Física,

¿SE HALLA TODO DETERMINADO?

diciembre 09, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Extracto Agujeros Negros y Pequeños Universos, Stephen Hawking 

En Julio Cesar, la tragedia de Shakespeare, Casio Ie dice a Bruto: Los hombres son a veces dueños de su destino. ¿Somos realmente dueños de nuestro destino? ¿O está ya determinado y preordenado todo lo que hacemos? El argumento en pro de la predeterminación solía señalar que Dios es omnipotente y se halla al margen del tiempo, de modo que sabe lo que va a suceder. ¿Cómo podemos tener entonces libre albedrío? ¿Cómo es posible, de no tenerlo, que seamos responsables de nuestras acciones? No podría ser culpable quien atracase un banco si estuviera predeterminado que lo haría. ¿Por que castigarle? 
Recientemente, la argumentación a favor del determinismo se ha basado en la 
ciencia. Parece que existen leyes bien definidas que gobiernan como se 
desarrollan en el tiempo, el universo y todo lo que contiene. Aunque aun no 
hayamos encontrado la forma exacta de todas estas leyes, conocemos lo 
suficiente para determinar lo que sucede casi hasta en las situaciones más 
extremadas. Es discutible si en un futuro relativamente cercano encontraremos las leyes que nos faltan. Soy optimista: creo que hay una probabilidad del cincuenta por ciento de que las hallaremos en los próximos veinte años; aunque no fuera así, en nada afectara a la argumentación. Lo que importa es que tiene que existir una serie de leyes que determinen por completo la evolución del universo a partir de su estado inicial. Estas leyes pueden haber sido ordenadas por Dios, aunque parece que El (o Ella) no interviene en el universo para transgredir las leyes. 
Es posible que Dios escogiese la configuración inicial del universo o que este se haya determinado a si mismo por las leyes de la ciencia. En cualquier caso, 
parece que todo lo que contiene el universo estaría entonces determinado por 
evolución conforme a las leyes de la ciencia. Es, pues, difícil entender como 
podemos ser dueños de nuestro destino. 
La idea de la existencia de una gran teoría unificada que determine todo lo que 
hay en el universo suscita muchas dificultades. La primera de todas es que la gran teoría unificada será presumiblemente compacta e ingeniosa en términos 
matemáticos. Tiene que haber algo de especial y de simple en una teoría de todo. 
¿Cómo es posible, sin embargo, que un cierto número de ecuaciones expliquen la complejidad y todos los detalles triviales que advertimos en tomo de nosotros? 
¿Puede uno creer verdaderamente que la gran teoría unificada determine que 
Sinead O'Connor estuviera esta semana a la cabeza de la lista de éxitos y que 
Madonna apareciese en la portada de Cosmopolitan? 
Un segundo problema planteado por la idea de que todo se halla determinado por una gran teoría unificada es que cualquier cosa que digamos estará también determinada por la teoría. ¿Y por que iba a estar determinado que fuese verdadera? ¿No es más probable que fuese errónea puesto que hay muchas declaraciones incorrectas posibles por cada una cierta? Cada semana recibo por correo diversas teorías que me envía la gente. Todas son distintas y la mayoría resultan inconsecuentes; presumiblemente, la gran teoría unificada determine que los autores pensasen que eran correctas. ¿Por qué, entonces, ha de tener mayor validez cualquier cosa que yo diga? ¿No estoy igualmente determinado por la gran teoría unificada? 
Un tercer problema que plantea la idea de que todo se halla determinado es que sentimos que poseemos libre albedrío; que tenemos libertad para decidir si 
hacemos una cosa o no la hacemos. Mas, si todo esta determinado por las leyes de la ciencia, entonces, el libre albedrío tiene que ser una ilusión. ¿Y cuál es la base de la responsabilidad de nuestras acciones, si carecemos de libre albedrío? 
No castigamos a quienes cometen delitos cuando están locos, porque 
consideramos que no pudieron evitarlos. Pero si todos estamos determinados por una gran teoría unificada, ninguno puede evitar lo que hace. ¿Por qué, pues, responsabilizar a alguien de lo que haya hecho? 
Estos problemas del determinismo han sido materia de discusión durante siglos. El debate resultara un tanto académico mientras distemos de poseer un 
conocimiento completo de las leyes de la ciencia e ignoremos como me 
determinado el estado inicial del universo. Sin embargo, los problemas son ahora mas apremiantes porque existe la posibilidad de que en unos veinte años 
encontremos una teoría completa unificada. Y entendemos que el estado inicial 
puede hallarse en si mismo determinado por las leyes de la ciencia. Lo que a 
continuación sigue constituye una tentativa personal de abordar estos problemas. 
No pretende ser muy original ni profundo, pero hago lo que mejor puedo en este momento. 
Empezando con el primer problema: ¿Cómo puede una teoría relativamente 
simple y compacta suscitar un universo de la complejidad que observamos, con 
todos sus detalles triviales y carentes de importancia? La clave reside en el 
principio de indeterminación de la mecánica cuántica, que declara que no es 
posible medir juntamente y con gran precisión tanto la posición como la velocidad de una partícula; cuánto mas exactamente mide uno la posición, menos exactamente puede medir la velocidad y viceversa. Esta indeterminación no es tan importante en el momento presente, cuando la cosas se hallan tan separadas que una pequeña indeterminación en la posición no supone una gran diferencia. Pero en el universo muy primitivo todo estaba muy próximo, así que la indeterminación era muy considerable y el universo presentaba diversos estados posibles. Estos habrían evolucionado hasta constituir toda una familia de diferentes historias del universo. En sus características a gran escala, la mayoría de estas historias serian 
semejantes y corresponderían a un universo uniforme y terso, que se hallara en 
expansión, pero deferirían en detalles como la distribución de las estrellas y, aún más, en las portadas de la revistas (si esas historias contenían revistas). La complejidad del universo que nos rodea y sus detalles surgieron, pues, del 
principio de indeterminación en las etapas primitivas, lo que proporciona al 
universo toda una familia de historias posibles. Existiría una historia donde los 
nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial, aunque su probabilidad sea baja, pues resulta que nosotros vivimos en una historia donde los aliados ganaron la guerra y Madonna apareció en la portada de Cosmopolitan. 
Veamos el segundo problema: si lo que hacemos se halla determinado por alguna gran teoría unificada, ¿por qué debe determinar que extraigamos acerca del universo las conclusiones certeras en vez de las erróneas? ¿Por qué ha de tener alguna validez cualquier cosa que digamos? Mi respuesta está basada en la idea de Darwin sobre la selección natural. Supongo que en la Tierra, por obra de unas combinaciones aleatorias de átomos, surgió espontáneamente una forma de vida muy primitiva. Probablemente esta primera forma de vida era una molécula grande, pero es posible que no se tratase de ADN, puesto que es muy reducida la probabilidad de constitución de toda una molécula de ADN por combinaciones aleatorias. 
La primitiva forma de vida se reproduciría. El principio cuántico de indeterminación y los movimientos térmicos aleatorios de los átomos indican que tuvo que existir un cierto número de errores en la reproducción; la mayoría serían fatales para la supervivencia del organismo o para su capacidad de reproducción y no se transmitirían a generaciones futuras sino que se extinguirían; por puro azar, unos cuantos resultarían beneficiosos, seria mayor la probabilidad de supervivencia y reproducción de los organismos con esos errores. Así, tenderían a remplazar a los organismos originales e imperfectos. 

