Anthony Burgess,

The Clockwork Orange

octubre 15, 2013 Uchutenshi 0 Comments

«Nuestro sujeto se siente impulsado hacia el bien porque paradójicamente se siente impulsado hacia el mal. La intención de recurrir a la violencia aparece acompañada por hondos sentimientos de incomodidad física. Para aliviarlos, el sujeto tiene que pasar a una actitud diametralmente opuesta.»

La naranja mecánica cuenta la historia del nadsat-adolescente Alex y sus tres drugos-amigos en un mundo de crueldad y destrucción. Alex tiene —ha escrito Burgess—, «los principales atributos humanos; amor a la agresión, amor al lenguaje y amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfruta de un modo tan violento. En cierto sentido vive en el Edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana) parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano».


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Filosofía,

En el monte de los olivos

octubre 15, 2013 Uchutenshi 0 Comments

     

El invierno, mal huésped, se ha asentado en mi casa; azuladas se han puesto mis manos del apretón de manos de su amistad.

     Yo honro a este mal huésped, pero me gusta dejarlo solo. Me gusta alejarme de él; ¡y si uno corre bien, consigue escaparse de él! Con pies calientes y pensamientos calientes corro yo hacia donde el viento está tranquilo, hacia el rincón soleado de mi monte de los olivos.

     Allí me río de mi severo huésped, y hasta le estoy agradecido porque me expulsa de casa las moscas y hace callar muchos pequeños ruidos.
     Él no soporta, en efecto, que se ponga a cantar un solo mosquito, y mucho menos dos; incluso a la calleja la deja tan solitaria que la luna tiene miedo de penetrar en ella por la noche.
     Es un huésped duro, pero yo lo honro, y no rezo, como los delicados, al panzudo ídolo del fuego.
     ¡Es preferible dar un poco diente con diente que adorar ídolos! así lo quiere mi modo de ser. Y soy especialmente hostil a todos los ardorosos, humeantes y enmohecidos ídolos del fuego.
     A quien yo amo, lo amo mejor en el invierno que en el verano; y ahora me burlo de mis enemigos, y lo hago más cordialmente desde que el invierno se ha asentado en mi casa.
     Cordialmente en verdad, incluso cuando me arrastro a la cama: allí continúa riendo y gallardeando mi encogida felicidad; incluso mis sueños embusteros se ríen.
     ¿Yo uno que se arrastra? Jamás me he arrastrado en mi vida ante los poderosos; y si alguna vez mentí, mentí por amor. Por ello estoy contento incluso en la cama de invierno.
     Una cama sencilla me calienta más que una cama rica, pues estoy celoso de mi pobreza.
     Y en invierno es cuando ella más fiel me es.
     Con una maldad comienzo cada día, con un baño frío me burlo del invierno: eso hace gruñir a mi severo amigo de casa. También me gusta hacerle cosquillas con una velita de cera: para que permita por fin que el cielo salga de un crepúsculo ceniciento.
     Especialmente maligno soy, ciertamente, por la mañana: a una hora temprana, cuando el cubo rechina en el pozo y los caballos relinchan por las grises callejas: aguardo impaciente a que acabe de levantarse el cielo luminoso, el cielo invernal de barbas de nieve, el anciano de blanca cabeza, ¡el cielo invernal, callado, que a menudo guarda en secreto incluso su sol! ¿Acaso de él he aprendido yo el prolongado y luminoso callar? ¿O lo ha aprendido él de mí? ¿O acaso cada uno de nosotros lo ha inventado por sí solo? El origen de todas las cosas buenas es de mil formas diferentes, todas las cosas buenas y petulantes saltan de placer a la existencia: ¡cómo iban a hacerlo tan sólo una sola vez! Una cosa buena y petulante es también el largo silencio y el mirar, lo mismo que el cielo invernal, desde un rostro luminoso de ojos redondos: como él, guardar en secreto el propio sol y la propia indómita voluntad solar: ¡en verdad, ese arte y esa invernal petulancia los he aprendido bien! Mi maldad y mi arte más queridos están en que mi silencio haya aprendido a no delatarse por el callar.
     Haciendo ruido con palabras y con dados consigo yo engañar a mis solemnes guardianes: a todos esos severos espías deben escabullírseles mi voluntad y mi finalidad.
     Para que nadie hunda su mirada en mi fondo y en mi voluntad última, para ello me he inventado el prolongado y luminoso callar.
     Así he encontrado a más de una persona inteligente: se cubría el rostro con velos y enturbiaba su agua para que nadie pudiera verla a través de aquéllos y hacia abajo de ésta.
     Pero cabalmente a él acudían hombres desconfiados y cascanueces aún más inteligentes: ¡cabalmente a él le pescaban su pez más escondido! Pero los luminosos, los bravos, los transparentes ésos son para mí los más inteligentes de todos los que callan: su fondo es tan profundo que ni siquiera el agua más clara lo traiciona. ¡Tú silencioso cielo invernal de barbas de nieve, tú cabeza blanca de redondos ojos por encima de mí! ¡Oh tú símbolo celeste de mi alma y de su petulancia! ¿Y no tengo que esconderme, como alguien que ha tragado oro, para que no me abran con un cuchillo el alma? ¿No tengo que llevar zancos, para que no vean mis largas piernas, todos esos envidiosos y apenados que me rodean? Esas almas sahumadas, caldeadas, consumidas, verdinosas, amargadas ¡cómo podría su envidia soportar mi felicidad! Por ello les enseño tan sólo el hielo y el invierno sobre mis cumbres ¡y no que mi montaña se ciñe también en torno a sí todos los cinturones del sol! Ellos oyen silbar tan sólo mis tempestades invernales: y no que yo navego también por mares cálidos, como lo hacen los anhelosos, graves, ardientes vientos del sur.
     Ellos continúan sintiendo lástima de mis reveses y de mis azares: pero mi palabra dice: «¡Dejad venir a mí el azar: es inocente, como un niño pequeño!».
     ¡Cómo podrían ellos soportar mi felicidad si yo no colocara en torno a ella reveses, y miserias invernales, y gorras de oso blanco, y velos de cielo nevoso! ¡si yo no tuviera lástima aun de su compasión: de la compasión de esos envidiosos y apenados! ¡si yo mismo no suspirase y temblase de frío ante ellos, y no me dejase envolver pacientemente en su misericordia! Ésta es la sabia petulancia y la sabia benevolencia de mi alma, el no ocultar su invierno ni sus tempestades de frío; tampoco oculta sus sabañones.
     La soledad de uno es la huida propia del enfermo; la soledad de otro, la huida de los enfermos.
     ¡Que me oigan crujir y sollozar, a causa del frío del invierno, todos esos pobres y bizcos bribones que me rodean! Con tales suspiros y crujidos huyo incluso de sus cuartos caldeados.
     Que me compadezcan y sollocen conmigo a causa de mis sabañones: «¡En el hielo del conocimiento él nos helará incluso a nosotros!», así se lamentan.
     Entretanto yo corro con pies calientes de un lado para otro en mi monte de los olivos: en el rincón soleado de mi monte de los olivos yo canto y me burlo de toda compasión.

Así cantó Zaratustra

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Carta,

Carta de despedida del Che a Fidel

octubre 03, 2013 Uchutenshi 0 Comments

"Año de la Agricultura"

Habana

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.
     Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
     Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
     Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.
     Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. 
     Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.
     He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
     Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
     Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
     Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
     Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
     Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,


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