juego de lenguaje es abusar del mismo. Algunos planteamientos —como los de Hegel o Heidegger— intentan forzar el lenguaje más allá de sus límites; ya que la respuesta no proviene del hecho de formular preguntas respecto a problemas filosóficos, sino de advertir que se había errado al plantearlos. El valor de verdad de una proposición no es un problema de análisis lógico sino un problema de experiencia; en consecuencia, sólo tienen sentido las proposiciones verificables, sea o no posible su verificación actual.

    A continuación expongo temas de interés que deberían ocupar —no delimitar— el quehacer filosófico.¹


1. Las ciencias formales


Lógica y matemáticas. Con frecuencia se hace referencia a la lógica y a las matemáticas como (ejemplos de) ciencia. ¿En qué sentido son (estas disciplinas) ciencias? ¿Cómo podemos conocer las verdades lógicas y matemáticas? ¿A qué verdad apelan? ¿Cuál es la relación entre las matemáticas y la ciencia empírica?


2. La descripición científica


    ¿Qué es lo que constituye una descripción científica adecuada? ¿Cuál es la lógica de la formación de los conceptos que intervienen en dicha descripción?

3. La explicación científica


    ¿Qué es lo que se quiere decir cuando se afirma que la ciencia explica? ¿Qué es una explicación científica? ¿En qué consiste? ¿Existen otro tipo de explicaciones? En caso afirmativo, ¿cómo están relacionados estos tipos de explicación con la explicación científica?

4. Predicción


    Se afirma que la ciencia predice. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se relacionan la predicción y la explicación? ¿Cuál es la relación entre estas dos últimas y la prueba científica?

5. Causalidad y leyes


    La ciencia explica por medio de leyes. ¿Qué son las leyes científicas? ¿Cómo ayudan a explicar? Excesivas leyes son conocidas como leyes causales. ¿Hay leyes que no sean causales? En caso afirmativo, ¿qué son estas?

Postulados


    1. Lo real es cognoscible.
    2. El mundo es exterior al sujeto cognoscente y tiene existencia por si mismo.
    3. Todo lo existente es material.
    4. Nuestro conocimiento de lo real no es perfecto.
    5. El conocimiento más fiable sobre lo real es el que se obtiene a través de la aplicación del método científico.
    6. El conocimiento científico es indirecto.
    7. Las teorías científicas pueden mejorarse..
    8. Todo lo existente es un sistema o componente de un sistema.
    9. Todo sistema posee propiedades generales que sus componentes no poseen.
    10. Todo sistema es independiente de otro sistema, pero esta independencia es una forma de imbricación con lo existente.

    Los postulados dfienden la tesis ontológica del realismo científico, también se advierte un guiño a la tesis gnoseológica de inteligibilidad; realismo ontológico porque se distingue entre «las cosas»; objetos concretos, materiales y los hechos que a ellos acaece; y los constructos —objetos conceptuales— que los representan, es decir, datos, modelos hipótesis, teorías, abstracciones, etcétera.

    Es importante señalar que la ciencia no prueba la existencia de lo real, sino que, por el contrario, lo da por supuesto. Nuestro conocimiento sobre lo real es incompleto porque se construye sobre modelos seleccionados de los hechos de interés, es decir, las variables que se tienen en cuenta para describir un determinado modelo son únicamente algunas posibilidades de las muchas que puede haber; obedecen a un paradigma y nuestras limitantes tecnológicas ciertamente son un impedimento —de momento— para mejorarlo. No se puede afirmar empero, que sea un conocimiento directo, es decir; una teoría científica se refiere de manera inmediata a un modelo idealizado de un sistema —cuyo comportamiento se pretende describir, explicar y predecir— y no a lo real en sí. Las teorías si bien no son perfectas, pueden mejorarse, es decir, hay proposiciones fácticas aproximadamente verdaderas y, toda aproximación a la verdad, es perfectible.

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¹Klemke, Hollinger & Kline (1980). Introductory Readings in the Philosophy of Science. Buffalo, N.Y.: Prometheus Books.



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Charles Baudelaire,

Poe y Baudelaire

mayo 02, 2016 Uchutenshi 0 Comments




En cierta ocasión, Poe le pidió a Baudelaire que fuese su amigo, tanto se parecían entrambos. No sé qué pasó con la amistad de estos dos desdichados, si se concretó o no. Pero de una cosa estoy seguro: fueron dos almas gemelas, seguramente malditas por sus carencias de mercedes personales, algo perfectamente verificable en sus vidas.

    El entendimiento, el ingenio, la inteligencia y el talante no van, sin duda alguna, de la mano de la felicidad; y es perfectamente natural, es una de las formas de los tantos equilibrios que prodiga el universo.



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