El desarrollo de la estructura en doble hélice del ADN puede haber sido uno de 
esos perfeccionamientos de las primeras etapas. Probablemente se trató de un 
progreso tal que reemplazó por completo a cualquier forma previa de vida, fuera cual fuese. A medida que progresaba la evolución conduciría al desarrollo del sistema nervioso central. Los seres que reconocieran acertadamente las 
consecuencias de los datos recogidos por sus órganos de los sentidos que 
adoptasen las acciones adecuadas, tendrían mas probabilidades de sobrevivir y reproducirse. La raza humana avanzó por este camino hasta otra etapa. Somos muy semejantes a los simios superiores, tanto en nuestros cuerpos como en el ADN, pero una ligera variación de nuestro ADN nos permitió desarrollar el lenguaje. Eso significó poder transmitir la información y la experiencia acumulada de una generación a otra, de forma oral y escrita. Hasta entonces solo era posible transmitir los resultados de la experiencia mediante el lento proceso de su codificación en el ADN a través de errores aleatorios en la reproducción. El efecto fue una aceleración espectacular de la evolución. Necesitó más de tres mil millones de años para llegar a la raza humana; durante los últimos diez mil hemos desarrollado el lenguaje escrito que nos permitió progresar desde los trogloditas hasta el punto en que podemos preguntarnos por la teoría definitiva del universo. 
En los últimos diez mil años no ha habido una evolución biológica significativa o un cambio en el ADN humano. Así, pues, nuestra inteligencia, nuestra capacidad para extraer las conclusiones correctas de la información proporcionada por los órganos de los sentidos, tiene que remontarse a los días de las cavernas o aún mas allá y habría quedado seleccionada sobre la base de nuestra capacidad para matar a ciertos animales con que alimentamos y para evitar que otros animales nos mataran. Resulta notable que cualidades mentales seleccionadas para estos propósitos nos mantengan en tan buena forma en circunstancias muy diferentes como son las de la época actual. El descubrimiento de una gran teoría unificada o las respuestas a los interrogantes del determinismo no significarían probablemente una gran ventaja en lo que se refiere a la supervivencia. Sin embargo, la inteligencia que hemos desarrollado muy bien para otros fines puede garantizamos el hallazgo de las respuestas adecuadas a esas preguntas. 
Paso al tercer problema, la cuestión del libre albedrío y de la responsabilidad 
sobre nuestras acciones. Consideramos subjetivamente que tenemos capacidad para elegir que somos y lo que hacemos, pero puede que esta sólo sea una ilusión. Algunas personas se creen Jesucristo o Napoleón, más no cabe aceptar que estén en lo cierto. Lo que necesitamos es una prueba objetiva que podamos aplicar desde fuera para distinguir si un organismo tiene libre albedrío. 
Supongamos, por ejemplo, que nos visita un hombrecillo verde de otra estrella. 
¿Cómo conseguiríamos decidir si poseía libre albedrío o se trataba simplemente de un robot programado para responder como si fuera semejante a nosotros? 
Ésta parece la prueba objetiva ultima del libre albedrío: ¿Es posible predecir la 
conducta del organismo? En caso afirmativo, claramente no posee libre albedrío sino que esta predeterminado y si no cabe predecir la conducta, podemos adoptar como definición operativa que el organismo tiene libre albedrío. 
Sería posible poner reparos a esta definición del libre albedrío sobre la base de 
que una vez que hallemos una teoría unificada completa podremos predecir lo que vaya a hacer la gente. Pero el cerebro humano se halla también sometido al principio de indeterminación. Así, pues, existe en la conducta humana un elemento de aleatoriedad asociado con la mecánica cuántica, mas, las energías que intervienen en el cerebro son bajas y, por tanto, la indeterminación de la mecánica cuántica ejerce solo un efecto pequeño. La auténtica razón de que no podamos predecir la conducta humana es que en realidad resulta demasiado difícil. Ya conocemos las leyes físicas básicas que gobiernan la actividad cerebral y son comparativamente simples, pero es bastante difícil resolver las ecuaciones cuando intervienen mas de unas cuantas partículas. Incluso en la teoría newtoniana de la gravedad, más sencilla, solo es posible resolver exactamente las ecuaciones en el 
caso de dos partículas. Cuando se trata de tres o más hay que recurrir a 
aproximaciones y la dificultad aumenta rápidamente con el número de partículas. 
El cerebro humano contiene 1E26, o cien cuatrillones, que son excesivos, para 
que podamos ser capaces de resolver las ecuaciones y predecir como se 
comportara, habida cuenta de su estado inicial y de los datos de los nervios que llegan hasta el cerebro. De hecho, ni siquiera podemos medir cual fue su estado inicial, porque para lograrlo tendríamos que desintegrarlo. Aun estando 
preparados para hacerlo, serian demasiadas las partículas que deberíamos 
considerar, además, el cerebro es muy sensible al estado inicial; un pequeño 
cambio en tal estado puede significar una diferencia muy grande en la conducta 
subsiguiente. Aunque conocemos las ecuaciones fundamentales que gobiernan el cerebro, somos completamente incapaces de emplearlas para predecir la 
conducta humana. 
Esta situación se plantea en ciencia siempre que abordamos un sistema 
macroscópico, porque el número de partículas resulta demasiado grande para que exista alguna probabilidad de resolver las ecuaciones fundamentales. Lo que hacemos en realidad es emplear teorías operativas. Se trata de aproximaciones en las que un número muy grande de partículas son remplazadas por unas cuantas. Un ejemplo es la mecánica de los fluidos. Un líquido como el agua esta constituido por billones de billones de moléculas, a su vez formadas por electrones, protones y neutrones, sin embargo, es una buena aproximación tratar el liquido como un medio continuo, caracterizado simplemente por su velocidad, densidad y temperatura. Las predicciones de la teoría operativa de la mecánica de los fluidos no resultan exactas -para comprenderlo basta con fijarse en el pronóstico del tiempo-, pero son suficientemente buenas para el diseño de naves y oleoductos. 
Quiero señalar que los conceptos del libre albedrío y de la responsabilidad moral sobre nuestras acciones constituyen realmente una teoría operativa en el sentido de la mecánica de los fluidos. Puede que todo lo que hagamos este determinado por alguna gran teoría unificada. Si esa teoría ha decidido que moriremos ahorcados, no pereceremos ahogados. Pero antes de lanzarse al mar en un barquito durante una borrasca, uno tendría que estar muy seguro de hallarse destinado al patíbulo. He advertido que hasta quienes afirman que todo esta predestinado y que nada podemos hacer por cambiarlo miran antes de cruzar la calle. Quizás sea porque los que no miran no sobreviven para afirmarlo. 
No es posible basar la conducta propia en la idea de que todo se halla 
determinado, porque ignoramos que es lo que se ha determinado. Por el contrario, hay que adoptar la teoría operativa de que poseemos libre albedrío y somos responsables de nuestras acciones. Esta teoría no sirve de mucho a la hora de predecir la conducta humana, pero la adoptamos porque no hay probabilidad de resolver las ecuaciones surgidas de las leyes fundamentales. Existe también una razón darwiniana para creer en el libre albedrío. Una sociedad en la que los individuos se sientan responsables de sus acciones posee una probabilidad mayor de actuar unida y sobrevivir para difundir sus valores. Claro esta que las hormigas trabajan muy unidas, pero semejante sociedad es estática; no puede reaccionar ante los retos anómalos o desarrollar nuevas oportunidades. En cambio, un conjunto de individuos libres que compartan ciertos propósitos serán capaces de colaborar en pro de sus objetivos comunes y tener además flexibilidad para realizar innovaciones. Tal sociedad posee más probabilidades de prosperar y difundir su sistema de valores. 
