Filosofía,

ab ore ad aurem

marzo 26, 2013 Uchutenshi 0 Comments




     En las conversaciones y debates que he tenido con algunos de mis contemporáneos, he notado está tendencia vehemente a adornar sus palabras de una forma tan grosera que me terminan sangrando los ojos. Entre éstos, los «filósofos», con una clara inclinación a la retórica inútil hegeliana, y una tendencia enfermiza a las rimas rebuscadas, palabras impronunciables y términos inverosimiles, lo único
que logran, es confundir más.

     Sus términos oscuros y ambiguos sólo logran generar más dudas que respuestas. No aportan mayor contenido al debate, mas que una rica ensalada de términos burgueses y rebuscados poco útiles y aplicables.
   
     Ésta tendencia obsesiva, digna de los sueños más lucidos de un joven Rilke, o a los viajes vehementes de un Gérard de Nerval, transformando sus palabras en una quimera del lenguaje, en una transmutación de la razón, son solo un síntoma; el síntoma de la decadencia, del retroceso filosófico, ¿Donde han quedado los grandes pensadores? parece que murieron en la antigua Grecia.
 
     Para ser un filósofo contemporáneo, solo se requieren dos cosas:
Citar de carretilla a los clásicos, y repetir ad nauseam, la retórica pueril de «los grandes» como Hegel, Husserl, el alevoso Kant, y el infame Heidegger.

     ¿Y cual es la solución? —ciertamente luce más simple de lo que se podría apreciar a simple vista—, dejen de lado todos esos dogmas, esos preceptos decimonónicos, esa moral cáduca, pueril, ese amor desaforado al dualismo; para emplear el libre ejercicio de la razón y el discernimiento, sólo se requiere de un ojo crítico, que no este sujeto a lo moral contemporánea, que se libre del yugo y el dogma filosófico.

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