El concepto de libre albedrío corresponde a un campo ajeno a las leyes 
fundamentales de la ciencia. Si uno trata de deducir la conducta humana a partir de las leyes de la ciencia, se ve sumido en la paradoja lógica de unos sistemas referidos a si mismos. Si cabe predecir por las leyes fundamentales lo que uno hará, entonces el hecho de realizar la predicción puede modificar lo que suceda. 
Es como los problemas con que tropezaríamos si fuese posible viajar por el 
tiempo, cosa que no creo que llegue a suceder nunca. Si uno pudiese ver lo que acontecera en el futuro, podria cambiar-lo. Se podria ganar una fortuna apostando al caballo que fuera a ganar el Grand National. Pero esa acción modificaría el tanteo de las apuestas. Basta con ver Regreso al futuro para comprender los problemas que podrían plantearse. 
La paradoja de ser capaz de predecir las propias acciones se halla estrechamente relacionada con el problema que mencione antes; ¿Determinara la teoría definitiva que lleguemos a las conclusiones certeras acerca de la teoría definitiva? En este caso afirme que la idea darwiniana de la selección natural nos conduciría a la respuesta correcta. Tal vez la respuesta correcta no sea el modo adecuado de expresarlo, más, la selección natural debe llevamos al menos a una serie de leyes físicas que operen bastante bien. Sin embargo, existen dos razones por las cuales no podemos aplicar esas leyes físicas para deducir la conducta humana. En primer lugar, no nos es posible resolver las ecuaciones y, en segundo, aunque pudiéramos, el hecho de formular una predicción perturbaría el sistema. Por el contrario, la selección natural parece inducirnos a adoptar la teoría operativa del libre albedrío. Si se acepta que las acciones de una persona se hallan libremente elegidas, no cabe entonces afirmar que en algunos casos están determinadas por fuerzas ajenas. Carece de sentido el concepto de "casi libre albedrío". Pero la gente tiende a confundir el hecho de que uno puede ser capaz de suponer lo que probablemente escogerá un individuo con la noción de que la elección no es libre. 
Imagine que la mayoría de ustedes cenará esta noche, pero son libres de optar 
por ir a la cama con el estomago vacío. Un ejemplo de semejante confusión es la doctrina de la responsabilidad atenuada: la idea de que no debe castigarse a una persona por acciones perpetradas bajo una tensión. Quizá sea más probable que alguien cometa un acto antisocial cuando se halla bajo una tensión, pero esto no significa que debamos incrementar la probabilidad de la comisión del acto, reduciendo el castigo. 
Es preciso mantener separados la investigación de las leyes fundamentales de la ciencia y el estudio del comporta-miento humano. Por las razones que he 
explicado, no es posible deducir la conducta humana de las leyes fundamentales. 
Cabe esperar que podamos emplear tanto la inteligencia como los poderes de 
reflexión lógica desarrollados a través de la selección natural. Por desgracia, la 
selección natural ha dado lugar a otras características, como la agresión, que 
debió proporcionar una ventaja para la supervivencia en la época de los trogloditas y aun en tiempos anteriores y, en consecuencia, habría sido favorecida por la selección natural, pero, el tremendo incremento de nuestros poderes de destrucción, logrado por la ciencia y la tecnología modernas, ha hecho de la agresión una cualidad muy peligrosa que amenaza la supervivencia de toda la especie humana. Lo malo es que nuestros instintos agresivos parecen estar codificados en el ADN. Por evolución biológica, el ADN sólo cambia en una escala de tiempo de millones de años, en cambio, nuestros poderes de destrucción aumentan en una escala de tiempo que, por lo que respecta a la evolución de información, es solo de veinte a treinta años. A menos que podamos emplear la inteligencia para dominar nuestra agresión, la especie humana no tendrá muchas posibilidades. Si conseguimos sobrevivir durante los próximos cien años, nos desperdigaremos por otros planetas y puede que por otras estrellas. Eso hará que sea mucho menos probable la extinción de toda la especie humana por obra de una calamidad, como una guerra nuclear. 
Recapitulando: me he referido a algunos de los problemas que se suscitan cuando uno cree que todo el universo se halla determinado. No importa mucho si este determinismo es debido a un Dios omnipotente o a las leyes de la ciencia. Claro esta que uno siempre podría decir que las leyes de la ciencia son la expresión de la voluntad de Dios. 
He considerado tres cuestiones. Primera: ¿Cómo puede determinar una simple 
serie de ecuaciones la complejidad del universo y todos sus detalles triviales? 
Alternativamente ¿Cabe creer en realidad que Dios decide todos los detalles 
triviales, como quien aparecerá en la portada de Cosmopolitan? La respuesta 
parece ser que el principio de indeterminación de la mecánica cuántica significa 
que no hay una sola historia del universo, sino toda una familia de historias 
posibles, que pueden ser semejantes en escalas muy grandes, pero diferirán de manera considerable en las escalas normales y cotidianas. Resulta que vivimos en una historia específica que posee ciertos detalles y propiedades. Pero existen seres inteligentes muy similares, viviendo en historias que difieren en quien ganó la guerra y quien figura a la cabeza de la lista de éxitos. Por consiguiente, los detalles triviales de nuestro universo surgen porque las leyes fundamentales incorporan la mecánica cuántica con su elemento de indeterminación o aleatoriedad. 
La segunda cuestión es: Si todo se halla determinado por alguna teoría 
fundamental, entonces lo que digamos acerca de la teoría también se halla 
determinado por ella misma; pero ¿por qué tendría que determinar que fuese 
cierto en vez de erróneo o irrelevante sencillamente? Mi respuesta consistió en 
recurrir a la teoría de la selección natural de Darwin. Solo cuentan con una 
probabilidad de sobrevivir y reproducirse aquellos individuos que extraigan las 
conclusiones adecuadas acerca del mundo que les rodea. 
La tercera cuestión es: ¿Qué queda del libre albedrío y de nuestra responsabilidad sobre las acciones realizadas, si todo se halla determinado? La única prueba objetiva de que un organismo posee libre albedrío es que no se pueda predecir su conducta. En el caso de los seres humanos, somos del todo incapaces de utilizar las leyes fundamentales para poder decir lo que harán las personas, por dos razones: Primero, no podemos resolver las ecuaciones dado el enorme número de partículas que intervienen. Segunda, aunque consiguiéramos resolverlas, el hecho de formular una predicción perturbaría el sistema y podría conducir a un resultado diferente. En consecuencia, y como no cabe predecir la conducta humana, muy bien podemos adoptar la teoría operativa de que los seres humanos son agentes libres capaces de elegir lo que hagan. Parece que existen ventajas definidas para la supervivencia en creer en el libre albedrío y en la responsabilidad sobre las propias acciones. Eso significa que tal creencia debe ser reforzada por la selección natural. Queda por ver si el sentido de responsabilidad transmitido por el lenguaje es suficiente para controlar el instinto de agresión transmitido por el ADN. 
En caso contrario, la especie humana constituirá uno de los callejones sin salida de la selección natural. Quizá alguna otra especie de seres inteligentes de la galaxia logre un equilibrio mejor entre responsabilidad y agresión. De ser así, podían haber establecido contacto con nosotros o al menos habríamos detectado sus señales de radio. Quizá son conscientes de nuestra existencia pero no quieren darse a conocer. Tal vez procedan cuerdamente, habida cuenta de nuestro historial. 
En resumen, el título de esta conferencia era una pregunta: ¿se halla todo 
determinado? La respuesta es sí, aunque muy bien puede suceder que no lo esté, porque nunca podremos saber que se determina. 



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Filosofía,

El entendimiento en Locke

diciembre 09, 2013 Uchutenshi 0 Comments


La respuesta que Locke da al innatismo es la siguiente:

La mente —dice Locke— tiene capacidades innatas para adquirir ideas a partir de la percepción del mundo externo y de la reflexión sobre si misma y sus contenidos. De modo que, al cabo de «muy poco tiempo en el mundo», un niño, por ejemplo, desarrollará lo que Locke llama «impresiones»; las cuales son «ideas simples» producidas por la sensación y la reflexión. La sensación produce un tipo de impresiones —como los tonos de los colores en las objetos sensibles—; y por otro lado, la reflexión proporciona una Impresión del propio yo. Sensación y reflexión, respectivamente, las entiende Locke como la idea de todo contenido mental y provienen de la experiencia.

Existen dos tipos de experiencia; la externa, que obtenemos por medio de la sensación y la experiencia interna, que obtenemos por medio de la reflexión. Ergo, reflexión y sensación dan origen a la ideas.
En las ideas se aprecian los contenidos  simples y complejos. Las ideas simples llegan a través de la experiencia, mientras que las ideas complejas son la unión de las ideas simples. Dentro de las ideas simples existen «cualidades», las cuales Locke divide en primarias y secundarias. Por lo tanto, siendo el conocimiento una operación del entendimiento, los objetos inmediatos sobre los que ha de versar serán las ideas (contenidos mentales) y no las cosas, consistiendo en ciertas operaciones que se realizan con las ideas como a la capacidad que tenemos de percibir la conexión y el acuerdo entre ellas. Así, podemos hablar de "acuerdo" en cuatro sentidos.

1.Cuando nos referimos a la identidad de una idea, la cual —de modo inmediato— nos proporciona seguridad (respecto a la misma), y no la confundimos con otra, como ocurre cuando estamos seguros sobre las propiedades de la cuadratura, cuya idea no confundimos con la de la redondez.


2.El acuerdo o desacuerdo de dos ideas, se da cuando hay relación entre dos ideas, como se da en la lógica, donde podemos determinar la relación —o ausencia— de relación entre las ideas.


3.La interpretación del acuerdo o desacuerdo de dos ideas, se interpreta como la coexistencia de una idea  con otra, como ocurre cuando nos referimos a una sustancia particular, como sucede con la cera, cuya característica —sustancia— (la cual es una idea compleja) acompaña siempre los distintos estados de la cera, es decir una vela, cuya característica conforma la idea compleja de dicha sustancia.


4.Locke se refiere al acuerdo o desacuerdo de la idea de algo, contrastándola con la existencia real de ese algo, con lo que parece aceptar la posibilidad de conocer la relación no sólo entre ideas, sino también entre las ideas y las cosas. Siendo éstas, la posibilidad de aquellas.

«Ningún conocimiento humano puede ir más allá de su experiencia.»

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Anthony Burgess,

The Clockwork Orange

octubre 15, 2013 Uchutenshi 0 Comments

«Nuestro sujeto se siente impulsado hacia el bien porque paradójicamente se siente impulsado hacia el mal. La intención de recurrir a la violencia aparece acompañada por hondos sentimientos de incomodidad física. Para aliviarlos, el sujeto tiene que pasar a una actitud diametralmente opuesta.»

La naranja mecánica cuenta la historia del nadsat-adolescente Alex y sus tres drugos-amigos en un mundo de crueldad y destrucción. Alex tiene —ha escrito Burgess—, «los principales atributos humanos; amor a la agresión, amor al lenguaje y amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfruta de un modo tan violento. En cierto sentido vive en el Edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana) parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano».


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Filosofía,

En el monte de los olivos

octubre 15, 2013 Uchutenshi 0 Comments

     

El invierno, mal huésped, se ha asentado en mi casa; azuladas se han puesto mis manos del apretón de manos de su amistad.

     Yo honro a este mal huésped, pero me gusta dejarlo solo. Me gusta alejarme de él; ¡y si uno corre bien, consigue escaparse de él! Con pies calientes y pensamientos calientes corro yo hacia donde el viento está tranquilo, hacia el rincón soleado de mi monte de los olivos.

     Allí me río de mi severo huésped, y hasta le estoy agradecido porque me expulsa de casa las moscas y hace callar muchos pequeños ruidos.
     Él no soporta, en efecto, que se ponga a cantar un solo mosquito, y mucho menos dos; incluso a la calleja la deja tan solitaria que la luna tiene miedo de penetrar en ella por la noche.
     Es un huésped duro, pero yo lo honro, y no rezo, como los delicados, al panzudo ídolo del fuego.
     ¡Es preferible dar un poco diente con diente que adorar ídolos! así lo quiere mi modo de ser. Y soy especialmente hostil a todos los ardorosos, humeantes y enmohecidos ídolos del fuego.
     A quien yo amo, lo amo mejor en el invierno que en el verano; y ahora me burlo de mis enemigos, y lo hago más cordialmente desde que el invierno se ha asentado en mi casa.
     Cordialmente en verdad, incluso cuando me arrastro a la cama: allí continúa riendo y gallardeando mi encogida felicidad; incluso mis sueños embusteros se ríen.
     ¿Yo uno que se arrastra? Jamás me he arrastrado en mi vida ante los poderosos; y si alguna vez mentí, mentí por amor. Por ello estoy contento incluso en la cama de invierno.
     Una cama sencilla me calienta más que una cama rica, pues estoy celoso de mi pobreza.
     Y en invierno es cuando ella más fiel me es.
     Con una maldad comienzo cada día, con un baño frío me burlo del invierno: eso hace gruñir a mi severo amigo de casa. También me gusta hacerle cosquillas con una velita de cera: para que permita por fin que el cielo salga de un crepúsculo ceniciento.
     Especialmente maligno soy, ciertamente, por la mañana: a una hora temprana, cuando el cubo rechina en el pozo y los caballos relinchan por las grises callejas: aguardo impaciente a que acabe de levantarse el cielo luminoso, el cielo invernal de barbas de nieve, el anciano de blanca cabeza, ¡el cielo invernal, callado, que a menudo guarda en secreto incluso su sol! ¿Acaso de él he aprendido yo el prolongado y luminoso callar? ¿O lo ha aprendido él de mí? ¿O acaso cada uno de nosotros lo ha inventado por sí solo? El origen de todas las cosas buenas es de mil formas diferentes, todas las cosas buenas y petulantes saltan de placer a la existencia: ¡cómo iban a hacerlo tan sólo una sola vez! Una cosa buena y petulante es también el largo silencio y el mirar, lo mismo que el cielo invernal, desde un rostro luminoso de ojos redondos: como él, guardar en secreto el propio sol y la propia indómita voluntad solar: ¡en verdad, ese arte y esa invernal petulancia los he aprendido bien! Mi maldad y mi arte más queridos están en que mi silencio haya aprendido a no delatarse por el callar.
     Haciendo ruido con palabras y con dados consigo yo engañar a mis solemnes guardianes: a todos esos severos espías deben escabullírseles mi voluntad y mi finalidad.
     Para que nadie hunda su mirada en mi fondo y en mi voluntad última, para ello me he inventado el prolongado y luminoso callar.
     Así he encontrado a más de una persona inteligente: se cubría el rostro con velos y enturbiaba su agua para que nadie pudiera verla a través de aquéllos y hacia abajo de ésta.
     Pero cabalmente a él acudían hombres desconfiados y cascanueces aún más inteligentes: ¡cabalmente a él le pescaban su pez más escondido! Pero los luminosos, los bravos, los transparentes ésos son para mí los más inteligentes de todos los que callan: su fondo es tan profundo que ni siquiera el agua más clara lo traiciona. ¡Tú silencioso cielo invernal de barbas de nieve, tú cabeza blanca de redondos ojos por encima de mí! ¡Oh tú símbolo celeste de mi alma y de su petulancia! ¿Y no tengo que esconderme, como alguien que ha tragado oro, para que no me abran con un cuchillo el alma? ¿No tengo que llevar zancos, para que no vean mis largas piernas, todos esos envidiosos y apenados que me rodean? Esas almas sahumadas, caldeadas, consumidas, verdinosas, amargadas ¡cómo podría su envidia soportar mi felicidad! Por ello les enseño tan sólo el hielo y el invierno sobre mis cumbres ¡y no que mi montaña se ciñe también en torno a sí todos los cinturones del sol! Ellos oyen silbar tan sólo mis tempestades invernales: y no que yo navego también por mares cálidos, como lo hacen los anhelosos, graves, ardientes vientos del sur.
     Ellos continúan sintiendo lástima de mis reveses y de mis azares: pero mi palabra dice: «¡Dejad venir a mí el azar: es inocente, como un niño pequeño!».
     ¡Cómo podrían ellos soportar mi felicidad si yo no colocara en torno a ella reveses, y miserias invernales, y gorras de oso blanco, y velos de cielo nevoso! ¡si yo no tuviera lástima aun de su compasión: de la compasión de esos envidiosos y apenados! ¡si yo mismo no suspirase y temblase de frío ante ellos, y no me dejase envolver pacientemente en su misericordia! Ésta es la sabia petulancia y la sabia benevolencia de mi alma, el no ocultar su invierno ni sus tempestades de frío; tampoco oculta sus sabañones.
     La soledad de uno es la huida propia del enfermo; la soledad de otro, la huida de los enfermos.
     ¡Que me oigan crujir y sollozar, a causa del frío del invierno, todos esos pobres y bizcos bribones que me rodean! Con tales suspiros y crujidos huyo incluso de sus cuartos caldeados.
     Que me compadezcan y sollocen conmigo a causa de mis sabañones: «¡En el hielo del conocimiento él nos helará incluso a nosotros!», así se lamentan.
     Entretanto yo corro con pies calientes de un lado para otro en mi monte de los olivos: en el rincón soleado de mi monte de los olivos yo canto y me burlo de toda compasión.

Así cantó Zaratustra

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Carta,

Carta de despedida del Che a Fidel

octubre 03, 2013 Uchutenshi 0 Comments

"Año de la Agricultura"

Habana

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
     Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
     Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
     Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
     Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. 
     Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
     He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
     Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
     Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
     Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
     Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
     Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,


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Filosofía,

Los diez mandamientos de Russell

septiembre 26, 2013 Uchutenshi 0 Comments


1. No estés absolutamente seguro de nada.

2. No creas conveniente actuar ocultando pruebas,
pues las pruebas terminan por salir a la luz.

3. Nunca intentes oponerte al raciocino, pues seguramente
lo conseguirás.

4. Cuando encuentres oposición, aunque provenga de
tu esposo o de tus hijos, trata de superarla por medio
de la razón y no de la autoridad, pues una victoria
que dependa de la autoridad es irreal e ilusoria.

5. No respetes la autoridad de los demás, pues siempre
se encuentran autoridades enfrentadas.

6. No utilices la fuerza para suprimir las ideas que crees perniciosas, pues si lo haces, ellas te suprimirán a ti.

7. No temas ser extravagante en tus ideas, pues todas la ideas ahora aceptadas fueron en su día extravagantes.

8. Disfruta más con la discrepancia inteligente que con la conformidad pasiva, pues si valoras la inteligencia como debieras, aquélla significa un acuerdo más profundo
que ésta.

9. Muéstrate escrupuloso en la verdad, aunque la verdad sea incómoda, pues más incómoda es cuando tratas de ocultarla.

10. No sientas envidia de la felicidad de los que viven en el paraíso de los necios, pues sólo un necio pensará que eso es la felicidad.

Bertrand Russell

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Budismo,

El significado y uso de un Mándala

septiembre 26, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Alexander Berzin, diciembre de 2009

Mándalas sobre la base de los empoderamientos que son conferidos


Discos simbólicos de los mándalas

La práctica tántrica incluye visualizaciones de varios discos redondos de mándalas simbólicos. Los más comunes son discos de mándalas del sol y la luna que representan, respectivamente, el entendimiento de la vacuidad y del objetivo de la bodichita de alcanzar la iluminación para poder ayudar de la mejor manera a todos los demás.

Los cinco elementos externos y corporales (tierra, agua, fuego, viento y espacio) son comúnmente representados por discos de mándalas simbólicos con las formas y los colores usados convencionalmente en el budismo. Por ejemplo, un disco de mándala amarillo y cuadrado representa al elemento tierra.

En el sistema kalachakra, los discos redondos simbólicos de los mándalas de los cuatro cuerpos celestiales involucrados en eclipses, la luna, el sol, Rahu y Kalagni (los nodos norte y sur de la luna), representan a cuatro gotas de energía sutil dentro del cuerpo sutil. Éstas son las gotas de energía del estado de vigilia, del estado de sueño, del estado de sueño profundo, y del cuarto estado cúspide.

Palacios mándala

La mayoría de los sistemas de figuras búdicas incluyen un palacio mándala, a menudo llamados palacios inconmensurablemente magníficos (gzhal-yaskhang), en el cual residen las figuras búdicas del sistema. La estructura de los palacios emula a los antiguos palacios indios, aunque los techos sugieren una influencia china. Los palacios son cuadrados, generalmente con dos pisos, aunque a veces cuentan con más, y tienen portales que conducen a pasillos de entrada a cada lado y un arco al final de cada portal. Los muros tienen múltiples capas de grosor y rematan con molduras y otros rasgos complejos de estructuras ornamentales enjoyadas.

Cada rasgo arquitectónico representa un aspecto particular del camino a la iluminación. Por ejemplo, en referencia al mándala de Vajrabairava, los cuatro lados del palacio representan las cuatro verdades nobles, los cinco colores del piso y de las capas de los muros representan los cinco tipos de conciencia profunda, etcétera.


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Filosofía,

Sobre Metafísica: De las antinomias

septiembre 05, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Cuando la razón se eleva especulativamente en la serie de condiciones silogísticas hasta lo incondicionado, cae en afirmaciones antitéticas como se puede exhibir al intentarlo acerca de la idea de  mundo a título de unidad absoluta de todos los fenómenos.
     Kant llama a estas afirmaciones antinomias de la razón, y cosmología racional, a la disciplina que las construye. Las antinomias son conflictos de la razón consigo misma superarlas significa el despertar del sueño dogmático, que, al margen de toda crítica, cree en un saber absoluto.

     La exposición y elucidación de la antinomias, la antitética, como la llama Kant, se ofrece en cuatro grupos, a tenor de las cuatro clases de categorías, así como hice en los paralogismos. Las que afectan a la cantidad y cualidad del mundo, se llaman antinomias matemáticas; dinámicas, a las que tienen que ver con su relación y modalidad.

1) Antinomia de la cantidad

TESIS
     El mundo tiene un comienzo en el tiempo, y se halla limitado en el espacio.
ANTITESIS
El mundo no tiene comienzo en el tiempo ni limite en el espacio.

     Ha de tener un comienzo, ya que en caso contrario, hasta el momento del tiempo que se elija, habría transcurrido —contando hacía atrás—, una serie infinita de estados sucesivos, y una serie infinita nunca puede terminarse; lo que es una flagrante contradicción. Por la misma razón, tiene que haber un límite en el espacio, ya que si el mundo fuese espacialmente ilimitado, el recuento de todas las cosas coexistentes conduciría también a la contradicción de una serie infinita completa.
     Por otra parte (la antítesis) no puede tener comienzo, ya que antes de éste habría debido existir un tiempo vacío, y en un tiempo vacío no puede surgir cosa alguna. Tampoco puede tener límites espaciales, ya que en dicho caso, debería estar limitado por el espacio vacío, es decir, estar en una relación determinada con algo que no es un objeto.

2) Antinomia de la cualidad (de su naturaleza íntima)

TESIS
Todo en el mundo es simple o compuesto de lo simple.
ANTITESIS
Nada en el mundo es simple o compuesto de lo simple.

     En caso de que las cosas no constaran de partículas simples no susceptibles de ulterior división, al suprimir toda composición no quedaría algo de que pudiera constar, y si, por el contrario, se supone se supone que constan de partes simples, éstas tienen que ocupar un espacio si han de formar algo extenso. Ahora bien: si ocupan un espacio ya no son simples.

3) Antinomia de la relación

TESIS
Hay en el mundo una causalidad según leyes de la libertad. Existe libertad en el mundo.
ANTITESIS
No hay ninguna libertad. Todo en el mundo ocurre según leyes naturales.

     La tesis dice que para explicar la totalidad del acaecer, es necesario suponer también la libertad, ya que según las leyes de la naturaleza, todo hecho tiene que explicarse procediendo de otro anterior y, en consecuencia, si —según las leyes naturales—, fuese la causalidad la única y, además de ella, no hubiese una espontaneidad que iniciar por sí misma una serie de causas naturales, nunca podría llegarse a un primer comienzo, y por ende, a una explicación suficiente de lo causado.
     Por otra parte, la antítesis: no existe libertad sino que todo sucede según leyes naturales, parece —por la vía silogística—, igualmente correcta. en efecto, para que hubiese causalidad libre se requeriría que su actividad no fuese en modo alguno consecuencia de sus estados anteriores, y semejante causalidad se opondría a la ley de causalidad, haciendo imposible la unidad de la experiencia.

4) Antinomia de la modalidad

TESIS
Pertenece al mundo como su causa un ser necesario.
ANTITESIS
No existe ningún ser necesario en el mundo.

     La demostración de la tesis es análoga a la prueba de la existencia de las causas libres. El mundo es una serie de efectos. Cada efecto, para producirse, supone una serie determinada de causas; por consiguiente, una causa primera, una existencia no contingente, sino necesaria.
     Respecto a la antítesis hay que argüir que todo origen es un momento del tiempo. Un origen absoluto sería, por consiguiente, un momento de duración momento precedente; lo que hay que rechazar, puesto que la idea de duración no tiene lazo de continuidad: es ininterrumpida. Luego, no hay ser necesario en el origen de las cosas.

     Todas estas tesis y antítesis parecen igualmente aceptables —según Kant—. ¿Por qué? Porque se ha puesto en práctica un uso especulativo de la razón, sin advertirlo, sucumbiendo a una equivocidad. La ilusión trascendental de tales argucias abstractas reside en que se afirman o niegan, conforme a principios que sólo regulan hechos de la experiencia, supuestos conocimientos que caen más allá de la experiencia posible, ello es, se trata únicamente de noúmenos, no de fenómenos. En otros términos, se confunde lo real con lo noumenal.


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Filosofía,

Sobre la mente II

agosto 09, 2013 Uchutenshi 0 Comments



La mayoría de los humanitos creemos —a no ser que estemos bajo coaccción, pasando por algún  trastorno psicológico o, padeciendo una patología cerebral— tener capacidad para la toma de decisiones, hacer elecciones libremente, etcétera. Es decir, que poseemos libre albedrío, que nuestro «yo» es el qué elige. A decir verdad no hay algo más alejado de la verdad —suponiendo que tal cosa exista— que dicha suposición, hasta ahora no he encontrado indicio alguno que afirme dicho argumento, por el contrario, todo indica que no lo hay, analizado desde la lógica, libros milenarios como el TAO, los sutras de la sabiduría trascendental (y si para vosotros eso es espiritismo junguiano), las neurociencias nos conducen exactamente hacia la misma dirección.
     Estamos tan familiarizados y satisfechos con la experiencia de nuestro yo —especialmente en occidente— que preguntarse si realmente ese yo existe parece como si fuese la pregunta de un retrasado mental. Empero, la neurociencia moderna se plantea esa cuestión precisamente, a saber que el yo —como ya decía la filosofía hindú hace más de tres mil años—, es «maya», palabra del sánscrito que significa engaño, ilusión o lo que no es.  En la filosofía védica se acuñó la palabra Ahamkara, palabra compuesta de Aham, que significa «yo» y kara que designa todo aquello que ha sido creado. Por lo tanto el yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto cognoscente de su entorno, haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real.
     David Hume, en cierta ocasión inquirió: «Por mi parte, cuando entro más íntimamente en lo que llamo mí mismo (myself) siempre tropiezo con alguna percepción particular de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. En ningún momento puedo nunca cogerme a mí mismo sin una percepción, y nunca puedo observar nada excepto la percepción. Cuando desaparecen mis percepciones por algún tiempo, como cuando estoy profundamente dormido, durante tal tiempo estoy insensible a mí mismo y puede en verdad decirse que no existo.»
     Como se puede observar, para Hume el yo no es más que un haz de percepciones. Veinticuatro siglos antes el Tathagata había llegado a la misma conclusión.
     El filósofo estadounidense Daniel Dannett, llamó a este proceso el «Teatro Cartesiano», es decir, una especie de quimera en la cual, en alguna parte del cerebro existe un lugar donde todos los sucesos mentales convergen y son experimentados.

     El cerebro no es un órgano pasivo, receptor de información, sino que el acto de la percepción es un proceso activo en el que el cerebro tiene «mucho que decir». Si tomamos el ejemplo de la visión, lo que constatamos es que cuando miramos a un árbol, por ejemplo, la luz que se refleja en sus hojas son radiaciones electro-magnéticas que inciden sobre los fotorreceptores de la retina del ojo produciendo
una cascada de reacciones químicas que se traducen en impulsos nerviosos que, tras un recorrido, llegan a la corteza visual donde estos impulsos se integran y procesan. En la corteza los datos sufren un proceso complicado que detecta la forma, los patrones, los colores y el movimiento; luego el cerebro lo integra para formar un todo coherente. De pronto aparece la imagen de un árbol en nuestra mente, lo que supone un auténtico misterio. Esa imagen la genera nuestra mente. En esta descripción se habla de una realidad que la mente no crea, y que se encuentra fuera de ella, es decir; las ondas electromagnéticas. Éstas son transformadas en impulsos nerviosos mediante las reacciones químicas que se desencadenan en los órganos sensoriales al incidir en ellos. Estos impulsos nerviosos tampoco son generados por la mente, sino por el contrario, son concebidos como los datos a partir de los cuales la mente crea, en su interior —y de acuerdo con sus propios criterios de interpretación—, una imagen, una representación de la realidad.
     Asimismo se afirma que sólo conocemos nuestras propias creaciones. Pero no se repara en que la concepción de la realidad como ondas electromagnéticas es una teoría, es decir, una imagen científica de nuestra mente; una creación tanto o más artificial que los sonidos, los colores, los sabores, etcétera. Por lo tanto, lo que es presentado como una simple descripción, una «constatación» del proceso de la percepción, en realidad es el producto de correlacionar dos imágenes, dos «puntos de vista», el científico y el introspectivo, otorgando inexplicablemente al primero el valor de realidad y al segundo el de apariencia. Tal yuxtaposición presupone lo que se pretende demostrar: que la mente carece de realidad; la cual explica el carácter repentino y misterioso de la aparición de la imagen mental, así como la naturaleza ambigua de la mente.

     En el Sho-do-ka (El canto de la iluminación), escrito por el maestro Yoka-Daishi, se encuentra el siguiente aforismo: «Todas las cosas son transitorias y completamente vacías.»

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Jung,

El retorno de la interioridad

agosto 05, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Un intento contemporáneo sobre la causalidad trascendental. lo realizó C.G. Jung, quien elaboró una teoría, en la cual intentaba dar carta de ciudadanía a experiencias que trascienden a la causalidad entendida como causación externa y temporalmente lineal. Jung pretendió integrar en la explicación científica del mundo, un tipo de experiencias e intuiciones a las que se suele denominar «esotéricas» las cuales en los medios científicos, son calificadas como delirios.

     Para ello, Jung, elaboró su teoría de la sincronicidad, en la cual plantea que ciertos fenómenos reales aparentemente aleatorios o no causales se caracterizan por tener significación y no deberían ser excluidos del orden de las cosas, so pretexto de que son puras ilusiones subjetivas.
     Tras investigar diversos fenómenos como por ejemplo el encuentro «fortuito» con una persona que nos da la solución justa al problema que nos aqueja, o los presuntos aciertos del TAO, el I-Ching, etcétera. Jung propone que dichos fenómenos que manifiestan una coincidencia no causal, no son arbitrarios ni puras ilusiones subjetivas, sino que se rigen por una ley que concierne a su significación.

     Por lo tanto, al lado de la causalidad en el sentido de la ciencia moderna, Jung propone la vigencia de una ley de sincronicidad que constituiría el principio explicativo de los fenómenos que no ajustándose a la causalidad tienen, empero, significatividad. Y postula que es esa significatividad la que explica su ocurrencia fáctica.
Pseudo
     Sincronicidad por lo tanto sería sinónimo de coincidencia significativa: Ciertos encuentros personales aparentemente aleatorios, se producirían porque dicho encuentro es significativo para las partes; La coincidencia de una figura del I-Ching con ciertos rasgos de una situación personal, se daría porque existiría una correspondencia significativa entre un hecho no causal —la figura del I-Ching es azarosa— y un estado mental (el que consulta espera algo y por ello se pone en consonancia con el oráculo).


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Filosofía,

Sobre Metafísica: De los paralogismos

julio 18, 2013 Uchutenshi 0 Comments


     La metafísica tradicional tiene un concepto trascendente del alma.
Se le puede caracterizar, según Kant, desde un cuádruple punto de vista: Desde el punto de vista de la relación lógica, el alma es una sustancia, idéntica a sí misma, invariable y eterna; desde el punto de vista de la cualidad, es simple, no puede morir por disolución; desde el punto de vista de la cantidad es, en cuanto a los distintos tiempos en que existe, numéricamente unidad (no pluralidad); desde el punto de vista de la modalidad, está en nexo con los posibles objetos en el espacio.
     Para llegar a esta concepción del alma, la metafísica tradicional cae en falsas argumentaciones, en paralogismos. Los cuales expongo a continuación.

1) Paralogismo de la sustancialidad

     El sujeto absoluto (nunca predicado) es sustancia.
     El alma, el yo, de todo hecho de conciencia, es sujeto absoluto.
     Luego, el alma, el yo, es sustancia.
     El paralogismo reside en que la premisa menor no está demostrada (sofisma de suposición). En efecto, como se ha mostrado en la lógica trascendental, la categoría de sustancia puede aplicarse únicamente a objetos empíricos. Más allá de éstos, ninguna categoría tiene validez. Que el yo perdure, por sí mismo, sin nacer ni morir,  no está probado. El alma es sujeto, pero no sujeto absoluto. En otros términos: el error consiste en hacer una sustancia de lo que es sólo la condición  para conocer una sustancia.

2) Paralogismo de la simplicidad

     Simple es aquello en lo que no concurren dos o más elementos.
     El alma, el sujeto pensante, es simple.
     Luego, el alma, el sujeto pensante, no consta de dos o más elementos.
     De nuevo la premisa menor no está probada. Se llega a ella, pasando con equívoco de un juicio analítico a uno sintético. Es cierto que el acto del yo pensante (no lo pensado) es siempre algo simple: el ser consciente. Empero, partir de ahí y declarar que una realidad no empírica, el alma la cual está por debajo de las representaciones, es simple y, por lo tanto, indisoluble, es formular un juicio sintético, el cual viola el uso empírico de la categoría de la realidad. El cogito ergo sum, de Descartes, es una deducción tautológica, ya que el cogito (sum cogitans), premisa de la inferencia, es un aserto de existencia.

3) Paralogismo de la personalidad

     Quien tiene conciencia de la identidad numérica de sí mismo en el tiempo,
es una persona.
     El alma, el sujeto pensante, tiene tal conciencia.
     Luego, el alma, el sujeto pensante, es una persona.
     Kant advierte el error de este paralogismo en que la proposición  de identidad de sí mismo en los cambios temporales, es nada menos que el concepto de identidad. Por lo tanto, aplicar a continuación dicho concepto a un sujeto pensante es distinto; ya que implica el considerar al sujeto, al yo, como objeto de experiencia; lo que no es posible, ya que el yo trascendental en cuanto tal, jamás será objeto. En otros términos: la categoría de la unidad (personalidad), como toda categoría, es condición a priori de conocimiento, el cual únicamente tiene validez en la experiencia.

4) Paralogismo de la identidad exterior

     La existencia de las cosas que sólo producen percepción, es dudosa.
     Los fenómenos exteriores son de tal existencia.
     Luego, esos fenómenos son dudosos.
     Aquí se entiende el idealismo subjetivo, y para refutarlo, hay que hacer una distinción entre éste, y el dualismo cartesiano, el cual acepta la realidad del yo y del no-yo. Es inobjetable la distinción entre el yo que percibe, y las cosas percibidas; empero —señala Kant— ¿es posible pensar sin un contenido de conciencia, ello es, sin objetos? Esto es lo que no puede mostrar el idealismo subjetivo, ya que trasciende las condiciones de toda experiencia posible.
     El error común de los paralogismos de la psicología racional reside en inferir, sin fundamento, la esencia y existencia sustancial del alma fuera de toda experiencia real; en concluir, en otros términos, que puedo tener conciencia sobre mi, más allá de la experiencia y sus condiciones (categorías) empíricas.


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Filosofía,

Amor Platónico

julio 16, 2013 Uchutenshi 0 Comments


     Por amor platónico se entiende de un amor que no aspira a la posesión del ser amado, es decir, a resignarse a ponderarlo y amarlo a la distancia, lo cual sobra decir es un error de pésimo gusto (otro ad populum).

     Platón jamás concibió un amor de esa índole, inactivo e infecundo. los galanes débiles y dulzones no tienen cabida en dicha teoría. El carácter distintivo del amor platónico no es la renuncia al ser amado, sino por el contrario, su relación con los ideales de la vida. El amante ama a a la persona en su ser concreto, en unidad de lo sensible y lo ideal. Bondad, ternura, valentía, belleza, sapiencia, etcétera, son cualidades que el amante reconoce, admira y promueve en el objeto de su amor. Por tanto, el amor platónico busca la perfección en el ser amado y aspira de manera activa y constante a la realización de los ideales. Por ello, como las personas, las obras y las cosas reciben su dignidad y hermosura de las ideas, el verdadero amor se eleva de los cuerpos —lo material—, a las Ideas. El amor, así, se convierte en un estímulo y fundamento creador de la vida ascendente.


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Música,

A la música

julio 16, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Encántame, adorméceme y consúmeme con tus deliciosas armonías;
Déjame arrebatado alejarme en tranquilos sueños.
Alivia mi mente enferma, adorna mi lecho,
Tú, poder que puedes librarme de este dolor;
Hazlo rápidamente, aunque no consumas mi fiebre.

Con dulzura, tu conviertes su fuego voraz en una llama cálida,
Y luego la haces expirar; ayúdame a llorar mis penas,
Y concédeme tal descanso que yo, pobre de mi,
Crea que vivo y muero entre rosas.

Cae sobre mi como un rocío silencioso,
O como esas lluvias virginales que en la aurora
Esparcen su bautismo sobre las flores.
Diluye, derrite mis sufrimientos con tus suaves acordes;
Que yo pueda entre deleites abandonar esta luz,
y alzar mi vuelo hacia el Paraíso.

Robert Herric — A la música

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Jamie Sams,

Corrientes de Río

julio 16, 2013 Uchutenshi 0 Comments


Las corrientes del río
me llevan alrededor de cada curva,
sobre rápidos de agua blanca,
hasta que comienzo a mezclarme
con los espíritus de las aguas.
Viajamos en nuestro propio camino
más allá de las costas de la memoria,
el sol amanece hoy.
El flujo de la vida me arrastra,
a mi paso, el río canta,
la corriente me lleva a salvo,
hasta pisar el bancal.
Permite a quienes te rodean
seguir sus propios caminos,
encontrando sus singularidades,
contando sus propias historias.
Cada corriente es diferente,
Cada lección se desarrollará,
y el flujo de cada río,
traerá bendiciones al alma.

Jamie Sams — Corrientes de Río

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Filosofía,

Introducción a Kant

julio 02, 2013 Uchutenshi 0 Comments


     La importancia de la metafísica kantiana estriba en intentar reconciliar las perspectivas empirista y racionalista. Kant demostró que el conocimiento del mundo depende tanto de los datos en bruto que aportan los sentidos como del uso que la razón hace de los mismos.

     La base del sistema metafísico de Kant es que nuestro conocimiento del mundo está inevitablemente limitado por las categorías bajo las cuales podemos concebirlo, dichas categorías incluyen los conceptos de espacio, tiempo y causalidad y se imponen a nuestra experiencia por la naturaleza de nuestra propia subjetividad, y no por las características fundamentales del mundo en sí (como afirmaban los primeros metafísicos). Kant concede un papel  fundamental a la subjetividad en la formación de conceptos sobre el mundo, y sostiene que hay «cosas en sí» que causan nuestras experiencias, pero que no podemos conocer, puesto que únicamente podemos conocer el mundo como se nos aparece. Por lo tanto, los aspectos del mundo que dependen de la consciencia que tenemos de ellos no son reales en el sentido que son reales las cosas en sí. En esta posición metafísica podemos conocer la «relación de los dos ámbitos». Los «dos ámbitos» son el ámbito cognoscible de la experiencia, que interpretamos gracias a los conceptos innatos del espacio y tiempo, y el ámbito incognoscible de las cosas en sí.


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Edgar Allan poe,

La verdad sobre el caso del señor Valdemar

julio 02, 2013 Uchutenshi 0 Comments


—Sí... No... Estuve durmiendo... y ahora... ahora... estoy muerto.
Ninguno de los presentes pretendió siquiera negar ni reprimir el inexpresable, estremecedor espanto que aquellas pocas palabras, así pronunciadas, tenían que producir [...] el estudiante, cayó desvanecido. Los enfermeros escaparon del aposento y fue imposible convencerlos de que volvieran. Por mi parte, no trataré de comunicar mis propias impresiones al lector. Durante una hora, silenciosos, sin pronunciar una palabra, nos esforzamos por reanimar a [...] Cuando volvió en sí, pudimos dedicarnos a examinar el estado de Valdemar.


Ilustración de Harry Clarke

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Tao

Sostenido por la naturaleza

junio 25, 2013 Uchutenshi 0 Comments


     Cuando buscas, no encuentras... porque te mantienes ocupado en el resultado que deseas obtener de conformidad con tus apegos. Pero cuando solo observas, sin buscar; encuentras.

     Porque sin interferir, restableces tu verdadera forma, y es cuando te encuentras sostenido por la naturaleza.



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